Históricamente, los profesionales han jugado un papel protagónico en la dirección de las masas. La razón está bien clara. Estos, son los más indicados y preparados culturalmente, convirtiéndolos en los más confiables a la hora de cargar en los hombros el futuro de un grupo o nación.
Muchos pueden imaginarlos como un grupo privilegiado en varias esferas, pero no en todos lugares resulta ser de tal manera. Las cualidades que los distinguen del resto de la sociedad, pueden convertirlos en “amenaza” para aquellos que pretenden simular a los dioses.
Desgraciadamente, Cuba es uno de los lugares donde se respira ese ambiente. Aquí, la forma de tratarlos ha variado considerablemente. Al inicio del sistema social que todavía impera en la isla, los intelectuales fueron cercados y asfixiados. El gobierno naciente privándolos de sus logros, los obligó mayoritariamente a emigrar hacia lugares menos injustos.
Poco a poco el país los fue perdiendo. Sin ellos, el caos comenzó a reinar y el poder no tuvo otra opción que cambiar de estrategia. Hoy en día, tenerlos como “amigos”, comiendo ÚNICAMENTE de la mano estatal, garantiza que su actuar no contraríe los intereses del poder. Una gran persona expresó en una ocasión: “Si nutre a otros, pero deja que lleguen a depender de usted, en verdad los hiere y no los ayuda”
En pocas palabras… para lograr cambios radicales se tiene que contar con las masas, las cuales necesitan personas que las orienten. El gobierno actúa de manera similar al FRANCOTIRADOR: domina a los posibles líderes, encadenándolos; así mantener al pueblo ´quieto en base´.
Prueba de lo anterior la percibimos en las recientes declaraciones del Ministro del Trabajo en Cuba, al expresar que los profesionales están excluidos del trabajo por cuenta propia, en un momento en el que adelanta sobre nuevas aperturas a los negocios privados.
Dicha estrategia ha creado un fenómeno bastante conocido en Cuba como “Pirámide Invertida”, mediante el cual los profesionales llevan un nivel de vida muy por debajo del resto de la sociedad.
La pirámide invertida es el daño más injusto que puede existir en un país; peor aún cuando es generado intencionalmente desde arriba con el objetivo de mantener no solo el sistema social vigente, sino el mismo grupo de poder establecido desde hace 50 años.
Muchos pueden imaginarlos como un grupo privilegiado en varias esferas, pero no en todos lugares resulta ser de tal manera. Las cualidades que los distinguen del resto de la sociedad, pueden convertirlos en “amenaza” para aquellos que pretenden simular a los dioses.
Desgraciadamente, Cuba es uno de los lugares donde se respira ese ambiente. Aquí, la forma de tratarlos ha variado considerablemente. Al inicio del sistema social que todavía impera en la isla, los intelectuales fueron cercados y asfixiados. El gobierno naciente privándolos de sus logros, los obligó mayoritariamente a emigrar hacia lugares menos injustos.
Poco a poco el país los fue perdiendo. Sin ellos, el caos comenzó a reinar y el poder no tuvo otra opción que cambiar de estrategia. Hoy en día, tenerlos como “amigos”, comiendo ÚNICAMENTE de la mano estatal, garantiza que su actuar no contraríe los intereses del poder. Una gran persona expresó en una ocasión: “Si nutre a otros, pero deja que lleguen a depender de usted, en verdad los hiere y no los ayuda”
En pocas palabras… para lograr cambios radicales se tiene que contar con las masas, las cuales necesitan personas que las orienten. El gobierno actúa de manera similar al FRANCOTIRADOR: domina a los posibles líderes, encadenándolos; así mantener al pueblo ´quieto en base´.
Prueba de lo anterior la percibimos en las recientes declaraciones del Ministro del Trabajo en Cuba, al expresar que los profesionales están excluidos del trabajo por cuenta propia, en un momento en el que adelanta sobre nuevas aperturas a los negocios privados.
Dicha estrategia ha creado un fenómeno bastante conocido en Cuba como “Pirámide Invertida”, mediante el cual los profesionales llevan un nivel de vida muy por debajo del resto de la sociedad.
La pirámide invertida es el daño más injusto que puede existir en un país; peor aún cuando es generado intencionalmente desde arriba con el objetivo de mantener no solo el sistema social vigente, sino el mismo grupo de poder establecido desde hace 50 años.