No es el único país donde ocurren fallecimientos bajo custodia, pero la indiferencia por los reclusos en peligro de muerte va haciéndose la norma en la isla. Y al parecer, a los que protestan, los ayudan a morir.
El pasado 17 de febrero falleció --según las autoridades en el puesto médico de la prisión de Guamajal, en Villaclara, Cuba-- el recluso común Roberto Antonio Ribalta Junco. Al momento de fallecer, Ribalta, quien había sido sancionado antes por otra causa, había cumplido 38 días de huelga de hambre tras ser encarcelado por un presunto robo que aseguraba no haber cometido.
Su fallecimiento, bajo custodia de las autoridades penitenciarias villaclareñas, podría catalogarse como otro caso de desidia o negligencia criminal de los carceleros, muy frecuentes en el sistema penal cubano.
En mayo del 2009 el diario El Nuevo Herald reportó, citando a la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional y otras fuentes, que sólo en los primeros cinco meses de ese año habían fallecido bajo custodia 18 presos comunes, en la mayoría de los casos por negligencia de las autoridades penitenciarias. Esta suele incluir la negación o dilación de la asistencia médica, como en los casos de ataques al corazón o sobredosis de fármacos.
NORMAS INTERNACIONALES
En ese sentido las Reglas Mínimas para el Tratamiento a Reclusos aprobadas por Naciones Unidas en 1957 prescriben (46.1) que “la administración penitenciaria escogerá cuidadosamente el personal de todos los grados, puesto que de la integridad, humanidad, aptitud personal y capacidad profesional de este personal dependerá la buena dirección de los establecimientos penitenciarios”.
Estas mismas reglas también señalan (22.1) que “Todo establecimiento penitenciario dispondrá por lo menos de los servicios de un médico calificado (…). Los servicios médicos deberán organizarse íntimamente vinculados con la administración general del servicio sanitario de la comunidad o de la nación (…) 2) Se dispondrá el traslado de los enfermos cuyo estado requiera cuidados especiales, a establecimientos penitenciarios especializados o a hospitales civiles. Cuando el establecimiento disponga de servicios internos de hospital, éstos estarán provistos del material, del instrumental y de los productos farmacéuticos necesario para proporcionar a los reclusos enfermos los cuidados y el tratamiento adecuados. Además, el personal deberá poseer suficiente preparación profesional”.
Después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, el derecho a la vida fue el primer derecho citado en la Declaración Universal de Derechos Humanos aprobada en 1948, luego de los dos primeros, que proclaman la igualdad de derechos para todos
¿Se hizo todo lo posible para salvar la vida de este villaclareño de 44 años? ¿Se cumplían las prescripciones de Naciones Unidas en los penales donde transcurrió la tragedia de Ribalta Junco? ¿Hubo algo más que negligencia de los carceleros?
EL HERMANO
Hablamos al respecto con Alexander Ribalta, hermano del fallecido.
Alexander Ribalta: El se mantuvo sin comer desde el 10 de enero, cuando lo detuvieron, hasta el 17 de febrero cuando falleció. En todo ese tiempo a mi madre la dejaron verlo una vez y casi a diario la llamaban de la prisión para decirle que mi hermano estaba bien, que su vida no corría peligro, que estaba hidratado, etc. Hasta el momento en que le trajeron la noticia de su muerte, que es lo que no entendemos los familiares.
Martinoticias: ¿Qué supieron ustedes extraoficialmente durante ese tiempo?
AR: Por una persona que llamó supimos que en la prisión de La Pendiente lo habían puesto en una celda tapiada, donde lo habían golpeado y le habían negado el agua. Y el día antes de su muerte, por otra persona anónima supimos que estaba muy mal y que lo iban a trasladar a un hospital civil. Eso no lo tenemos muy claro porque en ningún momento mi hermano estuvo en un hospital civil sino en el de la prisión de Guamajal.
