En menos de un año, los bares privados de La Habana ganaron popularidad y excelencia entre los amantes de la vida nocturna. Algunos de los más concurridos se transforman cada noche en discotecas que cierran al amanecer.
Su competitivo auge germinó de la prohibición de los cines 3D, en otra ronda de iniciativas de los cubanos, residentes o no, con esperanzas de prosperidad económica lícita.
El ordenamiento de empleos por cuenta propia (privados) publicado por la Gaceta Oficial de Cuba no contempla la licencia para bar o discoteca. El permiso para la venta de bebidas alcohólicas se obtiene mediante la licencia de "elaborador vendedor de alimentos y bebidas mediante servicio gastronómico en restaurantes (paladares)", describe el mandato.
El autorizo para operar estos "bar-restaurantes (paladares)" es otorgado por el Departamento de Higiene municipal, una vez superadas las inspecciones donde se pretende iniciar el negocio.
La ubicación concentrada de los bares más glamourosos, en los municipios Plaza de la Revolución (Vedado) y Playa, no es casual.
Sarao, Bolahabana, Mio & Tuyo, Sangrila, Up and Down, La Flauta Mágica, entre los más populares, aprovechan las amplias y lujosas casas heredadas del capitalismo para superar cualquier logro de la gastronomía socialista. Cada detalle de estas instalaciones particulares borra la imagen deteriorada y estafadora que tienen los bares y discotecas del Estado.
Diseño cubano de excelencia
Silenciosamente lucrativos, los bares de La Habana son la inversión más fuerte de los cubanos en el sector privado. El dueño de uno de ellos, que por razones de seguridad omito el nombre y la ubicación del negocio, me confesó su satisfacción con la prosperidad como cuentapropista.
Según expresó, en cinco meses logró recuperar la inversión de $100.000, lo que le ofrece la posibilidad de cosechar ganancias desde el pasado mes de marzo.
Una fuente que negó identificarse, vinculada a la administración de los bares, asegura que la ganancia neta diaria alcanza los $2.000. Algunos lo logran incorporando cantantes nacionales de moda en sus propuestas durante la semana. Para llegar a estos niveles lucrativos, los dueños piensan el negocio a lo cubano.
En los más concurridos, se diseminan al menos unos cuatro parqueadores que ubican y custodian los autos modernos que durante la madrugada abarcan ciento cincuenta metros a la redonda.
Otro dispositivo de seguridad dispuesto evita las quejas de los vecinos. Cuando los clientes elevan el volumen de las conversaciones afuera del bar, le llaman la atención.
En la puerta, los clásicos forzudos que también custodian en el interior la entrada de las zonas VIP, iniciadas en Cuba por estos bares-restaurantes o discotecas.
Paladar, bar o discoteca
Las autoridades le llaman paladares, los noctámbulos, bares. Pero las luces LED parpadeantes ambientadas con humo y la proyección en grandes pantallas de videos musicales, acompañados por un instrumento musical tocado en vivo, dan la apariencia de discoteca.
Abastecidos para todos los gustos, las cantinas venden toda clase de bebidas nacionales e importadas, con servicio de primera clase.
Semejantes a la competencia estatal que opera en dólares, la mayoría de estos centros nocturnos no están diseñados para todos los cubanos. Los precios superan las fantasías de la clase media residente en la isla.
Las cervezas suelen costar hasta $3. El precio medio de una bebida (cocteles, tragos) oscila de $3 a $35, y las botellas desde $35 hasta $385, el cognac Hennessy XO.
A diferencia de los centros nocturnos estatales, no se paga por entrar, la climatización es perfecta, el sonido es óptimo, sin contaminar el exterior, y los sanitarios tienen la limpieza que proporciona el agua permanente.
Se expenden los cocteles y botellas sin adulterar medidas o sabores, no se agota la variedad de bebidas y los líquidos siempre tienen la refrigeración adecuada.
El resto de las ofertas ronda en el ambiente, matizado por cubanas sexys que compiten con sus vestuarios y presunción, en busca de partidos "para pasarla bien", por precios que bajan hasta los $30 cuando se acerca el amanecer.
Abiertos como restaurantes, con la intención de ser bares, no todos pretenden transformarse en discotecas cuando avanza la madrugada.
La Flauta Mágica, en el Vedado, vincula a la historia musical cubana mediante el compositor y director Richard Egües. Acopla el lujoso ambiente del lugar con el sonido de la maravillosa flauta de madera tocada por el músico.
Siá Kará Café, ubicado en la calle Industria esquina Barcelona, Habana Vieja, se inspira en el medio siglo que llevan los cubanos esperando por la prosperidad.
Imágenes añoradas del capitalismo en Cuba, tecnología rusa, objetos y electrodomésticos utilizados por los cubanos, que hoy causan risa. En ese ambiente unido al exquisito servicio, Siá Kará Café, ilumina al sector privado en la zona vieja de la capital como otro de los bares habaneros al que obligan llamarse paladar.
Este artículo fue publicado originalmente por Augusto César San Martín en Cubanet.