A pesar de la incertidumbre en cuanto a si la administración de Donald Trump hará cambios en la política hacia Cuba heredada de su predecesor, tres grandes compañías de cruceros basadas en Miami han incrementado sus itinerarios, el tamaño de los barcos asignados y los fondos de mercadeo para sus operaciones cubanas.
El Presidente del Consejo Comercial y Económico Estados Unidos-Cuba (USCTEC), John Kavulich, se pregunta si los ejecutivos de las grandes compañías de cruceros saben algo que los demás no saben, o si simplemente se están arriesgando.
Si el status quo se mantiene Norwegian, Carnival y Royal Caribbean obtendrían $ 210 millones anuales en ingresos brutos, y Cuba se embolsillaría $ 6 millones por derechos portuarios, en tanto que los más de 180.000 pasajeros dejarían unos $ 25 millones en la isla, calcula Kavulich.
“¿Se trata de un desafío a Trump o de estimular sus glándulas salivares de empresario? ¿Tienen estas decisiones autorización directa o implícita (estímulo) de la Administración Trump?” se pregunta el autor, y va más allá: “¿Ha decidido Trump dirigir desde detrás del telón?”
El presidente de USCTEC, entidad que ha monitoreado las relaciones comerciales y económicas bilaterales desde que comenzó la venta autorizada de alimentos a la isla en 2001, cree que en relación a Cuba podría prevalecer el ADN corporativo de Trump y media docena de miembros de su gabinete, que es razonable esperar que no interrumpan la mayoría de las actividades comerciales enfocadas en Cuba de medio centenar de empresas que en 2016 combinaron $ 974 mil millones en ingresos brutos globales y emplearon a dos millones de personas.
Los números
Las cifras del comercio con Cuba pueden ser un incentivo:
Desde diciembre de 2001, más de 150 empresas con sede en los Estados Unidos han exportado $ 5.300 millones en productos agrícolas y alimenticios a la isla, que por ley debe pagar en efectivo y por adelantado, y unos $ 18 millones en artículos relacionados con la salud, no sujetos a estas condiciones de pago. Todas estas ventas son amparadas por exenciones al embargo aprobadas por el Congreso.
Revela Kavulich que en torno a Cuba se ha discutido organizar una Comisión Presidencial para que diseñe una estrategia en tres fases: A) ¿Qué hacer hasta el 24 de febrero de 2018?(la inauguración de Miguel Díaz-Canel, Primer Vicepresidente de Cuba, como Presidente) B ) ¿Qué hacer después de su toma de posesión? C) ¿Cómo debería lucir la relación bilateral el 20 de enero de 2021 (fecha en que termina el mandato de Trump)?
Pero opina que la comunidad de negocios estadounidense debe estar preparada más para una serie de momentos y un enfoque reactivo que para la implementación de una estrategia, y cita en auxilio de esa tesis el inusual silencio de los legisladores cubanoamericanos.
En cuanto a posibles cambios el directivo de USCTEC toma en cuenta recientes declaraciones del senador cubanoamericano Marco Rubio, quien ha conversado varias veces sobre Cuba en privado con el presidente: "Estoy seguro de que el Presidente Trump tratará a Cuba como la dictadura que es, y que nuestra política en adelante reflejará el hecho de que no es del interés nacional de Estados Unidos hacer negocios con las fuerzas armadas cubanas".
Esto se traduciría en que futuros acuerdos entre empresas con sede en los Estados Unidos y operaciones controladas por el complejo militar-empresarial cubano GAESA ─como el de administración de hoteles del grupo Gaviota por una subsidiaria de la cadena hotelera Marriot─ no serían aprobados a menos que se consideren justificados por criterios específicos.
Kavulich cree que si algo en el legado de enmiendas regulatorias de Obama sobre Cuba corre un verdadero peligro es la licencia general expedida por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) de la Tesorería para los llamados viajes de pueblo a pueblo autodirigidos, una categoría que dice ha sido la fuente de la mayoría de los abusos.
Señala en ese sentido que numerosos abogados privados y del Gobierno de los Estados Unidos estiman que la OFAC no tenía autorización legal para permitir que los norteamericanos que visitan Cuba crearan sus propios itinerarios, pero la Administración Obama creyó lo contrario y apoyó estirar el marco legal con el objetivo de que hubiera de facto "turistas" estadounidenses involucrados en actividades "turísticas" en la isla.
El experto señala por otra parte que La Habana podría mejorar el formidable panorama comercial bilateral todavía existente aceptando de manera unilateral más de lo que le han propuesto las compañías estadounidenses, “pero ese programa de conciertos”, lamenta, “ha estado esperando por su público durante más de dos años”.