Fue la primera vez que los cubanos votaban o demandaban poder hacerlo después de casi medio siglo de dictadura aquel 10 de mayo de 2002 cuando Oswaldo Payá, Tony Díaz y yo cruzábamos el umbral de las oficinas de la Asamblea Nacional del Poder Popular y presentábamos a sus funcionarios las firmas que legitimaban nuestra demanda de referendo.
11,020 cubanos con derecho al voto, amparados, entre otros, por los artículos 1, 3, y fundamentalmente 88, inciso G de la draconiana constitución socialista vigente, daban el paso y con sus datos personales apoyaban la demanda de referendo sobre el Proyecto Varela, para que la ley garantizara el derecho a la “libertad política”, la “soberanía popular”, la libertad de los prisioneros políticos y las libertades económicas de los cubanos.
Más que un ejercicio cívico y legal, la iniciativa del Movimiento Cristiano Liberación (MCL) y su fundador Oswlado Payá, encontraba finalmente una metodología para crear la mínima base social en medio de un estado totalitario y represivo en el que no está reconocida la oposición y la disidencia es considerada traición.
La convocatoria para el referendo fue promovida por la alianza disidente “Todos Unidos” pero pronto, entre traiciones y celos que boicoteaban la colecta de firmas, los principales promotores del Varela decidieron organizar los Comité Ciudadanos contando para esto con las mismas personas sin adhesión política que poco a poco iban sumándose al proyecto y sólo así fueron logradas las firmas necesarias y los focos referenciales en todo el país que luego de la brutal represión de 2003 contra decenas de gestores principales de esta iniciativa pudieron mantener la esperanza de que era posible el cambio que iniciara el camino a la democracia en la isla.
En 2003, Oswaldo, Ernesto Martini y un grupo de activistas que no fueron llevados a prisión, durante la ola represiva para paralizar al pueblo, presentaron 14,384 firmas nuevas recordándole a la tiranía que el pueblo apoyaba nuestra demanda. Una vez entregadas las primeras firmas requeridas constitucionalmente a la Asamblea Nacional, el Proyecto Varela se había convertido en iniciativa de ley y por lo tanto el reclamo de referendo validado.
Trece años más tarde fueron entregadas en la sede del parlamento del régimen por Rosa María Rodríguez, la coordinadora provincial del MCL en Ciudad Habana, un nuevo grupo de 10,009 firmas que habían sido secuestradas y luego los usurpadores oportunistas intentado presentar como apoyo a propuestas mediáticas ajenas que para nada están conectadas legal o éticamente con el paso dado por miles de cubanos en el Varela.
Ha habido mucho debate, aún hoy existe.
Una de las opiniones de los detractores de nuestra metodología es que con esa estrategia se legitima el régimen. A uno de estos detractores una vez en prisión pregunté en medio del debate que sosteníamos, “-¿Tu nombraste abogado para que te defendiera de las calumnias por las que te condenaron? -Si”, me respondió. “Por supuesto y no por eso tu defensor legitimó la ley injusta, ni al tribunal parcializado que nos condenó. Pues eso mismo hacemos con el Proyecto Varela, pero no para defendernos individualmente sino para defender la libertad de todo el pueblo”. No pudo rebatirme este argumento mi compañero de presidio político.
En una dictadura como la cubana el camino “de la ley a la Ley” o las iniciativas cívicas que intenten devolver la soberanía al pueblo debe necesariamente contar primero con las personas, debe intentar organizarlas, debe conocerles y sudar con ellas en medio de las penurias diarias y la represión.
Cualquiera puede organizar un convite mediático pagado por la tontería o la mala fe de quienes pueden ser solidarios, pero prefieren ser inútiles vendedores de mesías utilitarios, pero nunca en serio podrán desafiar una tiranía y mucho menos conectar con el pueblo, esa masa sin identidad que inexorablemente decide junto a quienes se identifican con él y le acompañan en el camino a la libertad.Nosotros lo tenemos claro, sólo el pueblo salva al pueblo y para esto debemos ser ese pueblo nosotros, debemos fundirnos a él y organizarnos junto a él.
Dieciséis años después continuamos junto a muchos cubanos demandando estos derechos, sólo cuando sean reconocidos y garantizados podremos descansar, podremos frente a las tumbas de Orlando Zapata, Oswaldo Paya, Harold Cepero, Arturo Pérez de Alejo y muchos hermanos nuestros que ya no están arrodillarnos y decirles: “Amigos, ¡lo hemos logrado!”
Regis Iglesias es escritor y portavoz del Movimiento Cristiano Liberación.
(Publicado en la página web del MCL)