Martinoticias: Tengo entendido que tú fuiste al hospital mientras le estaban practicando la necropsia…
AR: Cuando nos avisaron, sobre las 10:00 am del 17 fui rápido para el hospital con mi sobrina y pedimos ver el cadáver, porque no lo podíamos creer, pero nos dijeron que no podíamos verlo hasta que terminaran de trabajar con él. A las 6 de la tarde fue que mi sobrina intentó vestir el cadáver, pero lo único que hizo fue ayudar, porque tampoco la dejaron.
Martinoticias: Tu hermana Elianey, que es enfermera y vive aquí en Miami, está convencida de que cuando él murió estaba solo, sin asistencia, porque para cerrarle los ojos y la boca hubo que coserlos debido al rigor mortis, que sólo ocurre de 3 a 4 horas después del fallecimiento.
AR: Sí, porque los tenía muy rígidos. En el transcurso de todo este dolor hemos ido sabiendo que debió haber muerto muy solo, y que lo encontraron en la mañana. Un oficial nos dijo que debe haber sido a las 7 de la mañana, porque antes le preguntó algo a un recluso de otra celda.
Martinoticias: ¿Sabes qué tiempo hacía que lo habían trasladado al hospital?
AR: A las cuatro de la tarde del viernes. El murió el sábado. Y no sabemos para qué lo llevaron, porque en ningún momento nos comunicaron a los familiares que mi hermano estaba en el hospital. Cuando preguntamos de qué había muerto, la persona que hizo la necropsia nos dijo que no había una causa de muerte aparente, que en su momento oportuno nos darían respuesta.
MUERTES BAJO CUSTODIA: UNA PERSPECTIVA
Un jurista brasileño que ha escrito sobre las muertes bajo custodia, Genival Veloso de França, señala la necesidad de que, además de la necropsia, las autoridades emprendan una investigación criminal en todos los casos de muerte bajo custodia, ya que en todas cabe una sospecha. En los países del mundo donde ocurren, las autoridades son a menudo acusadas de abusos, negligencia, racismo o encubrimiento de las causas de estas muertes.
Veloso de França señala que todos los casos de muerte bajo custodia “merecen una actitud enérgica del poder público y un tratamiento especial por parte del peritaje médico legal ante la garantía que la sociedad debe tener de que la autoridad actuó de forma correcta”. También precisa que “tal posición es la que se espera de todo gobierno democrático con políticas claras de derechos humanos y que vele por el mantenimiento de un estado de derecho”.
LA MADRE
Doraida Junco, la madre de Ribalta tiene varias razones para sospechar. Una de ellas es que cuando fueron a buscar la ropa con que iba vestido su hijo el día del arresto les dijeron que no aparecía. Pero también sospecha porque la llamaron reclusos del penal La Pendiente.
Doraida Junco: Me llamaron y me dijeron que lo habían golpeado. Inclusive, cuando mi nieta fue al hospital a vestirlo, no la dejaron terminar. Ella le revisó el cuerpo a petición de mi hijo Alexander, pero no pudo verle la espalda, porque no podía voltearlo, y entonces vino un guardia, le quitó el pulóver y le dijo: “Dame acá para ponerle el pulóver”. También me dijeron que él gritaba que le dieran agua y el guardia le decía “Si no quieres comer tampoco te voy a dar agua”. Y lo tenían en celda tapiada.
Martinoticias: ¿Recibió otras llamadas?
DR: El día 15, sobre las 4 de la tarde, me llamó un señor que después he podido averiguar que era un guardia. No voy a revelar su nombre, pero me dijo que a mi hijo se lo habían llevado remitido en bastante mal estado para el hospital nuevo (el provincial Arnaldo Milián), aunque no sabía si lo llevarían allí o lo desviarían. Pero yo creo que nunca lo llevaron al hospital nuevo, porque cuando él estaba allí (como recluso) siempre buscaba la manera de avisarme con alguna persona y esta vez me desvelé esperando por esa llamada y nunca llegó.
