En los últimos meses el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba ha venido reiterando que la reducción del personal diplomático estadounidense en La Habana a fines de septiembre pasado fue injustificada y políticamente motivada, y que no existen evidencias para confirmar la ocurrencia de ataques contra la salud de los 24 funcionarios afectados.
El pasado sábado Rodríguez, que asistió como jefe de la delegación de Cuba a la 8va. Cumbre de las Américas, insistió en su discurso ante la plenaria de la reunión en que Estados Unidos usó un “pretexto” que “sufre total descrédito” para adoptar esa y otras medidas relacionadas.
Apenas dos días después de su discurso en Lima, un país nada sospechoso de politizar su decisión; cuyo gobierno tiene excelentes relaciones, incluso personales, con el de Cuba; que invierte en la isla en minería, petróleo y otros sectores; y de donde procede el mayor contingente de turistas que la visita cada año ─más de un millón anuales─ acaba de tomar una medida similar.
Y está tomando en cuenta los perjuicios a sus propios diplomáticos y familiares, las evidencias que han encontrado científicos canadienses y estadounidenses y la “continua incertidumbre” en torno a la posible persistencia en Cuba del agente agresor.
El Departamento de Asuntos Globales de Canadá ha decidido designar como “puesto diplomático sin compañía” su Embajada en La Habana. Esto significa que los familiares de los diplomáticos canadienses en Cuba se quedarán en casa. La decisión, explica el comunicado, obedece a que entre las personas vinculadas a la Embajada que se quejaron de sufrir síntomas inusuales, diez de ellas ─incluidos funcionarios, mujeres y niños─ continuaron experimentando esos síntomas de manera recurrente mucho después de regresar a Canadá.
La determinación de la cancillería canadiense (que ubica a Cuba a la par de Iraq, Afganistán, Libia y Sudán del Sur en cuanto a peligro para los familiares), se basa en “información de especialistas médicos canadienses involucrados en la evaluación de diplomáticos de Canadá y sus parientes afectados, así como de especialistas médicos estadounidenses que estudian en la Universidad de Pensilvania una muestra de su personal diplomático afectado”.
Agrega la nota que “según estos especialistas, la información médica generó preocupación en torno a un nuevo tipo posible de lesión cerebral adquirida”. Y aunque advierte que “la causa sigue siendo desconocida", sugiere que podría ser producida por el hombre”.
El comunicado menciona entre los síntomas experimentados por los enviados canadienses algunos de los que corroboró entre sus similares de EE.UU. la Escuela de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania (U-Penn).
Según las conclusiones publicadas en el prestigioso Journal of the American Medical Association (JAMA), los científicos sometieron a 21 de los 24 estadounidenses afectados a exámenes multidisciplinarios, y encontraron que sufrieron, en diversos grados, pero en altos porcentajes, efectos similares a los que produce una conmoción cerebral durante un choque o una explosión, aunque sin haber recibido ningún golpe en la cabeza.
Tres meses después de su exposición al agente ofensivo ─ aún sin identificar─ los 21 se mantenían con problemas cognitivos (17, o el 81 %); y/o del equilibrio: (15, 71 %); visuales: (18, 86 %); auditivos: (15, 68 %); de alteración del sueño (18, 86 %) y dolores de cabeza: (16, 76 %).
La declaración de Global Affairs precisa que el mes pasado el Departamento recibió los resultados de una evaluación ambiental de los domicilios de su equipo diplomático en La Habana, incluidas pruebas de calidad del aire y el agua, sin que el análisis arrojara nada que pudiera apuntar a una causa. Los expertos de U-Penn tampoco encontraron una, pero cuestionaron que tuviera un origen sónico, químico, psicosomático o que se tratara de histeria colectiva.
A diferencia del Departamento de Estado de EE.UU. la cancillería en Ottawa deja constancia de su cooperación con Cuba en las investigaciones; por ahora no reducirá personal, sino que vetará la presencia de las familias de los diplomáticos; y considera que los viajeros canadienses al país caribeño no corren peligro.
Pero advierte que estará “revisando todas nuestras posiciones diplomáticas en Cuba [15 en total], con el objetivo de equilibrar nuestro deber de cuidar de los miembros de nuestro personal y sus familiares, y la necesidad constante de brindar servicios a los canadienses en Cuba, y de promover y proteger los Intereses de Canadá allí”.
De modo que, aunque no se ha encontrado la pistola, ni a quién apretó el gatillo, Ottawa parece convencida de que las consecuencias del balazo han sido fehaciente y científicamente comprobadas. Y también, de que podrían quedar más balas en el directo. OTTAWA, no Washington.
El canciller de Raúl Castro, y seguramente de su sucesor, debería tomar nota.