La desclasificación de documentos del gobierno de Estados Unidos que reseñan que Henry Kissinger cuando fue Secretario de Estado, consideró la posibilidad de invadir militarmente a Cuba y destruir el régimen de los Castro, una vez más ha colocado al gobierno de la isla en su papel preferido, el de víctima inocente de la potencia más poderosa del mundo.
La dinastía cubana desde 1959 a la fecha se viene presentando como un país acosado. Una nación injustamente atormentada por las diferentes administraciones estadounidenses , once mandatarios y diez y seis periodos presidenciales, mientras en la isla los dos hermanos han compartido el poder por el mismo periodo de tiempo, cincuenta y cinco años.
El acceso a documentos que reseñan lo bueno, lo malo y lo feo de los gobiernos, es posible en un país donde hay libre acceso a la información, condición que no habrá en Cuba hasta que no haya un cambio de sistema.
Cierto que Estados Unidos ha elaborado numerosos planes contra el régimen cubano y algunos de ellos fueron puestos en práctica en su momento, pero la dictadura castrista no ha sido menos confrontacional, porque siempre ha apoyado a los grupos antisistema que operan en este país, a la vez que sigue captando funcionarios y académicos para que espíen dentro del gobierno de Estado Unidos a su favor.
Las relaciones entre Washington y La Habana han estado signadas por la desavenencia, pero también por esfuerzos oficiales u oficiosos de Washington por normalizar vínculos diplomáticos, culturales y económicos, aunque es de esperar que la intención final de la Casa Blanca sea lograr un cambio de régimen en Cuba, una situación también apetecida por los Castro, pero a la inversa.
Hay que destacar que Kissinger tuvo éxito en mejorar sustancialmente las relaciones de Estados Unidos con la República Popular China y que un cambio similar con Cuba habría significado un triunfo diplomático sin precedentes.
La propuesta de atacar a Cuba de Kissinger, aunque está en los archivos del país, no pasó de ser una proposición, sin embargo su objetivo de normalizar las relaciones con el gobierno de La Habana si se concretaron, aunque no tuvieran éxito.
Inició sus gestiones hacia La Habana durante la administración de Richard Nixon, pero fue bajo el presidente Gerald Ford, que Kissinger, entre otras medidas, favoreció una resolución de la OEA que permitía a los estados miembro eliminar las sanciones a Cuba, otorgó licencias a subsidiarias norteamericanas en terceros países para que comerciaran con la isla y cambió algunas regulaciones que impedían atracar y suministrar combustible a barcos que viajaban a puertos cubanos.
Hubo negociaciones. Funcionarios americanos y cubanos se reunieron con el fin de superar las diferencias, pero no ocurrió porque Fidel Castro, consecuente con la visión imperialista que tenía del poder que detentaba, envió a Angola a miles de soldados con el único propósito de incrementar su imperio e influencias en la esfera internacional.
Kissinger no fue el pionero en favorecer las relaciones con Cuba. John F. Kennedy, aunque envió la Brigada 2506 a Cuba, también auspició contactos con el embajador cubano en la ONU, Carlos Lechuga, para llegar a algún tipo de convivencia. Hay también información de que el periodista Jean Daniels conversó con Fidel Castro y le entregó un mensaje conciliador del entonces presidente estadounidense.
Otro mandatario que favoreció mejorar las relaciones fue James Carter. Levantó restricciones de viaje a la isla, se establecieron las oficinas de intereses y se hicieron convenios que distendían las relaciones, pero la situación de nuevo cambio, cuando Cuba envió tropas a Etiopia.
El propio Ronald Reagan no dudó en enviar a su secretario de Estado, Alexander Haig a conversar con Carlos Rafael Rodríguez y posteriormente al embajador Vernon Walter viajó a La Habana y se entrevistó con Fidel Castro.
El presidente Bill Clinton intercambió mensaje con Castro a través del nobel Gabriel García Márquez, ex presidente de México Carlos Salina de Gortari y su disposición a dialogar fue abortada por el castrismo con el asesinato de los pilotos de Hermanos al Rescate. El presidente George W. Bush, aunque impuso severas sanciones a la dictadura cubana, también propició un incremento en las ventas de Estados Unidos a Cuba.
Por su parte el presidente Barack Obama ha favorecido lo que algunos especialistas denominan “relaciones pueblo a pueblo o intercambios culturales”, a la vez que ha demandado la liberación de los presos políticos y cambios a favor de la democracia.
Las relaciones han sido históricamente complejas entre ambos países, pero en todo momento se aprecia una constante, y es que más allá de la voluntad de Washington el gobierno de Cuba sigue demostrando su naturaleza de alacrán, porque no cesa de aguijonearse a sí mismo hasta envenenar a los demás.