Artículo de opinión
Una vez más un grupo de hombre y mujeres enarbolando el decoro que le falta a muchos poniendo su vida en peligro por tal denunciar los crímenes sistemáticos y permanentes que comete el régimen de los Castro. Ellos, retomaron una tradición de los opositores cubanos que se ha fortalecido en la lucha contra el totalitarismo, las huelgas de hambre, una gesta que un entrañable amigo, que decidió permanecer en Cuba, definía como, “morir a plazos y tal vez seguir viviendo luego.”
La decisión de ir a una huelga de hambre es compleja, difícil. No faltan quienes la critican, sin embargo, otros recurren a ella porque la consideran un arma estratégica contra el régimen si logra hacer eco en la opinión pública internacional ya que dentro de Cuba esa opinión no existe como consecuencia de la censura integral existente.
Las consecuencias de una huelga son impredecibles, máxime, cuando esta es masiva como la que protagonizaba José Daniel Ferrer, líder de la Unión Patriótica de Cuba, un hombre que ha demostrado coraje y entereza en sus actividades.
Ferrer, ex prisionero político de la Primavera Negra, inició la huelga el 20 de marzo, al que se incorporaron varios activistas de dentro y fuera de la Isla. El reclamo de todos es justo, con una demanda razonable, el cese de la represión y poder seguir ayudando a los necesitados, en un país donde la necesidad es el más común de los denominadores.
La sombría situación cubana se ha agudizado desde el momento que estos activistas decidieron declararse en huelga de hambre en un país donde las necesidades son masivas y las oportunidades para resolverlas prácticamente nulas. El gobierno es incapaz de resolver los problemas sociales de la población, aunque ejerce un férreo control sobre la asistencia social como corresponde al estado totalitario que representa. Ellos serán criminales, pero no tontos, un estado absolutista no permite ninguna gestión independiente.
La policía política y sus sicarios acosaron a los huelguistas, intimidaron a la familia y procuraron por todos los medios romper la unidad de los protestantes, de ahí la necesidad de manifestar en todas las instancias posibles solidaridad con aquellos que pusieron en peligros sus vidas para reclamar los derechos de todos.
Las condiciones físicas de los huelguistas están en constante deterioro y sabemos a ciencia cierta que de haber seguido así la muerte era un seguro destino, de ahí la necesidad de que los que crean sinceramente en la Libertad y los Derechos Humanos se sumen al reclamo del exilio, de parlamentarios de la Unión Europea, del Relator de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, en particular esos políticos que en defensa de la Pluralidad, la Tolerancia y la Diversidad demandan que a la dictadura cubana le levanten las sanciones, cese el embargo y le retiren de la lista de países terroristas, donde se reafirma que debe estar por la constante opresión y represión que practica contra los que disienten del régimen.
No tengo dudas, aunque no los comprendo, que en Estados Unidos y América Latina hay políticos, académicos, dirigentes sociales y creadores que creen de buena fe que el castrismo merece gestionar a Cuba y su pueblo en base a sus expectativas, pero si son sinceros en esas ideas, deberían ponerse del lado de José Daniel y sus compañeros porque estos están reclamando el derecho de ayudar a su prójimo, de asistir a los más necesitados.
Por ejemplo, escuché en la radio que el 42.2 por ciento de la población de Argentina está en pobreza extrema, una dolorosa cifra, pero no creo que a pesar de las inclinaciones ideológicas del presidente Alberto Fernández y de su vicepresidente Cristina Fernández ellos reprimirían a los sectores de la oposición que ayuden a esos necesitados.
Ser consecuente en política es un mandato irrevocable, razón por la cual el gobierno de Argentina y los muchos justicieros que reclaman igualdad de oportunidades, entre ellos los Pastores por la Paz, deberían exigirle al gobierno de la Isla que cese la represión y permita a los huelguistas cumplir con el compromiso social que voluntariamente contrajeron, pero no lo hacen, la hipocresía es una condición casi siempre presente en el populismo marxista.
Me dice mi esposa que despierte, que esos sueños bonitos no se cumplen.