Con sentidas palabras Powell dijo, entre otras cosas, que recordaba el día en que llegó por primera vez al edificio y fue recibido “con calor y afecto por todos ustedes”.
Agradeció al presidente Bush por haberle “dado la oportunidad de servir como sexagésimo quinto Secretario de Estado y la oportunidad no sólo de ser su asesor en política exterior, sino el líder de este magnífico Departamento”.
“Quiero dar las gracias a todos el mundo del Departamento... les doy las gracias desde el fondo de mi corazón. También quiero dar las gracias a todos los miembros de las familias que se encuentran en tantas de nuestras misiones en el mundo entero y aquí en el Departamento, por los sacrificios que hacen”, dijo Powell.
Powell dio todo el mérito de su gestión a sus empleados, a quienes llamó “portadores de los valores de América (Estados Unidos)”.
”Son ustedes quienes demuestran la importancia de los derechos individuales, de que todo el mundo debe ser libre. Ustedes son, por la manera en que aquí hacen su trabajo (y en el exterior)... quienes demuestran qué es Estados Unidos de América — en qué creemos: dignidad humana, apertura económica — todo con el propósito, no de imponer los valores americanos, sino de demostrar cómo los valores americanos pueden beneficiar al mundo si son ajustados y adaptados a las necesidades de un país en particular”, dijo Powell.
“Quiero decirles... que aunque deje de ser vuestro Secretario, jamás los dejaré. Siempre formaré parte de esta familia maravillosa. Gracias a todos ustedes y que Dios los bendiga”, terminó diciendo Powell mientras era vitoreado y aplaudido.