Así podría entenderse la advertencia de Nicolás Maduro de que el país sería gobernado por una junta cívica militar si el chavismo no triunfa en los comicios legislativos de diciembre, o si la oposición reclama la victoria que pronostican todas las encuestas.
El alarido de Maduro obliga a evocar aquellas cargas de caballería en las que jinetes con sables o machetes en mano, avanzaban para destrozar las tropas enemigas, calificativo con el que el chavismo identifica a quienes no son incondicionales a sus propuestas.
La radicalización del despotismo electoral venezolano, como califica el ciclo que está dispuesto a inaugurar, significaría el establecimiento de un estado policial, asesorado por el gobierno castrista, y controlado por una cúpula de militares corruptos que superarían en crueldad las dictaduras castrenses que padeció el hemisferio el pasado siglo.
Ellos son conscientes que estar fueran del gobierno es sinónimo de prisión, de escarnio público y pérdida de las fortunas amasadas con las riquezas despojadas al pueblo. Tendrían que responder por asesinatos, violaciones a los derechos humanos, robos y malversaciones masivas, pero fundamentalmente por el daño moral que el régimen ha infringido a la nación.
Estas aseveraciones del máximo jerarca del chavismo demuestran que se está despojando de su muy raído y descolorido disfraz de democracia. La dictadura institucional venezolana está presta a mutar a una dictadura militar que preserve los privilegios y bienes de quienes integran el gobierno, tambiénlos de los millonarios que crecieron a su sombra.
Las advertencias de Maduro no deben tomarse como un alarde o estallido de impotencia sin otras consecuencias. Temen, y el miedo puede conducirlo a las mayores tropelías, de ahí la afirmación de que "Venezuela entraría en una de las más turbias y conmovedoras etapas de su vida política…de que ellos no entregarían la revolución, y que esta pasaría a una nueva etapa".
Tal y como hicieran otros depredadores que le precedieron en la historia, Adolfo Hitler, José Stalin y Fidel Castro, Maduro, intenta identificar su gobierno con el estado, mientras él se considera la encarnación de la nación. Este iluminismo es nefasto, porque aparte de los que usufrutuan el poder que batallarán por salvaguardar sus intereses, nunca faltan los tontos útiles que al creerse el cuento de la patria amenazada se transforman en lobos que devoran a sus semejantes por el simple motivo de que no aúllan con la misma intensidad que ellos.
El chavismo ha sido muy efectivo en estimular la crispación social y la inseguridad pública. La impunidad con la que actúan la delincuencia ha sido útil al gobierno para difundir con mayor intensidad el sentimiento de indefensión que padecen amplios sectores de la ciudadanía.
La criminalización de la oposición en general al acusarla de golpista o de conspirar con factores extranjeros para derrocar el régimen, no deja de ser una gran mentira que en base al control que ejercen sobre el sicariato judicial, tiene la capacidad para neutralizarla.
La oposición enfrenta numerosas amenazas. Los chacales están prestos para atacar, en consecuencia deben estar alertas y listos para tomar la iniciativa.
Los líderes de la oposición corren grandes riesgos. Los retos a cumplir son más complejos mayores, porque tiene la oportunidad de marcar pautas sobre las estrategias a desarrollar para enfrentar con éxito una dictadura ideológica.
Deben estar bajo alerta permanente. Obligar al régimen a reaccionar, una situación sin precedentes en las oposiciones que han enfrentado regímenes populistas. La presión pública, la acción cívica, despertar la esperanza y confianza en la victoria y una total disposición a defenderla, son fundamentales porque esta puede ser la última oportunidad para que la democracia retorne al país.
Buscar la unidad en la diversidad es fundamental para triunfar, vital para sobrevivir. Deben trabajar con audacia y determinación, los riesgos son inevitables pero si dejan de asumirlos, la derrota está asegurada. Maduro lo ha dicho, afirma tener unplan "anti golpe" que garantiza su victoria electoral, aunque la mayoría del electorado vote en contra de proyecto que auspicia.
No obstante es el pueblo el principal protagonista, porque es a fin de cuentas, quien asume la decisión de enfrentar los peligros que impongan las circunstancias, si se quiere seguir siendo ciudadano.
La oposición debe incentivar la conciencia ciudadana. Hacer sentir en cada individuo la importancia de vencer sus propios miedos para así poder cumplir con el deber de preservar sus derechos y los de sus hijos, de lo contrario, se transformarían en una masa que moldeará el régimen en base a sus intereses y que utilizara a su exclusiva conveniencia.
El chavismo ha sido muy efectivo en estimular la crispación social y la inseguridad pública.