Hace años Mario Vargas Llosa, ganador del Premio Nóbel de Literatura, dijo que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México era la dictadura perfecta.
Por 71 años seguidos el PRI gobernó México. Todos los presidentes ejercían el cargo por seis años y entonces con “un dedazo” escogían a su sucesor. Eso duró hasta principios de este siglo XXI cuando el conservador PAN y su candidato Vicente Fox lograron derrotar al PRI.
Con Enrique Peña Nieto, electo en comicios controversiales, el PRI regresa al poder. El sábado toma posesión del cargo pero primero una visita en busca de legitimar su elección a Washington, D.C. donde se reunió con el Presidente Barack Obama y miembros del Congreso.
La esperanza en México y Estados Unidos es que el PRI logre controlar la violencia que en el último sexenio ha ocasionado 60,000 muertos en una lucha encarnecida entre el gobierno y los carteles de la droga y aún entre los mismos traficantes de drogas. Todo comenzó cuando el presidente saliente Felipe Calderón le declaró la guerra a los narcotraficantes hace seis años. Sus esfuerzos fracasaron.
Ya hasta el mismo Calderón entiende que su política fue un fracaso. Y es que no es posible controlar el tráfico de drogas en México mientras en Estados Unidos exista una población de por lo menos 20 millones de personas que consumen y pagan por las drogas.
México no es sólo drogas como lo cree más de la mitad del pueblo norteamericano, de acuerdo a una encuesta Vianovo publicada en el National Journal. Los estadounidenses creen que México es un país ingobernable. Sólo un 17 % cree que la economía mexicana es moderna; el 72 % cree que es peligroso viajar a México. Si le pidieran que describieran a México con una palabra, la misma sería “drogas’”.
La economía de México crece con más rapidez que la de Brasil, y está por encima de Corea del Sur entre las mayores economía del mundo. Pero la economía no fue el motivo por el cual los mexicanos escogieron a Peña Nieto – aunque algunos todavía aseveran que el PRI se robó las elecciones. Los mexicanos quieren que alguien detenga la violencia.
Un funcionario gubernamental hoy retirado me dijo que el PRI siempre había tenido bajo control a los narcotraficantes en México. Otros observadores con más cinismo dicen que lo podían hacer porque el PRI tenía a funcionarios que traficaban drogas. Muchos en México lo creen, pero nunca lo han probado.
Peña Nieto es la nueva cara del viejo partido. El espera poder controlar la violencia y mejorar la imagen de México en el exterior, con los medios de prensa y en particular en los Estados Unidos.
Esta semana la revista británica The Economist dice que el gobierno estadounidense está equivocado en pensar que México es un estado fallido. Su economía es pujante. Ya es el mayor exportador de pantallas planas de televisión y de teléfonos Blackberry en el mundo. También fabrica y exporta refrigeradores, autos y hasta cosas para la industria aeroespacial.
The Economist dice que para el 2018 los estadounidenses van a ver más productos “Hecho en México” que los “Made in China”. México será el principal exportador de productos a los Estados Unidos.
Esta semana Peña Nieto visitó al presidente Barack Obama, cuatro días antes de tomar posesión. Muchos piensan que eso le ayuda a fortalecer su posición como presidente y olvidar las acusaciones de fraude en los comicios.
Peña Nieto tiene que hacerle ver a Estados Unidos que tiene que crear más puntos de entrada para sus productos. Las largas colas en la aduana de la frontera dificultan el intercambio comercial. A la vez Peña Nieto tiene que convencer a sus partidarios de izquierda que deben permitir la presencia de agentes de aduana de Estados Unidos dentro de México. Esto agilizaría los trámites. Y a la vez no daña en nada la soberanía tan importante para muchos mexicanos. Canadá lo permite y nadie lo critica por hacerlo.
Peña Nieto y la administración del presidente Obama tienen que buscar la forma de mejorar las relaciones entre los dos países. Hay que hablar más de beneficios económicos para ambos países y menos de indocumentados.
Esto haría que Estados Unidos dependiera menos de los productos del lejano continente asiático y fortalecería la economía y las relaciones entre los dos países vecinos.
