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Turismo culinario da primeros pasos


El reportaje cita por su nombre numerosos paladares en La Habana en los que se puede comer casi cualquier plato.
El reportaje cita por su nombre numerosos paladares en La Habana en los que se puede comer casi cualquier plato.

Una publicación neozelandesa reseña el boom de los paladares en La Habana, cómo se abastecen y lo cara que sigue siendo la comida para el cubano de a pie.

Tras las reformas económicas en Cuba, maestros de cocina que se van de los restaurantes controlados por el estado y emigrantes que regresan están haciendo posible que los más creativos platos de todo el mundo se fundan con recetas criollas para fomentar una nueva cocina cubana, de mayor nivel, según un amplio reportaje publicado en Nueva Zelanda.

La nota de la publicación digital Stuff titulada “Una aventura culinaria en Cuba” empieza describiendo el trabajo de una reportera para encontrar, en busca de sushi, el Paladar de Santiago en Jaimanitas en cuyo menú se incluyen adem'as pulpo y pescados frescos.

“Nuestro taxista se perdió en las calles pobremente alumbradas, y la poca ayuda de direcciones vagas proporcionadas por borrachos en las esquinas”, señala.

La reportera explica “cafés, paladares, bares y locales donde se venden helados han florecido de la noche a la mañana” y antes de los cambios, añade, no había de qué hablar sobre comidas inspiradoras en la isla.

“La gastronomía de Cuba –dice—una rica fusión de España, África y oriunda de las Américas fue sacrificada en el altar de la supervivencia”.

Pero los días en que las pizzas en la calle tenían la “consistencia de un cartón” y los pollos eran fritos en “aceite barato y usado por centésima vez” ya pasaron, apunta.

El reportaje cita por su nombre numerosos paladares en los que se puede comer desde carpaccio, hongos, vegetales “perfectamente asados” hasta cualquier plato, incluido el Casa Miglis, en Centro Habana, el primero de comida escandinava abierto en la isla.

Aparte de los apagones que a veces interfieren el servicio que prestan, la publicación destaca que los dueños de estos negocios se mueven dentro de una compleja red de mercado negro para abastecerse de queso, mantequilla, yogur, mariscos y pan.

“No hay contratos con los abastecedores, de modo que es el caos organizado”, dice la reportera, quien además visitó “El mercado de los millonarios”, en el Vedado, adonde, aclara, no van a comprar ni los médicos ni los maestros.

El pescado y los mariscos son caros en el mercado negro, agrega, y la mayoría de los habaneros no pueden permitirse el lujo de comprarlos.

También señala que las frutas y vegetales y algunas carnes cuestas como promedio $50 al mes, en contraste con lo que gana típicamente un cubano, el equivalente de $31,5 al mes, “de manera que la mayoría tiene --puntualiza-- un segundo o tercer trabajo o son subsidiados por familiares en el extranjero”.
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