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Caimanera se suma al mapa del descontento y la rebeldía


Protesta en Caimanera. (Captura de video/Facebook)
Protesta en Caimanera. (Captura de video/Facebook)

Caimanera, uno de los diez municipios de Guantánamo, con una población de unos 11.200 habitantes, no suele aparecer con frecuencia en las noticias de Cuba. Antes de la protesta antigubernamental del pasado 6 de mayo, sobre Caimanera se hablaba poco. Porque sobre Guantánamo, la más oriental de las provincias cubanas y una de las más empobrecidas, se hablaba poco.

No es fácil acceder a Caimanera. Desde 1903, allí se encuentra la Base Naval de Guantánamo, un enclave militar estadounidense que se extiende a lo largo de 117.6 kilómetros cuadrados de los 360.58 del municipio, y que el régimen castrista siempre ha considerado una amenaza a su soberanía.

Para llegar de visita a la comunidad, situada a unos 25 kilómetros de la ciudad de Guantánamo, antes hay que enfrentar tres puntos de control o anillos militares. Pero no es tan simple como aparecer, identificarse y pasar. El periodista y activista Yeris Curbelo Aguilera, quien ha vivido sus 38 años en Caimanera, explica que cualquier persona que no viva allí y quiera entrar debe primero ser registrada por parte de algún residente en un listado -al que se le llama planilla- y luego aprobada por la Seguridad del Estado.

“Entonces una vez que te agregan a la lista, te dan un número y una letra como identificación, pero aun así los que vivimos aquí en Caimanera debemos portar, aparte del carné de identidad, otro carné aparte que diga ‘pase permanente a Caimanera y Boquerón’, de lo contrario se nos podría dificultar un poquito la entrada”, dice Curbelo, quien trabaja desde 2013 con el medio local independiente Palenque Visión.

El periodista Rolando Rodríguez Lobaina, coordinador de Palenque Visión, cuenta que por “merodear en esos anillos hay jóvenes que han ido a la cárcel”.

“En el mismo punto de control de Río Frío, en la entrada de Guantánamo, han caído personas presas porque no han dado una razón clara de a qué vienen, han sido dudosos, y han ido a parar a la prisión por supuesta salida ilegal”, agrega.

Esa es una de las razones que ha contribuido a la escasez de alimentos en la zona. “Cuando alguien quiere traer viandas o algún producto alimenticio para vender aquí en Caimanera de forma particular, muchas veces en los puntos de control los policías, los militares, viran esos vehículos y no los dejan pasar ni siquiera a vender comida”, dice Yeris Curbelo.

Si bien Caimanera históricamente ha recibido ciertos beneficios del Estado, que se concretan una mayor cuota de alimentos en la libreta de abastecimiento, Curbelo asegura que no bastan para cubrir las necesidades y que, en los últimos años, ha habido irregularidades. Caimanera ha sido aislada, pero si algo se abre paso en todo el país sin dificultades es la crisis y el descontento.

“El municipio siempre ha recibido dos libras más de arroz, una o dos libras más de azúcar, media libra de carne de res por persona tres veces al mes, pero ya eso ha cambiado mucho. Ha habido ocasiones que no han traído la carne de res sino un picadillo. Hay veces que han traído pollo por la carne. Hay veces que no han traído el pollo. Ya por último en vez de traer las siete libras de arroz lo que han traído es dos libras de arroz y una de azúcar”, cuenta.

El activista, quien es padre de dos niños de 13 y 15 años, dice que actualmente “la población se siente muy deprimida” por la falta de alimentos y se vive con mucho estrés “cuando se piensa en qué dar de comer a los hijos”.

Durante muchos años, según Rolando Rodríguez, Caimanera fue famosa en la región por el contrabando de sal, pescado y leche. Sus habitantes revendían los productos racionados que recibían y pescaban de manera ilegal, pero hoy no queda suficiente para el consumo familiar y la contaminación de las costas ha atentado contra la pesca.

La propia estrategia de desarrollo del gobierno local de 2022 señaló que 12 fuentes contaminantes vierten a la bahía de Guantánamo una carga de residuos líquidos sin tratamiento o sin el suficiente tratamiento que supera su capacidad de depuración y afecta los ecosistemas del litoral. Además, la pesca es una actividad fuertemente controlada por las autoridades.

Cada vez quedan menos puntos en la geografía nacional donde no se exprese explícitamente en las calles el rechazo al régimen de Miguel Díaz-Canel, que es expresar el rechazo al sistema implantado por los hermanos Fidel y Raúl Castro en 1959, y se demande libertad y derechos humanos. La gente comprende que la falta de comida, medicamentos o electricidad, la falta de casi todo, es política.

Caimanera, llamada “primera trinchera antimperialista” por la propaganda oficial, no estuvo entre las decenas de ciudades y pueblos que participaron en el estallido social de julio de 2021. Tampoco sus habitantes protestaron en 2022, a pesar de que ocurrieron más de 180 protestas en todo el país entre los meses de julio y octubre, de acuerdo con Proyecto Inventario. Pero el pasado 6 de mayo Caimanera se sumó al mapa de la rebeldía y, por tanto, al mapa de la represión.

Yeris Curbelo se encuentra ahora a la espera de una llamada de la Seguridad del Estado. Ya lo citó a interrogatorio un teniente coronel en la noche del 7 de mayo, por entrevistar a familiares de los manifestantes que resultaron detenidos y ofrecer declaraciones a la prensa, pero cuando acudió a la citación no pudieron atenderlo y le dijeron que “más tarde” lo volverían a buscar. Hasta este martes, no lo habían hecho, pero Curbelo se mantiene en alerta.

“Quizás están esperando que las aguas se calmen para atacarme e irme arriba, porque ellos son capaces de cualquier cosa, y saben ser pacientes cuando tienen un propósito”, afirma.

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    Mónica Baró Sánchez

    Mónica Baró Sánchez (La Habana, 1988) colabora con Martí Noticias. Periodista y escritora. Se graduó de Periodismo en la Universidad de La Habana en 2012 y ha trabajado con los medios independiente cubanos Periodismo de Barrio, El Estornudo, Rialta y CiberCuba. En 2016 resultó finalista del premio Gabriel García Márquez, en la categoría texto, con "La mudanza" y, en 2019, lo ganó con “La sangre nunca fue amarilla”. Actualmente, realiza un máster en Reportaje Literario en New York University y reside en New York.

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