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Mayagüez sobrevive; Villa Clara dice adiós a la Serie del Caribe


La victoria puertorriqueña 5-4 ayer sobre los Navegantes de Magallanes venezolanos puso fin a la participación de los campeones de Cuba en el clásico regional. Un análisis del decepcionante regreso cubano.

El regreso de Cuba va a oxigenar la Serie del Caribe declamaban, casi a coro y con melosa cadencia, numerosos federativos de la región, y así lo repetían los pregoneros del régimen en la Isla, pero Villa Clara ha dejado tras de sí, en Venezuela--terminó último entre cinco concursantes-- el penetrante tufo del formol: el béisbol en la Isla está cadáver.

Ya no cabalga sobre el lomo del deporte cubano aquel quijote enfrentado a los molinos de viento del profesionalismo. Enquistada su mente febril con la promesa de plantas milagrosas y con el presagio de holocaustos nucleares, nuestro caballero andante no estará siquiera al tanto de que su “pelota libre”, la que proclamó como triunfante sobre la esclava, se ha rendido a los pies de unos hombres que juegan a la pelota allí donde mejor les paguen.

Total, después de darse lija durante años recientes, Cuba aceptó por fin regresar a las Series del Caribe, de las cuales se ausentó después de 1960 por decisión unipersonal de Fidel Castro. Pero el coqueteo del béisbol regenteado en La Habana con las entidades del área se tradujo este 2014 en el fiasco de Isla Margarita, Venezuela: por malas hojas, por sinvergüenzas, improvisarían, con su habitual procacidad, los reguetoneros de moda, de Pinar del Río a Guantánamo.

Y es que anoche los Indios de Mayagüez (Puerto Rico), con su victoria sobre Venezuela, cinco por cuatro, sepultaron las últimas esperanzas villaclareñas, las de un agónico empate con el equipo de Borinquen.

Este fue, a grandes trancos, el vía crucis de Cuba en su reincorporación al torneo de los campeones de ligas invernales, del cual se apartó a partir de 1960:

Febrero 1: Naranjeros de Hermosillo (México) 9, Villa Clara 4. Los mexicanos batean el doble de hits que sus víctimas, hacen saltar al as Freddy Asiel Álvarez, y Cuba comete dos errores.

Febrero 2: Navegantes del Magallanes (Venezuela) 8, Villa Clara 5. Cuba pega un hit menos que los anfitriones y suma otros dos errores en su expediente.

Febrero 3: Tigres del Licey (República Dominicana) 9, Villa Clara 2. Los de Quisqueya acumulan siete imparables más que los perdedores, que pifian dos veces al campo, y solo en el noveno inning se escapan de la lechada.

Febrero 4: Villa Clara 2, Indios de Mayagüez (Puerto Rico) 1. Solo un trabajo excepcional del veterano Vicyohandri Odelín, un pitcher derecho de Camagüey, lleva a los cubanos a conquistar el triunfo de consuelo, en la despedida del calendario. Odelín permitió un par de hits en la primera entrada, Villa Clara disparó ocho en el partido, pero sus hombres fueron incapaces de producir carrera alguna: si anotaron dos veces fue merced a tres errores de los boricuas.

PELOTEROS, SI; PELOTA, NO

Si el béisbol en Cuba no respira, el síndrome no proviene de sus peloteros, llenos de vida pero cianóticos ante tanta amarra que les recorta la circulación.

Por las Grandes Ligas andan --y se hicieron peloteros en el verde caimán-- Céspedes y Puig, Chapman y José Fernández, que hasta la edad de quinceañero correteó precisamente por los terrenos de Villa Clara.

En la Serie del Caribe, como temíamos, algunos cubanos emigrados fueron la piedra en el zapato para el equipo de la Mayor de las Antillas. Así el pitcher Hassan Pena y el tercera base Adonis García auparon el triunfo de Magallanes sobre Villa Clara, como Yuneski Sánchez y Luis Yadier Fonseca contribuyeron con sus bates al éxito de Hermosillo.

Peloteros quedan en Cuba, y muchos, pero llegó la hora cero para un vuelco en los conceptos de dirección. Un torneo nacional más concentrado --no hay materia prima suficiente para los actuales 16 equipos-- y el salto a los diamantes del mundo, donde sean aquellos dueños quienes les permitan o no jugar, y el adiós a cancerberos que les cierren las puertas de su propio país, los colocará en el lugar que les corresponde.

Ni Villa Clara, ni el legado histórico de la pelota cubana se merecían tan penoso reingreso al concierto del béisbol profesional, ese que --para los nuestros-- cerró ya sus cortinas en la Isla de Margarita.
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