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Cuba: los negocios clandestinos no mueren


Archivo - Varios hombres conversan en la puerta de un cine 3D de propiedad privada en La Habana (Cuba).
Archivo - Varios hombres conversan en la puerta de un cine 3D de propiedad privada en La Habana (Cuba).

Cuando usted recorre una boutique del hotel Habana Libre, en el corazón del Vedado, o el centro comercial Comodoro, en el barrio de Miramar, mueve la cabeza al mirar los precios descaradamente abusivos.

Ha pasado un año desde que Manuela tuvo que cerrar su negocio de cine 3D tras el decreto del Gobierno prohibiendo la exhibición de filmes con la nueva tecnología.

Ya no se anuncia con un cartel lumínico en el garaje de su casa. Discretamente ha pasado a la clandestinidad. “No tengo la clientela que tenía antes, pero sigo operando. Los usuarios, por lo general niños y jóvenes, me llaman y contratan el servicio. Tengo tandas de hasta 12 personas. Cobro igual, un peso convertible por filme y un peso convertible por un refresco de cola y un tazón con rositas de maíz”, apuntó.

En Cuba no hay nada más parecido a un atraco que las tiendas estatales en moneda dura.

Daniel también mantiene activa su sala 3D los fines de semanas. "Tengo que recuperar los 3.000 dólares que invertí en una pantalla plana de 70 pulgadas en 3D, dos equipos de climatización y la adaptación de una habitación para cine”. En el otoño de 2013, el régimen de Raúl Castro prohibió los cines 3D y las ventas de ropa al detalle. Medidas tremendamente impopulares.

En las esquinas, las colas o en viejos taxis, la gente discrepaba de esas medidas. En el caso de la ropa, tenía un marcado carácter monopolista. Los negocios privados de prendas de vestir crearon un gran número de compradores, gracias al buen trato, mejor calidad, precios y condiciones de pago. En Cuba no hay nada más parecido a un atraco que las tiendas estatales en moneda dura.

Venden con sobrecargos que flotan entre el 240 y 450%. Además de impuestos abusivos, un porcentaje alto de la mercancía es de pésima factura. En los centros comerciales de La Habana aun se venden antiguos televisores de pantalla plana de 32 pulgadas en 700 cuc, unos 800 dólares. También hay lavadoras automáticas chinas en más de 500 y en 900 dólares y refrigeradores sudcoreanos fabricados en 2009.

Los compradores no tienen otra opción. A ello hay que sumarle la poca profesionalidad y mal trato de los dependientes. Según Erasmo, jefe de un almacén, algunos equipos son obsoletos y su venta comercial es de poco movimiento.

“En nuestros almacenes hay electrodomésticos que llevan años sin venderse, entre ellos televisores chinos ATEC ensamblados en Cuba, con tecnología de hace 30 años, que se venden a 270 cuc y lo lógico sería que se oferten a precios de costo. Resulta nada rentable que equipos viejos ocupen tanto espacio en un almacén. Pero el concepto de buen negocio es una asignatura desaprobada por el Gobierno”, indicó.

Cuando usted recorre una boutique del hotel Habana Libre, en el corazón del Vedado, o el centro comercial Comodoro, en el barrio de Miramar, mueve la cabeza de un lado a otro al mirar los precios descaradamente abusivos.

En La Habana han ido aumentando las personas dedicadas a vender mercaderías por debajo de la mesa, sin pagar un centavo al fisco.

En esas tiendas, un jean y un par de tenis pueden costar el salario anual de un médico o un ingeniero. Esos precios absurdos obligan al cubano de a pie a recurrir a tipos como Norberto, que ofrece una amplia variedad de ropa, calzado, perfumería y jabones de las marcas Palmolive y Camay, las más consumidas en la isla antes de 1959. Según Yoana, oficinista, “puedes pagar hasta en tres o cuatro plazos, de acuerdo con el costo de artículo y además te lo llevan a tu casa”.

En La Habana han ido aumentando las personas dedicadas a vender mercaderías por debajo de la mesa, sin pagar un centavo al fisco. Noel, economista, consideró que “es una estupidez del Estado no legalizar esas actividades. Vuelven a tropezar con la misma piedra. Cinco años atrás, vender una casa o un auto era ilegal, pero la gente lo hacía por la izquierda".

Ver filmes en 3D, en una sala climatizada, tomando refresco y comiendo rositas de maíz, a muchos cubanos les gusta. Incluso si lo prohíbe la ley.

En su opinión, las ventas y servicios privados no se frenan con prohibiciones, por el contrario, deben regularse. "Pero ocurre que los comercios estatales no pueden competir en calidad y precio con los particulares. Por eso recurren a la guillotina fiscal y al cierre de negocios”, subrayó. No son las únicas ventas clandestinas. También se vende queso, yogurt, leche, pescado, mariscos y carne de res, robados a empresas del Estado.

A pesar de las rigurosas normas aduaneras vigentes desde el pasado 1ro. de septiembre, continúa la venta de pacotilla, artículos de aseo, teléfonos inteligentes, tabletas, ordenadores y electrodomésticos, con facilidades de pago. Casi todo procede de Quito, Panamá o Miami.

Y aunque el lumínico de colores verdes y rojo anunciando el cine 3D ya no está en la puerta del garaje de Manuela, si se llama con antelación, se puede reservar una tanda dominical con la familia. Ver filmes en 3D, en una sala climatizada, tomando refresco y comiendo rositas de maíz, a muchos cubanos les gusta. Incluso si lo prohíbe la ley.

Publicado en Diario Las Américas el 18 de octubre del 2014.

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    Iván García, desde La Habana

    Nació en La Habana, el 15 de agosto de 1965. En 1995 se inicia como periodista independiente en la agencia Cuba Press. Ha sido colaborador de Encuentro en la Red, la Revista Hispano Cubana y la web de la Sociedad Interamericana de Prensa. A partir del 28 de enero de 2009 empezó a escribir en Desde La Habana, su primer blog. Desde octubre de 2009 es colaborador del periódico El Mundo/América y desde febrero de 2011 también publica en Diario de Cuba.

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