El 20 de julio de 2015, Estados Unidos y Cuba restablecieron oficialmente sus relaciones diplomáticas poniendo fin a más de medio siglo de enemistad.
Seis meses antes, el 17 de diciembre de 2014, en discursos simultáneos, el presidente Barack Obama en Washington informaba que era el “momento de un nuevo enfoque" y el general Raúl Castro, en La Habana, decía que había que “aprender el arte de convivir de forma civilizada" aunque reconocía “profundas diferencias en materia de democracia, derechos humanos y política exterior”.
El deshielo dividió la opinión pública y las pasiones entre los cubanos, desató acerbas críticas y aplausos. Cinco años después, con el presidente Donald Trump en la Casa Blanca y el retorno a la política de "mano dura" con el régimen comunista cubano, se mantienen criterios encontrados.
“Es errado creer que una política de endurecimiento y de restricciones hacia Cuba va a perjudicar al gobierno. Todo lo contrario. El sistema ideológico cubano se sostiene sobre la base de un enemigo y si no lo tiene lo inventa, porque si no tiene un adversario no tiene cómo sustentar las políticas de ostracismo y de limitación desde el punto de vista de las libertades básicas fundamentales hacia el ciudadano promedio”, dijo desde La Habana Roberto Díaz Vázquez, director de la independiente Fundación Logos, la cual busca una cultura de intercambio plural y democrático.
“Muchas personas pueden considerar que la economía no es capaz de transformar el esquema político. Pero vamos a dejarnos de eufemismos. Obama hizo entender a un sinnúmero de gente en la Isla que sus negocios privados eran la grieta en el muro de más de 50 años de negaciones y de limitaciones”, afirmó el investigador.
Washington declaró, desde el propio 17 de diciembre de 2014, que una de las metas primordiales de su nueva política con Cuba sería promover la expansión del sector privado mediante la creación de mecanismos que permitieran a los cuentapropistas la exportación a Estados Unidos de determinados productos y a su vez las ventas del país norteño de materiales de construcción, bienes intermedios y equipos para los cuentapropistas y los pequeños agricultores. Igualmente se autorizarían proyectos para el desarrollo de las microfinanzas en Cuba.
Sin embargo, esas decisiones no tuvieron efecto porque el gobierno estadounidense quería que tales iniciativas llegaran directamente al sector privado, pero la estructura económica y política cubana las bloqueó.
“La política de Barack Obama hacia Cuba fue una burla, no sólo a la oposición, incluso al ciudadano común, a los trabajadores particulares que no se beneficiaron ni en derecho ni en economía”, manifestó el fotógrafo y analista de Estado de Sats, Claudio Fuentes, también desde la capital cubana.
“El sector privado en Cuba no tiene personalidad jurídica y al no haber tampoco tribunales independientes, cualquier litigio está bajo las leyes y el tribunal castrista totalitario”, destacó Fuentes. “No tienen derecho a exportar e importar libremente, ni siquiera un mercado mayorista, que en caso de que se llevara a cabo, sería otro monopolio más castrista”.
Fuentes aceptó que “ese sector privado, a pesar de la coacción bajo la que se halla, ha logrado producir mucho más que su homóloga, la empresa estatal socialista, pero lo único que les trajo esa maniobra obamista a los cuentapropistas, es, quizás, un poquitico más de espacio en la jaula”.
“Ninguno de esos reformismos del castrismo apuntan a que se garanticen luego los elementos que sí nos llevarían a una verdadera libertad. Estoy hablando de pluripartidismo, de una ley electoral que permita elecciones libres, de respeto a los derechos humanos, de una reforma en el Código Penal, etc.”, precisó.
La estrategia aperturista permitiría a los capitales estadounidenses ir, poco a poco, posicionándose en el territorio caribeño, han alertado varios economistas.
“Todos esos consorcios que querían armar, estarían dando, no sólo legitimidad, sino un dineral a las fuerzas represivas castristas para que sigan su trabajo puntual de represión, de acoso, de encarcelamiento, de amenazas y de dominio en general”, resaltó Fuentes.
“Nosotros no estamos, de ninguna manera, de acuerdo con el restablecimiento de relaciones que se lanzó de la agenda Obama. Primero, porque las negociaciones se hicieron ocultas a la oposición. Segundo, porque no iban a funcionar debido, precisamente, a ese engranaje que se estableció entre el ala demócrata de Estados Unidos, con esa visión de izquierda de legitimar a dictaduras”.
“Con una tiranía, las ayudas y la cooperación del mundo libre deberían estar condicionadas a avances en democracia y en cuestiones de derechos humanos”, puntualizó Fuentes.
Por su parte, el artista plástico habanero Luis Manuel Otero Alcántara piensa que el reinicio de las relaciones entre los dos países “desconstruye el discurso oficial del malo, del enemigo norteamericano”.
“El régimen sobrevive con o sin el turismo norteamericano, con o sin eso de que los americanos van a solucionar el problema. No le importa que su pueblo pase hambre y miseria”, señaló el artista del performance respecto a las sanciones estadounidenses dirigidas al gobierno cubano.
El cineasta Eduardo del Llano acotó que “como es de negativo el retroceso de Trump, la flexibilización de Obama fue muy positiva. Esa vez, parecía realmente una esperanza sólida. Se abrían posibilidades de una comprensión, lo que no significa, necesariamente, que Cuba fuera a seguir los dictados de Estados Unidos o mucho menos Estados Unidos, los de Cuba. El objetivo era que se podía trabajar en alguna dirección y relajar la tensión que existe. Y abrigamos esperanzas, en aquel momento, de que todo se normalizara pero, obviamente, no fue así. Ojalá que volvieran a darse circunstancias parecidas y que se mantuvieran que es lo más importante”.
José Daniel Ferrer, coordinador general de la Unión Patriótica de Cuba con sede en Santiago de Cuba, dijo que el acercamiento tuvo su utilidad, pero no debe continuar. “La política de Barack Obama desempeño su rol, y de muchísima importancia, porque demostró de manera clara y precisa que con semejante régimen no hay acercamiento que funcione”.
“Las buenas intenciones de Barack Obama dejaron claro a todos, a los que podíamos pensar, que podrían suscitar progresos en materia de derechos humanos, que estábamos equivocados. A los que creían que eso no iba a funcionar, reafirmó que tenían razón y a los que culpan a los Estados Unidos de los problemas de Cuba, les desbarató su justificación”, resaltó el jefe de la organización opositora más numerosa.
“El mandato castro-comunista se mantiene por la fuerza, por el férreo control de la sociedad. Sin dudas, la de Donald Trump es la política que debe ser aplicada a regímenes despóticos como el de los Castro. Y yo diría más, se necesitan sanciones aún más duras y estarían completamente justificadas por el historial de crímenes del castrismo, que en medio de una terrible crisis provocada por ellos mismos, las acciones represivas contra el pueblo van en incremento”, concluyó Ferrer.