Todos los déspotas, sin importar ideología o procedencia, son más enemigos de la libertad de prensa y de expresión que de los sectores que se les oponen, porque son conscientes que la información libre es el factor que más perjudica sus propósitos de conservar el poder e imponer su voluntad.
Las dictaduras militares que ensombrecieron América Latina en el pasado siglo XX practicaban la censura de los medios de información para evitar que se divulgaran las violaciones a los derechos humanos en que incurrían con regularidad, pero esas restricciones eran temporales y cuando la censura era levantada, los medios publicaban las noticias que habían sido represadas por el régimen.
En cambio los autócratas de la nueva ola gustan al igual que sus pares castrense censurar e intimidar a los periodistas y los medios, pero su objetivo final es controlar la información para que la censura sea permanente y temporal.
El control o la ausencia de las libertades de expresión e información es una práctica casi constante en América Latina aun por gobiernos que han sido electos por sus pueblos y cuenta con la legitimidad del voto, hay que reconocer que Cuba es una excepción porque en ese país todos los medios fueron confiscados y cincuenta y cuatro años después, permanecen bajo el control absoluto del gobierno.
Gobiernos como los de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Argentina, entre otros, procuran legalmente imponer restricciones que limitan la capacidad de informar y en consecuencia el derecho del ciudadano de estar informado.
Los presidentes de estos países son censores de oficio. Prestan a los medios una particular atención porque rechazan admitir que se divulgue información que refute la oficial.
La situación de Cuba es muy singular. La censura en la isla es total. Los medios están controlados y los periodistas de esas entidades hay que calificarlos de oficiales, porque no tienen la potestad de investigar o elaborar un trabajo que no haya sido previamente sometido a la censura, de ahí que en la isla de los Castro haya surgido un periodismo independiente que implica grandes riesgos para los hombres y mujeres que lo practican.
En Venezuela, desde que el desaparecido Hugo Chávez accedió al gobierno, la independencia de los medios de información ha sido severamente restringida, situación que se ha incrementado bajo el mandato de Nicolás Maduro, que al no tener el control de Chávez sobre sus partidarios y aliado, tampoco su popularidad, va hacia un proceso de radicalización y concentración de poderes con el objetivo de continuar tutelando los destinos del país.
Maduro, imitando una disposición sobre la prensa emitida por la dictadura cubana en 1999, Ley 88 de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba, recientemente creó el Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria, “una entidad que tendrá la autoridad de declarar de carácter reservado, clasificado o de divulgación limitada cualquier información, hecho o circunstancia con el fin de preservar la seguridad nacional, así como también prever y neutralizar potenciales amenazas de enemigos internos o externos”.
Si la Ley 88 de Castro dio fundamento para la tristemente famosa Primavera Negra de Cuba, en la que fueron arrestados entre otros activistas, decenas de periodistas independientes, el Cesppa de Maduro ya está prestando servicios invalorables al déspota venezolano.
Por ejemplo el periodista Víctor Hugo Donaire fue arrestado por denunciar que agentes de la policía judicial venezolana conducían automóviles de lujo y usaba joyas llamativas y el responsable de un titular en el diario 2001 sobre la escasez de gasolina en la ciudad capital, puede ir a prisión porque la fiscalía de Venezuela, por solicitud presidencial, inició un proceso judicial porque considera que titulares como esos crean zozobra en la sociedad.
El que la censura se sostenga sobre una legislación no la hace menos perjudicial al disfrute del ciudadano de sus libertades básicas.
Lo que acontece en Cuba y Venezuela y amenaza con suceder en otros países del continente, es un mal que demanda acciones enérgicas por parte de los afectados, pero también la solidaridad activa de todo ciudadano libre porque la globalización no solo se expresa en el comercio y el desarrollo tecnológico, también se expresa en la capacidad que tienen los dictadores en coordinar esfuerzos y estrategias para que el ciudadano se transforme en un siervo que deber servir fielmente a quien se ha convertido en su amo.
Las dictaduras militares que ensombrecieron América Latina en el pasado siglo XX practicaban la censura de los medios de información para evitar que se divulgaran las violaciones a los derechos humanos en que incurrían con regularidad, pero esas restricciones eran temporales y cuando la censura era levantada, los medios publicaban las noticias que habían sido represadas por el régimen.
En cambio los autócratas de la nueva ola gustan al igual que sus pares castrense censurar e intimidar a los periodistas y los medios, pero su objetivo final es controlar la información para que la censura sea permanente y temporal.
El control o la ausencia de las libertades de expresión e información es una práctica casi constante en América Latina aun por gobiernos que han sido electos por sus pueblos y cuenta con la legitimidad del voto, hay que reconocer que Cuba es una excepción porque en ese país todos los medios fueron confiscados y cincuenta y cuatro años después, permanecen bajo el control absoluto del gobierno.
Gobiernos como los de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Argentina, entre otros, procuran legalmente imponer restricciones que limitan la capacidad de informar y en consecuencia el derecho del ciudadano de estar informado.
Los presidentes de estos países son censores de oficio. Prestan a los medios una particular atención porque rechazan admitir que se divulgue información que refute la oficial.
La situación de Cuba es muy singular. La censura en la isla es total. Los medios están controlados y los periodistas de esas entidades hay que calificarlos de oficiales, porque no tienen la potestad de investigar o elaborar un trabajo que no haya sido previamente sometido a la censura, de ahí que en la isla de los Castro haya surgido un periodismo independiente que implica grandes riesgos para los hombres y mujeres que lo practican.
En Venezuela, desde que el desaparecido Hugo Chávez accedió al gobierno, la independencia de los medios de información ha sido severamente restringida, situación que se ha incrementado bajo el mandato de Nicolás Maduro, que al no tener el control de Chávez sobre sus partidarios y aliado, tampoco su popularidad, va hacia un proceso de radicalización y concentración de poderes con el objetivo de continuar tutelando los destinos del país.
Maduro, imitando una disposición sobre la prensa emitida por la dictadura cubana en 1999, Ley 88 de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba, recientemente creó el Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria, “una entidad que tendrá la autoridad de declarar de carácter reservado, clasificado o de divulgación limitada cualquier información, hecho o circunstancia con el fin de preservar la seguridad nacional, así como también prever y neutralizar potenciales amenazas de enemigos internos o externos”.
Si la Ley 88 de Castro dio fundamento para la tristemente famosa Primavera Negra de Cuba, en la que fueron arrestados entre otros activistas, decenas de periodistas independientes, el Cesppa de Maduro ya está prestando servicios invalorables al déspota venezolano.
Por ejemplo el periodista Víctor Hugo Donaire fue arrestado por denunciar que agentes de la policía judicial venezolana conducían automóviles de lujo y usaba joyas llamativas y el responsable de un titular en el diario 2001 sobre la escasez de gasolina en la ciudad capital, puede ir a prisión porque la fiscalía de Venezuela, por solicitud presidencial, inició un proceso judicial porque considera que titulares como esos crean zozobra en la sociedad.
El que la censura se sostenga sobre una legislación no la hace menos perjudicial al disfrute del ciudadano de sus libertades básicas.
Lo que acontece en Cuba y Venezuela y amenaza con suceder en otros países del continente, es un mal que demanda acciones enérgicas por parte de los afectados, pero también la solidaridad activa de todo ciudadano libre porque la globalización no solo se expresa en el comercio y el desarrollo tecnológico, también se expresa en la capacidad que tienen los dictadores en coordinar esfuerzos y estrategias para que el ciudadano se transforme en un siervo que deber servir fielmente a quien se ha convertido en su amo.