Martinoticias: ¿Adonde fue su hijo a ver el cadáver?
DR: A la prisión de Guamajal. Y todo fue un misterio, porque después me llamó un pariente que está preso en régimen abierto, en un campamento y me dijo: “Doraida, no dejes esto de la mano, que con tu hijo hubo algo, porque a la brigada de mi campamento que trabaja en el patio de Guamajal ese día la viraron”.
Martinoticias: ¿Sabe si el hospital de Guamajal tiene condiciones para tratar una persona en la situación de su hijo?
DR: No, no tiene condiciones. Yo se lo digo porque yo he entrado a ese hospital, precisamente a verlo a él, que ha estado ingresado otras veces allí. Allí las camas son unos cuartos cerrados, aislados, Lo único que tienen allí es sueros y algunas inyecciones, pero no tienen equipos como para una persona grave. Esos equipos sólo los tiene el hospital civil. Allí hay un enfermero que va a sus horas a darles los medicamentos, ya después sale de allí y no entra más. O sea, que si algún paciente se pone grave como se puso mi hijo, simple y llanamente lo encuentran muerto.Y ya.
DOS O MÁS ¿NO ES UN PATRÓN?
Aunque Roberto Antonio Ribalta Junco era un recluso común, hay algo que vincula su caso con el de dos presos políticos muertos en los últimos años en Cuba bajo custodia: su huelga de hambre.
En Cuba los presos recurren a atentar contra su salud, y eventualmente sus propias vidas, como último recurso contra los abusos del sistema judicial-penal. En huelgas de hambre murieron, en febrero de 2010, Orlando Zapata Tamayo, tras 83 días de ayuno; y en enero del 2012, Wilman Villar Mendoza, tras 50 días sin comer. Sus familiares también se quejaron de que los dejaron morir sin asistencia médica.
Además, la madre de Zapata, Reyna Loyda Tamayo, no se ha cansado de decir que el gobierno de Cuba mató a su hijo cuando ordenó cortarle el suministro de agua para que dejara la huelga. Durante 16 días. Y que sólo cuando ya no tenía salvación lo llevaron al Hospital Nacional de Reclusos y, para salvar la cara, al hospital insignia del sistema nacional de salud, el Hermanos Amejeiras.
Cualquier semejanza ¿le parece pura coincidencia?
Su fallecimiento, bajo custodia de las autoridades penitenciarias villaclareñas, podría catalogarse como otro caso de desidia o negligencia criminal de los carceleros, muy frecuentes en el sistema penal cubano.
En mayo del 2009 el diario El Nuevo Herald reportó, citando a la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional y otras fuentes, que sólo en los primeros cinco meses de ese año habían fallecido bajo custodia 18 presos comunes, en la mayoría de los casos por negligencia de las autoridades penitenciarias. Esta suele incluir la negación o dilación de la asistencia médica, como en los casos de ataques al corazón o sobredosis de fármacos.
NORMAS INTERNACIONALES
En ese sentido las Reglas Mínimas para el Tratamiento a Reclusos aprobadas por Naciones Unidas en 1957 prescriben (46.1) que “la administración penitenciaria escogerá cuidadosamente el personal de todos los grados, puesto que de la integridad, humanidad, aptitud personal y capacidad profesional de este personal dependerá la buena dirección de los establecimientos penitenciarios”.
Estas mismas reglas también señalan (22.1) que “Todo establecimiento penitenciario dispondrá por lo menos de los servicios de un médico calificado (…). Los servicios médicos deberán organizarse íntimamente vinculados con la administración general del servicio sanitario de la comunidad o de la nación (…) 2) Se dispondrá el traslado de los enfermos cuyo estado requiera cuidados especiales, a establecimientos penitenciarios especializados o a hospitales civiles. Cuando el establecimiento disponga de servicios internos de hospital, éstos estarán provistos del material, del instrumental y de los productos farmacéuticos necesario para proporcionar a los reclusos enfermos los cuidados y el tratamiento adecuados. Además, el personal deberá poseer suficiente preparación profesional”.
