El ex subcontratista estadounidense Alan Gross, que pasó cinco años preso en Cuba por presuntos delitos contra la Seguridad del Estado, reveló a la agencia JTA que el pasado 3 de mayo él y su esposa Judy culminaron sus planes de hacer Aliá, el reasentamiento en la Tierra Prometida como inmigrantes de los judíos de la diáspora, bajo la Ley de Retorno que les otorga el derecho a “subir a Jerusalén”(vivir en Israel) y hacerse ciudadanos israelíes.
Entrevistado por esa agencia de noticias judía, Gross evocó sus años como trabajador para el desarrollo en Israel y en las zonas palestinas, después de que se iniciaran las conversaciones de paz de Oslo en 1993. "Estuve en Israel probablemente 60 veces antes de hacer Aliá", dijo.
Descartó que su experiencia cubana tuviera que ver con esta decisión: "No puedo decir que Cuba haya tenido que ver. No creo que mis antecedentes judíos tuvieran nada que ver con el trato que recibí“.
Cuando fue arrestado en el aeropuerto de La Habana en diciembre de 2009, Gross, quien entonces residía en Potomac, Maryland, trabajaba en la isla como subcontratista de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID. Se dedicaba a facilitar acceso a Internet a la pequeña comunidad hebrea cubana (miembros de la comunidad le visitaron en varias ocasiones en el Hospital Militar de La Habana, donde pasó la mayor parte de su cautiverio en la Sala de Penados).
Catorce meses después de su detención fue enjuiciado por "actos contra la independencia o la integridad territorial" del país, y recibió una sentencia de 15 años de prisión. Cinco años después de su arresto, en diciembre de 2014, Gross formó parte de un canje en el que él y tres espías cubanos condenados en EE.UU. fueron liberados simultáneamente, el mismo día en que el presidente Barack Obama y el gobernante cubano Raúl Castro anunciaron que los dos gobiernos reanudarían sus relaciones.
Gross agradece por su liberación a Obama y a varios miembros del Congreso, pero no pierde de vista el papel de las organizaciones judías: "La realidad es que fue el esfuerzo de base en la comunidad judía lo que inclinó (a mi favor) el esfuerzo", dijo. "Había decenas de miles de correos electrónicos, literalmente decenas de miles, eso fue lo que inclinó la balanza. Mi redención de Cuba es una historia de activismo".
Los Gross se han establecido en Tel Aviv. Tienen una hija que vive en Jerusalén con su esposo e hija, la nieta de Alan y Judy.
Preguntado acerca de cómo está su hebreo, dice que “no muy bien, y no mejor que mi español”, idioma que perfeccionó mientras extinguía su larga sentencia.
En Tel Aviv, la ciudad sobre el Mediterráneo por la que suele andar a pie, Alan Gross dice que frecuenta una cigarrería donde se reúne con otros fumadores de puros a echar humo, commer hummus, y hablar de política. El vicio del tabaco lo adquirió en Cuba, donde sus captores le regalaban habanos en ocasiones especiales.
"Cada vez que un dignatario me visitaba el gobierno cubano me daba una caja de habanos caros", recuerda. "Cada caja costaba el salario de un mes de un cubano. Me tenían enviciado, los H.P”, recuerda. “Tienen más habanos que alimentos”, agrega. “El 50 % de las tierras cultivables de Cuba están sin cultivar”.
El prisionero americano perdió cinco piezas dentales debido a la malnutrición durante su tiempo tras las rejas. Pero Cuba le hizo a Alan Gross un daño peor que quitarle cinco dientes y cinco años de su vida.
A pesar de que no era un espía y las autoridades cubanas no lo condenaron por espionaje, buena parte de la información publicada sobre su caso lo caracterizaba como un espía, y eso significa que no podrá volver a dedicarse al trabajo que ama, el desarrollo de las economías emergentes, apunta la agencia JTA.
"En los países donde podría trabajar, imagino a la gente mirándome desconfiada (…) eso elimina la capacidad de recuperar la confianza del cliente".
Preguntado sobre si volvería a la isla de tener una oportunidad dijo que "volvería enseguida". De hecho, ha escrito dos veces a la Embajada de Cuba en Tel Aviv, solicitando que lo reciban, pero no ha habido respuesta.
Afirma que tiene ganas de ver a los familiares de sus compañeros de celda, que le llevaban comida. “Ellos me ayudaron a sostenerme durante cinco años; son también mi familia”, concluye diciendo.
[Redactado por Rolando Cartaya basado en entrevista de JTA]