Las experiencias vividas en misiones en el extranjero tienen en los médicos cubanos un alto impacto psicológico, según arrojó un sondeo informal de Martí Noticias entre galenos de la isla.
“Son frecuentes los trastornos de ansiedad, los trastornos depresivos y muchas crisis familiares. Hay otros que han estado con certificado médico por periodos prolongados, por especialidades de psiquiatría específicamente. Yo conozco a varios de ellos”, advierte Arnoldo de la Cruz, clínico de la localidad de Palma Soriano, en Santiago de Cuba.
El origen de los padecimientos psicológicos puede darse por dos motivos: por un lado, las vivencias traumáticas, como episodios violentos y carencias con que lidiaron en un país extraño, y por otro, la oportunidad de residir por años en sociedades libres y democráticas, y tener luego que regresar a la isla.
“A mí en lo particular muchos médicos me lo han dicho: 'Compadre, yo no me adapto a esto aquí. Verdad que no me siento bien. Me cuesta trabajo hacer este trabajo aquí'”, refiere el terapeuta santiaguero Roberto Serrano.
“El médico que sale y viene, ya viene con una visión totalmente distinta, una visión bastante clara de lo que es vivir en un mundo, en una sociedad abierta, en una sociedad democrática”, agrega.
El doctor Yanel González, quien reside desde hace 2 años en Estados Unidos luego de escapar de una misión en Venezuela, aclara que las tensiones comienzan antes de salir de la isla.
“Me impactó mucho todo lo que se pasa, empezando desde que estás en La Habana, esperando a que salga tu vuelo, que si hoy, que si mañana o la semana que viene. Hay personas que han esperado hasta un mes”, cuenta.
Las situaciones estresantes siguen una vez que has llegado al albergue en el nuevo país. González detalla que si llegabas muy tarde no podías comer ni bañarte: debías acostarte a dormir hasta el día siguiente, en pequeños cuartos, junto a extraños.
“Cuando eres nuevo, no sabes para dónde vas ni por qué. No sabes cuál será tu suerte. Muchas veces las personas que lo deciden no trabajan ni en el área de salud y a cada rato te preguntas: ¿Qué clase de doctor soy yo? ¿Es este el respeto que merezco por tantos años de sacrificio y dedicación a sanar a otros?”
El incidente más difícil que vivió antes de decidirse a escapar vía Colombia, sucedió una tarde mientras estaba de guardia en el Centro de Diagnóstico Integral, CDI, donde trabajaba.
“Llegaron tres pacientes al mismo tiempo, uno de ellos herido de arma de fuego. Y uno de sus familiares comentó: ‘Si se muere, usted también, doctor’”, recuerda. “Así de simple”.
Por esta y otras situaciones que enfrentó mientras ejercía la medicina en Venezuela, González fue diagnosticado como hipertenso.
Por su parte, De la Cruz da fe de los padecimientos físicos que estas situaciones han provocado entre numerosos colegas suyos que han terminado en su consulta.
“Tengo algunos médicos que son mis pacientes actualmente, que han sufrido enfermedades que inclusive les han dejado daños también orgánicos. Las secuelas orgánicas han quedado allí y las psicológicas también”, apunta.
El impacto no solo se debe a los aspectos políticos y sociales de los que fueron parte en esas sociedades, sino del nivel adquisitivo que llegaron a tener, y que, una vez de vuelta en la isla, desaparece.
Pasados un par de años, los fondos que acumularon en la misión decrecen, si no se agotan completamente. La solución que vislumbran vuelve a ser una nueva misión, que implica desarraigo y separación familiar.
“El médico que sale de misión prácticamente no quiere trabajar aquí. Cuando llega aquí lo que esta es mucho más preocupado por volver a salir que por hacer su labor acá desde el punto de vista médico”, dice Serrano.
El terapeuta indica que muchos de estos médicos manifiestan desinterés por su trabajo en la isla y se muestran ansiosos por volver a salir, en un ciclo a menudo interminable, salvo por la emigración definitiva o por determinadas circunstancias familiares o de salud.