Después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, el derecho a la vida fue el primer derecho citado en la Declaración Universal de Derechos Humanos aprobada en 1948, luego de los dos primeros, que proclaman la igualdad de derechos para todos
¿Se hizo todo lo posible para salvar la vida de este villaclareño de 44 años? ¿Se cumplían las prescripciones de Naciones Unidas en los penales donde transcurrió la tragedia de Ribalta Junco? ¿Hubo algo más que negligencia de los carceleros?
EL HERMANO
Hablamos al respecto con Alexander Ribalta, hermano del fallecido.
Alexander Ribalta: El se mantuvo sin comer desde el 10 de enero, cuando lo detuvieron, hasta el 17 de febrero cuando falleció. En todo ese tiempo a mi madre la dejaron verlo una vez y casi a diario la llamaban de la prisión para decirle que mi hermano estaba bien, que su vida no corría peligro, que estaba hidratado, etc. Hasta el momento en que le trajeron la noticia de su muerte, que es lo que no entendemos los familiares.
Martinoticias: ¿Qué supieron ustedes extraoficialmente durante ese tiempo?
AR: Por una persona que llamó supimos que en la prisión de La Pendiente lo habían puesto en una celda tapiada, donde lo habían golpeado y le habían negado el agua. Y el día antes de su muerte, por otra persona anónima supimos que estaba muy mal y que lo iban a trasladar a un hospital civil. Eso no lo tenemos muy claro porque en ningún momento mi hermano estuvo en un hospital civil sino en el de la prisión de Guamajal.
Martinoticias: Tengo entendido que tú fuiste al hospital mientras le estaban practicando la necropsia…
AR: Cuando nos avisaron, sobre las 10:00 am del 17 fui rápido para el hospital con mi sobrina y pedimos ver el cadáver, porque no lo podíamos creer, pero nos dijeron que no podíamos verlo hasta que terminaran de trabajar con él. A las 6 de la tarde fue que mi sobrina intentó vestir el cadáver, pero lo único que hizo fue ayudar, porque tampoco la dejaron.
Martinoticias: Tu hermana Elianey, que es enfermera y vive aquí en Miami, está convencida de que cuando él murió estaba solo, sin asistencia, porque para cerrarle los ojos y la boca hubo que coserlos debido al rigor mortis, que sólo ocurre de 3 a 4 horas después del fallecimiento.
AR: Sí, porque los tenía muy rígidos. En el transcurso de todo este dolor hemos ido sabiendo que debió haber muerto muy solo, y que lo encontraron en la mañana. Un oficial nos dijo que debe haber sido a las 7 de la mañana, porque antes le preguntó algo a un recluso de otra celda.
Martinoticias: ¿Sabes qué tiempo hacía que lo habían trasladado al hospital?
AR: A las cuatro de la tarde del viernes. El murió el sábado. Y no sabemos para qué lo llevaron, porque en ningún momento nos comunicaron a los familiares que mi hermano estaba en el hospital. Cuando preguntamos de qué había muerto, la persona que hizo la necropsia nos dijo que no había una causa de muerte aparente, que en su momento oportuno nos darían respuesta.
MUERTES BAJO CUSTODIA: UNA PERSPECTIVA
Un jurista brasileño que ha escrito sobre las muertes bajo custodia, Genival Veloso de França, señala la necesidad de que, además de la necropsia, las autoridades emprendan una investigación criminal en todos los casos de muerte bajo custodia, ya que en todas cabe una sospecha. En los países del mundo donde ocurren, las autoridades son a menudo acusadas de abusos, negligencia, racismo o encubrimiento de las causas de estas muertes.
Veloso de França señala que todos los casos de muerte bajo custodia “merecen una actitud enérgica del poder público y un tratamiento especial por parte del peritaje médico legal ante la garantía que la sociedad debe tener de que la autoridad actuó de forma correcta”. También precisa que “tal posición es la que se espera de todo gobierno democrático con políticas claras de derechos humanos y que vele por el mantenimiento de un estado de derecho”.
