LA HABANA, Cuba. – Este martes, recibí una llamada inesperada desde la redacción de CubaNet. Mostrando gran preocupación, me informaron que al colega Roberto de Jesús Quiñones Haces acababan de notificarle la sentencia de fecha 23 de agosto dictada en su caso por el Tribunal Provincial Popular de Guantánamo.
Esa resolución judicial resuelve el recurso de apelación oportunamente interpuesto por el abogado y periodista independiente contra la arbitraria resolución del Tribunal Municipal que, violando todas las reglas del derecho y la lógica, lo sancionó a un año de trabajo correccional con internamiento por los supuestos delitos de resistencia y desobediencia.
Reza un conocido refrán que las desgracias nunca vienen solas. Así sucedió, lamentablemente, con el amigo y colega residente en Guantánamo. Este lunes él se encontraba de visita en su natal Cienfuegos. Había viajado hasta allí para ver a sus seres queridos, en particular a su padre enfermo. Pero quiso el destino que la visita sirviera también para estar presente en las honras fúnebres de este último.
Tan pronto terminó mi conversación con Hugo, me comuniqué con Quiñones, quien de inmediato accedió a enviarme la sentencia del Provincial tan pronto lograra escanearla. Así lo hizo, y gracias a su gentileza he podido conocer nuevos rincones oscuros de la insondable cueva que es hoy mismo la Administración de ¿Justicia? en nuestra sufrida Cuba.
En su sentencia, los jueces provinciales, muy orondos, afirman que —supuestamente— “las pruebas interesadas por el quejoso” estaban dirigidas “no a demostrar su inocencia en el acontecimiento antijurídico”. Resulta fácil observar que, en ese pasaje de su resolución, esos magistrados unen la mentira al analfabetismo jurídico.
Recordemos que Quiñones pidió que se les tomara declaración a personas que se encontraban presentes, en el portal del Tribunal Municipal, en el mismo momento en que se produjo su arresto. Se trata —pues— de testigos presenciales de los hechos supuestamente delictivos. Testigos que no declararon en el expediente investigativo ni en el juicio municipal. Y que tampoco pudieron hacerlo ante el Tribunal Provincial porque éste, de manera arbitraria, no accedió a celebrar la vista pedida por el apelante.
Es mentira que la deposición de esos ciudadanos no estuviese encaminada a demostrar que Roberto de Jesús es inocente de los supuestos delitos que le atribuyó el Tribunal Municipal. ¡Si precisamente ése era el objetivo de nuestro colega al proponer a esos testigos presenciales! Ellos pueden acreditar que Quiñones no se negó a ser detenido o conducido o que careciera del carné de identidad (otra falsedad que los jueces provinciales incorporan ahora en su sentencia al fantasioso relato de los hechos).
El bochornoso actuar de los magistrados guantanameros me ha hecho recordar una vez más el antiguo teatro Shangai, del barrio chino habanero. Se trató de una institución cultural arrasada por los castristas, a pesar de sus constantes protestas sobre la “eterna amistad” entre Cuba y el gigante asiático.
Según la propaganda que hacían sus empresarios, se trataba de un “espectáculo frívolo, cómico y picaresco”. O para decirlo sin eufemismos: de relajo. En aquellas presentaciones que se hacían ante un público casi enteramente masculino, se destacaron artistas como Bringuier, Arredondo y Quintana.
¿Debemos hacer una comparación entre los jueces de la más oriental de nuestras provincias y los intérpretes recién mencionados? No sería justo. Estos últimos eran personas decentes que, aunque escenificaban libretos hilarantes y relajados, respetaban a su público y se tomaban con mucha seriedad la labor cómica que desempeñaban.
De los jueces legos que sirvieron de comparsa en el sainete pseudojudicial guantanamero, mejor ni hablar. Pero para caracterizar a la joven jurista que presidió el Tribunal Municipal o a Amalio Alfaro Matos, quien realizó las mismas funciones en el Provincial, tendríamos que utilizar términos muy diferentes.
(Este artículo de opinión fue publicado originalmente en Cubanet)