El acuerdo sobre el programa nuclear iraní, que entró en vigor el sábado, representa una importante victoria para Hasan Rohani, pero el presidente iraní sólo obtendrá réditos políticos si el levantamiento de las sanciones mejora la situación económica, según los expertos.
Este acuerdo cerrado con las grandes potencias en julio de 2015 absorbió los 30 primeros meses de la presidencia de Rohani, elegido con una gran mayoría en junio de 2013.
No obstante, le permitirá materializar una de sus promesas de campaña: el levantamiento progresivo de una gran parte de las sanciones económicas internacionales impuestas a Irán desde 2006.
Estados Unidos y la Unión Europea confirmaron el sábado el levantamiento de sus sanciones contra Irán. El acuerdo nuclear abre una "nueva página en las relaciones de Irán con el mundo", declaró este domingo Rohani.
Incluso si el impacto económico no se nota rápidamente, Rohani espera capitalizar su éxito para reforzar su posición de cara a las elecciones legislativas del 26 de febrero.
Si los conservadores pierden su mayoría en el parlamento, el presidente, un religioso moderado, podrá aplicar más fácilmente sus reformas políticas y sociales. Y presentarse así en posición de fuerza a la elección presidencial de 2017.
"Para Rohani, era importante que las sanciones se levantaran antes de las legislativas, incluso si esto no tenía un impacto tangible hasta ese momento", señala Ellie Geranmayeh, experta del Europea Council on Foreign Relations.
"Él podrá entonces comparar su política con la de su predecesor Mahmud Ahmadineyad (2005-2013)", muy criticado por su gestión de la economía y su actitud de cara a la comunidad internacional, añade.
Los iraníes esperan sobre todo la política de Rohani en el terreno económico, ya que fue escogido con la promesa de una mejora de las condiciones de vida, que siguen siendo difíciles, señala el experto político conservador Amir Mohebian.
La inflación pasó de más del 40% con Ahmadineyad al 13% actual, pero al precio de una recesión sin precedentes y de una bajada continuada del valor de la moneda nacional, el rial.
En estas condiciones, la caída del precio del petróleo, por debajo de los 30 dólares, complica especialmente la tarea del presidente, que necesita capitales para relanzar y modernizar la economía.
La población "necesita ver resultados concretos", apunta Mohebian. Sin estos, la reelección de Rohani se anuncia difícil, incluso si actualmente goza de un 60% de popularidad, según los analistas.
Un revés en la elección de 2017 sería una novedad para un presidente saliente desde el establecimiento de la República Islámica de Irán en 1979. Rohani es su séptimo presidente y el primero huyó, mientras que el segundo fue asesinado, pero los otros cuatro renovaron su mandato de cuatro años.
Su suerte, vinculada a la del acuerdo, podría asimismo depender de un factor exterior: una eventual victoria de un candidato republicano en la elección presidencial de Estados Unidos en noviembre.
"Muchos republicanos se oponen a las negociaciones con Irán desde el principio", recuerda Foad Izadi, profesor de Política en la universidad de Teherán.
"El levantamiento de las sanciones es el motivo por el que Irán negoció. Si se levantan sin problemas, Rohani podrá sacar provecho y presentarse como alguien que ha sabido mantener sus promesas", apunta Foad Izadi.
En cambio, si los republicanos, mayoritarios en el congreso, continúan en su línea y si "el acuerdo se desvanece sin resultados concretos para los iraníes, la opinión pública (...) pedirá cuentas" a su presidente, añade.
Aunque los republicanos no obtengan la Casa Blanca, multiplicarán, como han prometido, los textos de ley para volver a imponer sanciones contra Irán bajo otros pretextos.
El guía supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, quien tiene la última palabra en materia nuclear y en todos los grandes asuntos del país, advirtió de hecho que cualquier sanción nueva constituiría una ruptura del acuerdo.
En la escena internacional, el acuerdo nuclear comenzó a modificar la imagen de Irán. Su primer resultado concreto fue la invitación cursada a Teherán para que participe en las negociaciones internacionales sobre la guerra en Siria.
Pero sus opositores, como Arabia Saudita o Israel, no han dicho su última palabra. La decisión de Riad de romper sus relaciones con Teherán, tras el ataque a su embajada, muestra que la hostilidad sigue siendo grande entre el Irán chiita, una potencia con cada vez más influencia en la región, y la sunita Arabia Saudita y sus aliados árabes.