LA MADRE
Doraida Junco, la madre de Ribalta tiene varias razones para sospechar. Una de ellas es que cuando fueron a buscar la ropa con que iba vestido su hijo el día del arresto les dijeron que no aparecía. Pero también sospecha porque la llamaron reclusos del penal La Pendiente.
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Doraida Junco: Me llamaron y me dijeron que lo habían golpeado. Inclusive, cuando mi nieta fue al hospital a vestirlo, no la dejaron terminar. Ella le revisó el cuerpo a petición de mi hijo Alexander, pero no pudo verle la espalda, porque no podía voltearlo, y entonces vino un guardia, le quitó el pulóver y le dijo: “Dame acá para ponerle el pulóver”. También me dijeron que él gritaba que le dieran agua y el guardia le decía “Si no quieres comer tampoco te voy a dar agua”. Y lo tenían en celda tapiada.
Martinoticias: ¿Recibió otras llamadas?
DR: El día 15, sobre las 4 de la tarde, me llamó un señor que después he podido averiguar que era un guardia. No voy a revelar su nombre, pero me dijo que a mi hijo se lo habían llevado remitido en bastante mal estado para el hospital nuevo (el provincial Arnaldo Milián), aunque no sabía si lo llevarían allí o lo desviarían. Pero yo creo que nunca lo llevaron al hospital nuevo, porque cuando él estaba allí (como recluso) siempre buscaba la manera de avisarme con alguna persona y esta vez me desvelé esperando por esa llamada y nunca llegó.
Martinoticias: ¿Adonde fue su hijo a ver el cadáver?
DR: A la prisión de Guamajal. Y todo fue un misterio, porque después me llamó un pariente que está preso en régimen abierto, en un campamento y me dijo: “Doraida, no dejes esto de la mano, que con tu hijo hubo algo, porque a la brigada de mi campamento que trabaja en el patio de Guamajal ese día la viraron”.
Martinoticias: ¿Sabe si el hospital de Guamajal tiene condiciones para tratar una persona en la situación de su hijo?
DR: No, no tiene condiciones. Yo se lo digo porque yo he entrado a ese hospital, precisamente a verlo a él, que ha estado ingresado otras veces allí. Allí las camas son unos cuartos cerrados, aislados, Lo único que tienen allí es sueros y algunas inyecciones, pero no tienen equipos como para una persona grave. Esos equipos sólo los tiene el hospital civil. Allí hay un enfermero que va a sus horas a darles los medicamentos, ya después sale de allí y no entra más. O sea, que si algún paciente se pone grave como se puso mi hijo, simple y llanamente lo encuentran muerto.Y ya.
DOS O MÁS ¿NO ES UN PATRÓN?
Aunque Roberto Antonio Ribalta Junco era un recluso común, hay algo que vincula su caso con el de dos presos políticos muertos en los últimos años en Cuba bajo custodia: su huelga de hambre.
En Cuba los presos recurren a atentar contra su salud, y eventualmente sus propias vidas, como último recurso contra los abusos del sistema judicial-penal. En huelgas de hambre murieron, en febrero de 2010, Orlando Zapata Tamayo, tras 83 días de ayuno; y en enero del 2012, Wilman Villar Mendoza, tras 50 días sin comer. Sus familiares también se quejaron de que los dejaron morir sin asistencia médica.
Además, la madre de Zapata, Reyna Loyda Tamayo, no se ha cansado de decir que el gobierno de Cuba mató a su hijo cuando ordenó cortarle el suministro de agua para que dejara la huelga. Durante 16 días. Y que sólo cuando ya no tenía salvación lo llevaron al Hospital Nacional de Reclusos y, para salvar la cara, al hospital insignia del sistema nacional de salud, el Hermanos Amejeiras.
Cualquier semejanza ¿le parece pura coincidencia?