“Cumplí con mi deber, cumplí con Cuba”, asegura el brigadista, escritor y periodista Luis González-Lalondry en la presentación de su nuevo libro “Al borde de la muerte”.
Con la presente son ya seis las obras que ha escrito este integrante del Quinto Batallón de la Brigada 2506. La presentación del libro tuvo lugar en la noche del jueves, 17 de octubre, en la sede de la Brigada 2506, en la Pequeña Habana, “un lugar santo, sagrado”, como dijo González-Lalondry en su intervención.
La obra es el testimonio de una de las páginas de la historia moderna de Cuba que muy poco se ha estudiado; la violencia impuesta por los seguidores de Fidel Castro desde el mismo inicio de la lucha política contra Fulgencio Batista. Una violencia que iba desde los secuestros (piloto automovilista Juan Manuel Fangio, dos naves de Cubana de Aviación, marines estadounidenses) hasta los atentados. El fratricidio iniciado desde el mismo 26 de julio de 1953 y que seguía en 1956 con la llegada de Castro a la isla. “Una guerra a muerte que nadie se explicaba” y escribe González–Lalondry que “aquello era una zona de guerra”.
Es una rápida lectura de la vida santiaguera previa a la llegada del régimen de Fidel Castro. Va brindando pinceladas de una ciudad convulsa, elegante, con estudiantes y empleados públicos, empresarios y comerciantes, soldados, políticos y maestros. Una urbe con animado tráfico, bares en penumbra, parques con animados residentes tomando helados o refrigerios. En esa ciudad en la que a Luis González-Lalondry le pusieron una pistola en la sien, le tiraron una granada, y tres matones con Pepito Tey a la cabeza le persiguieron hasta que pudo escapar en un ómnibus por la Alameda Michelsen. Y para colmo, los propios soldados del gobierno que defendía en sus programas radiales le dispararon al auto en el que viajaba con su hermano.
Las calles de Santiago de Cuba fueron escenario temprano de la intolerancia política de los partidarios de Castro, que ordenaban el asesinato de “civiles y militares”. Recuerda el escritor en su obra el asesinato del concejal Nicolás Rivero Agüero,y la muerte a perdigonazos de un soldado en El Caney, en 1955.
La orden de muerte contra el autor vino del propio Frank País, jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio, liderado por Fidel Castro. El que debía ejecutar el atentado era Pepito Tey, y recuerda el brigadista el intento fallido en una noche calurosa de Santiago.
Ese es uno de los ejemplos de “acciones” ordenadas por País. Tanto Frank como Luis eran de Santiago de Cuba y aunque estudiaron en colegios diferentes tenían amigos comunes.
Para decretar el asesinato de González-Lalondry, relata este, bastó su partición en la política nacional como dirigente juvenil del Partido Acción Progresista, el ser empleado municipal y conducir el programa radial “La Juventud con Batista” en la estación Radio Libertad de Santiago de Cuba.
También incluye el libro el relato del sargento Manuel Favelo, que disparó por la espalda a Frank País cuando este intentaba huir. Reaparece en las páginas la eterna interrogante sobre la delación de Vilma Espín con una indiscreta llamada telefónica al escondite del buscado cabecilla del 26 de Julio. Y expone la inocencia del Coronel Bonifacio Haza, acusado falsamente y fusilado en la Loma de San Juan el 12 de enero de 1959. También limpia el nombre de Luis Mariano Randich, agente de la Policía Secreta, asesinado por orden de Vilma Espín.
Desde la misma mañana del 1 de enero de 1959 comenzó el entonces joven cubano una lucha que jura no ha cesado. Lalondy recordó en su discurso a “los hermanos de armas, de sangre”, y lamentó la pérdida de muchos de ellos. Dijo estar satisfecho con lo realizado en su vida, tanto en Cuba, como en Estados Unidos. Y sobre el que ordenó su muerte en Cuba, dijo el brigadista que lo perdonó entonces, después y ahora.
La historia de Cuba sigue siendo el objetivo principal en la labor del escritor cubano. Sus libros anteriores tenían como tema la invasión de Bahía de Cochinos en abril de 1961. “Bahía de Cochinos: historia de la invasión cubana”, “Sangre en Bahía de Cochinos”, “Prisioneros de guerra” son algunos de los libros que ha editado en Estados Unidos. Por décadas escribió en diarios de Nueva York y Miami, tuvo programas de radio en ambas ciudades y trabajó en la redacción de Radio Martí.
“La historia de Cuba será escrita con obras como esta, que serán fuentes para los futuros investigadores”, dijo en el acto Pedro Corzo, quien en condición de presidente del Instituto de la Memoria Histórica contra el Totalitarismo hizo la introducción del escritor en el acto.