Por 71 años seguidos el PRI gobernó México. Todos los presidentes ejercían el cargo por seis años y entonces con “un dedazo” escogían a su sucesor. Eso duró hasta principios de este siglo XXI cuando el conservador PAN y su candidato Vicente Fox lograron derrotar al PRI.
Con Enrique Peña Nieto, electo en comicios controversiales, el PRI regresa al poder. El sábado toma posesión del cargo pero primero una visita en busca de legitimar su elección a Washington, D.C. donde se reunió con el Presidente Barack Obama y miembros del Congreso.
La esperanza en México y Estados Unidos es que el PRI logre controlar la violencia que en el último sexenio ha ocasionado 60,000 muertos en una lucha encarnecida entre el gobierno y los carteles de la droga y aún entre los mismos traficantes de drogas. Todo comenzó cuando el presidente saliente Felipe Calderón le declaró la guerra a los narcotraficantes hace seis años. Sus esfuerzos fracasaron.
Ya hasta el mismo Calderón entiende que su política fue un fracaso. Y es que no es posible controlar el tráfico de drogas en México mientras en Estados Unidos exista una población de por lo menos 20 millones de personas que consumen y pagan por las drogas.
México no es sólo drogas como lo cree más de la mitad del pueblo norteamericano, de acuerdo a una encuesta Vianovo publicada en el National Journal. Los estadounidenses creen que México es un país ingobernable. Sólo un 17 % cree que la economía mexicana es moderna; el 72 % cree que es peligroso viajar a México. Si le pidieran que describieran a México con una palabra, la misma sería “drogas’”.
La economía de México crece con más rapidez que la de Brasil, y está por encima de Corea del Sur entre las mayores economía del mundo. Pero la economía no fue el motivo por el cual los mexicanos escogieron a Peña Nieto – aunque algunos todavía aseveran que el PRI se robó las elecciones. Los mexicanos quieren que alguien detenga la violencia.
Un funcionario gubernamental hoy retirado me dijo que el PRI siempre había tenido bajo control a los narcotraficantes en México. Otros observadores con más cinismo dicen que lo podían hacer porque el PRI tenía a funcionarios que traficaban drogas. Muchos en México lo creen, pero nunca lo han probado.
Peña Nieto es la nueva cara del viejo partido. El espera poder controlar la violencia y mejorar la imagen de México en el exterior, con los medios de prensa y en particular en los Estados Unidos.
Esta semana la revista británica The Economist dice que el gobierno estadounidense está equivocado en pensar que México es un estado fallido. Su economía es pujante. Ya es el mayor exportador de pantallas planas de televisión y de teléfonos Blackberry en el mundo. También fabrica y exporta refrigeradores, autos y hasta cosas para la industria aeroespacial.
The Economist dice que para el 2018 los estadounidenses van a ver más productos “Hecho en México” que los “Made in China”. México será el principal exportador de productos a los Estados Unidos.
Esta semana Peña Nieto visitó al presidente Barack Obama, cuatro días antes de tomar posesión. Muchos piensan que eso le ayuda a fortalecer su posición como presidente y olvidar las acusaciones de fraude en los comicios.
Peña Nieto tiene que hacerle ver a Estados Unidos que tiene que crear más puntos de entrada para sus productos. Las largas colas en la aduana de la frontera dificultan el intercambio comercial. A la vez Peña Nieto tiene que convencer a sus partidarios de izquierda que deben permitir la presencia de agentes de aduana de Estados Unidos dentro de México. Esto agilizaría los trámites. Y a la vez no daña en nada la soberanía tan importante para muchos mexicanos. Canadá lo permite y nadie lo critica por hacerlo.
Peña Nieto y la administración del presidente Obama tienen que buscar la forma de mejorar las relaciones entre los dos países. Hay que hablar más de beneficios económicos para ambos países y menos de indocumentados.
Esto haría que Estados Unidos dependiera menos de los productos del lejano continente asiático y fortalecería la economía y las relaciones entre los dos países vecinos.