Tres títulos más que en la cita anterior –aunque diez medallas menos que aquel total—le otorgaron finalmente a Cuba el lugar 15 en los Juegos Olímpicos de Londres.
Los de la Isla se acomodaron en algún sitio del podio en siete deportes diferentes, y solo los boxeadores, que cuatro años antes habían tocado fondo en China – en 2008 no ganaron ninguna división—hicieron ahora resonar dos veces, a orillas del Támesis, el himno de Bayamo.
Robeisy Ramírez se hizo del cinturón de los 52 kilogramos, Roniel Iglesias de los 64, en tanto obtenían bronces Lázaro Álvarez (56) y Yasniel Toledo (60). Otras coronas fueron las del tirador Leurys Pupo, en pistola rápida a 25 metros (un éxito increíble, pues en La Habana a veces entrenan sin proyectiles), de la judoca Idalys Ortiz (78 kilogramos) y del luchador de estilo greco Mijaín López (120 kilos).
El gladiador repitió su oro de la Olimpiada anterior, lo que no pudo hacer el corredor de vallas Dayron Robles; este último había externado su malestar por una deficiente preparación en los meses recientes, y su lesión de ahora en la final de Londres –donde defendía su reinado-- obligó a la delegación cubana a hacer público un dictamen médico, en el afán de atajar cualquier suspicacia.
También hubo premios al cuello de los atletas antillanos Yarisley Silva (segunda en pértiga) y Leonel Suárez (tercero en decatlón), dos pruebas diametralmente opuestas a la tradición de su país.
El judo aportó los subtítulos de Asley González (90 kilos) y Yanet Bermoy (52), en tanto otros tres criollos se aferraban a la última medalla posible: Robelis Despaigne (taekwondo, 80 kilogramos), Iván Cambar (pesas, 77 kgs) y Liván López (lucha libre, 66 kgs), todos ellos en el tercer lugar olímpico.
Si el velocista Dayron llegó a anunciar que diría adiós al deporte después de Londres, los pesistas habían hecho públicas sus carencias en la preparación, y el boxeo, minado por las deserciones, podría enfrentar nuevas bajas en el ciclo que se avecina. Así, el lugar 15 de Cuba en el medallero –un repunte de 13 escalones, con todo y recolectar menos premios que en Pekín—reflejó el esfuerzo espartano de unos atletas contra el mundo y contra sus demonios.
En un orden más universal, estos fueron los Juegos de Michael Phelps, el nadador norteamericano que ya es el máximo ganador de medallas en el olimpismo; los de Usaín Bolt, primer humano que gana los 100 y 200 metros planos en dos Juegos consecutivos; los del baloncesto yanqui, con sus jugadores de la NBA, otra vez campeones, y los del fútbol mexicano, con su rutilante oro como trofeo llevado a casa, allí donde el plomo es el metal cotidiano.
Estados Unidos volvió a comportarse como la potencia que es, y dominó el medallero, con 46 cetros, 29 platas y 29 bronces; China, que organizó la lid anterior en Pekín (cuando coronó a 51 deportistas, muchos más que los 36 estadounidenses) cayó esta vez a la segunda posición, con 38-27-22; los británicos, ante su afición, anclaron en el tercer puesto (29-17-29).
Robeisy Ramírez se hizo del cinturón de los 52 kilogramos, Roniel Iglesias de los 64, en tanto obtenían bronces Lázaro Álvarez (56) y Yasniel Toledo (60). Otras coronas fueron las del tirador Leurys Pupo, en pistola rápida a 25 metros (un éxito increíble, pues en La Habana a veces entrenan sin proyectiles), de la judoca Idalys Ortiz (78 kilogramos) y del luchador de estilo greco Mijaín López (120 kilos).
El gladiador repitió su oro de la Olimpiada anterior, lo que no pudo hacer el corredor de vallas Dayron Robles; este último había externado su malestar por una deficiente preparación en los meses recientes, y su lesión de ahora en la final de Londres –donde defendía su reinado-- obligó a la delegación cubana a hacer público un dictamen médico, en el afán de atajar cualquier suspicacia.
También hubo premios al cuello de los atletas antillanos Yarisley Silva (segunda en pértiga) y Leonel Suárez (tercero en decatlón), dos pruebas diametralmente opuestas a la tradición de su país.
El judo aportó los subtítulos de Asley González (90 kilos) y Yanet Bermoy (52), en tanto otros tres criollos se aferraban a la última medalla posible: Robelis Despaigne (taekwondo, 80 kilogramos), Iván Cambar (pesas, 77 kgs) y Liván López (lucha libre, 66 kgs), todos ellos en el tercer lugar olímpico.
Si el velocista Dayron llegó a anunciar que diría adiós al deporte después de Londres, los pesistas habían hecho públicas sus carencias en la preparación, y el boxeo, minado por las deserciones, podría enfrentar nuevas bajas en el ciclo que se avecina. Así, el lugar 15 de Cuba en el medallero –un repunte de 13 escalones, con todo y recolectar menos premios que en Pekín—reflejó el esfuerzo espartano de unos atletas contra el mundo y contra sus demonios.
En un orden más universal, estos fueron los Juegos de Michael Phelps, el nadador norteamericano que ya es el máximo ganador de medallas en el olimpismo; los de Usaín Bolt, primer humano que gana los 100 y 200 metros planos en dos Juegos consecutivos; los del baloncesto yanqui, con sus jugadores de la NBA, otra vez campeones, y los del fútbol mexicano, con su rutilante oro como trofeo llevado a casa, allí donde el plomo es el metal cotidiano.
Estados Unidos volvió a comportarse como la potencia que es, y dominó el medallero, con 46 cetros, 29 platas y 29 bronces; China, que organizó la lid anterior en Pekín (cuando coronó a 51 deportistas, muchos más que los 36 estadounidenses) cayó esta vez a la segunda posición, con 38-27-22; los británicos, ante su afición, anclaron en el tercer puesto (29-17-29).