Los Cascos Blancos sirios, premiados en los Oscar

Cascos Blancos en Siria

Raed Saleh, director de la organización Cascos Blancos no pudo viajar a Estados Unidos a recibir el premio porque su pasaporte fue bloqueado por el gobierno sirio.

Los Cascos Blancos, conocidos socorristas de las zonas rebeldes de Siria, fueron recompensados este domingo en los Óscar a través de un documental sobre el trabajo que desempeñan, arriesgando la vida, para salvar a los civiles víctimas de la guerra.

"The White Helmets" (Los Cascos Blancos), dirigido por Orlando von Einsiedel y producido por Netflix, se llevó el premio al mejor cortometraje documental.

Antes de la guerra de Siria eran panaderos, pintores o estudiantes. Desde que estalló el conflicto son voluntarios para salvar a los civiles de los bombardeos y combates en las zonas rebeldes.

Mujeres sirias participan en Cascos Blancos

Candidatos al Premio Nobel de la Paz el año pasado, los Cascos Blancos salieron del anonimato gracias a unos espeluznantes videos que circularon por las redes sociales en los que se les podía ver, equipados con sus cascos, precipitándose hacia edificios bombardeados para buscar supervivientes entre los escombros.

A pesar de una petición firmada por miles de personas, el galardón terminó en manos del presidente colombiano Juan Manuel Santos.

Pero para estos 3.000 socorristas, "nuestra organización es salvar una vida, salvar toda la humanidad", expresó Raed Saleh en un comunicado que leyó el director Orlando von Einsiedel.

Saleh no pudo viajar a Estados Unidos a recibir el premio porque su pasaporte fue bloqueado por el gobierno sirio. "Hemos salvado más de 82.000 vidas de civiles. Invito a todo el mundo aquí a trabajar del lado de la vida, a detener el derrame de sangre en Siria y en todo el mundo. Es muy fácil para estas personas sentirse olvidados, esta es una guerra que lleva seis años", añadió el jefe de estos héroes anónimos de la guerra, que a veces no tienen más que sus manos desnudas para excavar.

Al Saleh tuiteó más temprano sobre un ataque aéreo en Harasta con "materiales tóxicos".

Entre los videos más turbadores figura el de Jaled, un voluntario que logró sacar milagrosamente vivo a un bebé de dos meses después de 12 extenuantes horas de trabajo en las ruinas de un edificio de Alepo en 2014.
Jaled, un antiguo pintor y decorador, murió en agosto en un ataque aéreo con solo 31 años. Estaba casado y tenía dos hijos.

En total, 142 Cascos Blancos perdieron la vida desde que el grupo vio la luz en 2013, dos años después de las manifestaciones pacíficas pro democracia inspiradas en la Primavera Árabe de marzo de 2011, reprimidas violentamente por el régimen de Bashar al Asad, lo que dio inicio al conflicto.
En casi seis años, la guerra dejó más de 310.000 muertos y millones de desplazados.

Los detractores de los Cascos Blancos, generalmente partidarios del régimen de Damasco o de Rusia, los acusan de ser títeres en manos de los donantes internacionales. Pero estas críticas son mínimas en comparación con los apoyos que reciben estos voluntarios, galardonados en septiembre con el premio sueco Right Livelihood, el "Nobel alternativo", cuyo jurado elogió su "valor excepcional, su compasión y su compromiso humanitario".

En 2014, cuando sus esfuerzos empezaban a ser reconocidos en el extranjero, los equipos de Defensa Civil Siria se ganaron el apodo de Cascos Blancos.

Los alrededor de 3.000 voluntarios, entre ellos 78 mujeres, operan en 120 centros en ocho provincias sirias, únicamente en territorio rebelde. Afirman que no tienen derecho a trabajar en las zonas controladas por el gobierno.


Su lema, "Quien salva una vida salva a toda la Humanidad", está sacado de un versículo del Corán. Insisten, sin embargo, en la neutralidad de los voluntarios, que vuelan a socorrer a todas las víctimas, independientemente de su religión.

"Estamos dispuestos a salvar personas, sean cuáles sean sus afinidades políticas o religiosas", afirmó recientemente a la AFP Raed Saleh.
Algunos Cascos Blancos recibieron una formación en el extranjero sobre técnicas de búsqueda y rescate, que luego impartieron a otros voluntarios en Siria.

Entre sus misiones figuran también la búsqueda de refugios, la lucha antiincendios o la reparación de las redes de agua o electricidad. El grupo está financiado por varios países, entre ellos Reino Unido, Holanda, Alemania, Japón y Estados Unidos. Reciben también donativos privados para comprar material, incluidos sus famosos cascos que cuestan unos 145 dólares cada uno.

(Con información de la agencia AFP)