Desde que el Rey Felipe VI encargó al líder del PSOE, Pedro Sánchez, formar un gobierno lo antes posible, la carrera ha sido difícil y llena de tropezones. Es cierto que las fichas que juegan están muy lejos de ser complementarias. Todo lo contrario, son más bien antagónicas, pero es lo que hay y el país puede perderse en un extraño marasmo, con el vacío que deja una crisis de poder.
El presidente en funciones, Mariano Rajoy, dejó el camino libre a unos pactos que todavía no se sabe bien en qué terminarán, aunque se presume que gobierne una coalición entre el PSOE, Podemos e Izquierda Unida. De esa tríada, en nuestra opinión, saldrá herido Pedro Sánchez, por mucho que se trate de un político joven con las ideas claras. Podemos e Izquierda Unida son prácticamente lo mismo, aunque el partido de Pablo Iglesias vaya disfrazado de reformista.
Iglesias ha dejado claro que no permitirá, ya no la entrada de Ciudadanos en la coalición, sino incluso el diálogo de Sánchez con el partido que representa la nueva derecha española. Iglesias va muy “sobrado”, como se diría popularmente en su país. Este lunes ha entregado su programa por escrito a Sánchez, un legajo de aproximadamente 100 páginas en el que le indica lo que desea dirigir.
Bajo su mando –según este documento- estaría el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) –léase los servicios de inteligencia y espionaje-, el Boletín Oficial del Estado (BOE), el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y nada más y nada menos que la Secretaría de Comunicación del nuevo gobierno.
Asimismo, escribe el diario El Mundo, Iglesias crea dos órganos nuevos bajo su poder: Una secretaría de Estado sobre corrupción para dirigir la lucha contra este problema, tan delicado en los grandes partidos tradicionales (PP y PSOE, lo que indica que le podría pasar cuenta a su propio jefe), y una oficina sobre Derechos Humanos para España. Según la estructura planteada por Iglesias, la burocracia crecería al crear un nuevo ministerio, el de Plurinacionalidad. Bajo este órgano rector, el país quedaría dividido en naciones y comunidades. Por supuesto, Cataluña sería la primera en colocarse ahí.
Y ese es el punto clave que vemos difícil para una negociación PSOE-Podemos. El tema del independentismo, o “soberanismo” nacionalista, como se quiera llamar, no le interesa para nada a Pedro Sánchez.
Los periódicos publican día a día el contenido de las negociaciones, tanto entre Sánchez e Iglesias como entre Sánchez y Albert Rivera, líder de Ciudadanos. Lo que no se ve es un avance para poner fin a esta crisis, inédita en la democracia española. Y es lógico que no se pongan de acuerdo: los partidos en pugna, los que obtuvieron más escaños en las elecciones de diciembre último, nada tienen que ver ideológicamente. Algunos incluso son extemporáneos, representan a ”Españas” diferentes.
El presidente en funciones Mariano Rajoy no debía haber dimitido como lo hizo, dejando un vacío de poder. (Su salida al problema fue una dimisión en toda regla). Pero las denuncias por corrupción sobre su partido crecían a diario.
El tiempo corre y, tal como se ven las cosas, el próximo gobierno de España tendrá que formarse bajo presión. Con espíritu finalista, como diríamos en Cuba de cara a un examen importante. Esta semana, repetimos, los negociadores deben tener una propuesta de gobierno para presentarla ante el Rey Felipe VI.
Corresponde a Pedro Sánchez decidir con qué “elementos” se queda.