A fines de los años 80 la poeta disidente cubana Tania Díaz Castro, que solía visitar en el Combinado del Este al preso poítico y también poeta Ernesto Díaz Rodríguez, escribió una serie de poemas sobre la realidad de las prisiones. Uno de ellos terminaba con este verso, más sueño entonces que posibilidad: “Y todas las rejas de mi país se abrieron”.
Aquel sueño de Tania se hizo milagro en julio de 2010, en gran medida gracias al sacrificio, el coraje y la tenacidad de un grupo de mujeres y de dos hombres: Orlando Zapata Tamayo, las Damas de Blanco y Guillermo Fariñas.
La inmolación del joven preso de conciencia Zapata en una huelga de hambre exigiendo un trato humano, el relevo asumido por Fariñas en una larga y torturante carrera de 134 días contra el régimen, y el desafío público de las mujeres de blanco a una apabullante represión, se conjugaron para concitar la atención mundial y obligar a Raúl Castro a vaciar de presos políticos, al menos momentáneamente, las cárceles cubanas .
Cierto que pronto se volverían a llenar, porque como ha señalado el sacerdote José Conrado Rodríguez “en Cuba lo que hay es que cerrar la fábrica de presos”, sacar del código penal y la constitución los castigos y barreras al ejercicio de las libertades de expresión, asociación y reunión.
No obstante, las excarcelaciones del 2010 que beneficiaron a más de 130 presos políticos fueron una victoria neta de la oposición cubana. que cerró filas tras la muerte de Zapata. Y los ejes visibles de la acción fueron sin duda Zapata, Fariñas y las Damas de Blanco.
Zapata cae; Fariñas recoge el batón
El 23 de febrero de 2010, 83 días después de comenzar una huelga de hambre en la prisión de Kilo 7, Camagüey, el preso de conciencia cubano Orlando Zapata Tamayo falleció en el Hospital Hermanos Ameijeiras de La Habana, a donde fue llevado,desde el del Combinado del Este, ya moribundo.
El joven, detenido durante la Primavera Negra del 2003, había sido condenado en sucesivos procesos a 36 años de prisión. En demanda de un trato humano en la prisión y de no ser humillado por el color de su piel, Zapata se negó a comer más alimentos que los que su madre le llevara.
Los carceleros le prohibieron entonces recibir la "jaba" con víveres suplementarios que los familiares pueden llevar a los reclusos, en su caso, cada tres meses. Luego lo encerraron en una celda de castigo donde, según contó a su madre, Reina Luisa Tamayo, fue golpeado y privado de agua durante 16 días, atrocidad esta última que terminaría provocándole un fallo renal y eventualmente la muerte.
Una de las primeras reacciones de protesta dentro de Cuba fue la de Guillermo Fariñas, director entonces de la agencia de prensa independiente villaclareña Cubanacán Press. Al día siguiente de la trágica noticia, Fariñas, veterano de 23 huelgas de hambre, incluida una de siete meses en 2006 para reclamar acceso libre a la Internet en Cuba, se ofreció como relevo del ayuno de Zapata.
Para ponerle fin exigió como condición la liberación de 26 de los 75 presos de conciencia del 2003 (condenados a penas entre 15 y 28 años de prisión) que la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional había documentado que sufrían de diferentes padecimientos adquiridos o agravados en cautiverio, e incompatibles con sus condiciones carcelarias.
“Hay momentos en la historia en que tiene que haber mártires. Si muero, que el mundo se percate de que el gobierno deja morir a sus opositores y de que lo que le ocurrió con Orlando no es un caso aislado”, dijo Fariñas al diario español El País una semana después de declarar su ayuno.
El efecto Zapata
Para el gobierno cubano la muerte de Zapata tuvo un efecto internacional inmediato: al día siguiente del deceso del disidente, mientras recibía al presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva, Raúl Castro se vio obligado a contestar preguntas de la prensa sobre el tema.
La repulsa se propagó hasta a algunos de sus aliados ideológicos. En marzo, la bancada socialista en el Parlamento chileno respaldó una declaración de condena; en el Parlamento Europeo, otra similar fue apoyada por 509 de los 539 eurodiputados; Una declaración de intelectuales españoles fue firmada por celebridades como el cineasta Pedro Almodóvar y hasta por conocidos simpatizantes del castrismo como los cantantes Ana Belén y Víctor Manuel; y en el Senado mexicano todos los partidos cerraron filas en contra de una carta justificativa del embajador cubano.
El “efecto Zapata” se extendió a medida que el foco de la atención mundial empezó a recaer en Fariñas. Durante la mencionada sesión de la cámara alta mexicana la presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores, Rosario Green, habló del empeoramiento de la salud del sicólogo cubano y se preguntó “cuántos más tendrán que morir”.
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El diario oficial Granma no tardó en salir al paso del gesto de Fariñas. El 8 de marzo publicó un artículo titulado “Cuba no acepta presiones ni chantajes” en el que caracterizaba en su típico estilo al activista laureado por Reporteros Sin Fronteras en 2006 como vendepatria, antisocial, violento, ex preso por un delito común y agente al servicio de Estados Unidos. Sin embargo admitía que “Como consecuencia de episodios sucesivos de huelgas de hambre, el organismo de Fariñas se encuentra en un proceso de deterioro notable”.
Fariñas respondió al intento de desprestigio con una carta abierta a Raúl Castro fechada el 5 de abril en la que se declaraba convencido de que tendría que morir, pero lejos de responder con insultos aseguraba que no sentía rencor hacia sus enemigos.
“Juro ante Dios, que a pesar del asesinato de Orlando Zapata Tamayo y mi inminente ejecución pública, pues sé que no se pondrá en libertad a los 26 presos políticos y de conciencia enfermos que existen en las cárceles cubanas, mi corazón no alberga ningún tipo de rencor hacia usted o su hermano o cualquiera de sus seguidores (…) Mi último pensamiento es para que, en el futuro, mi Patria, Cuba, tenga una solución pacífica sin derramamientos de sangre, donde usted y sus seguidores posean espacio político y nosotros sus adversarios también lo tengamos”.
Espiral mediática
Granma también se había quejado de la rápida cobertura internacional aseverando que “importantes medios occidentales de prensa vuelven a llamar la atención con la mentira prefabricada”. Pero de poco valió el pataleo –y la intimidación a los corresponsales─ del órgano oficial. Agencias de prensa acreditadas en Cuba como AP, AFP y la BBC enviaban despacho tras despacho sobre la evolución del huelguista. Publicaciones como El País, El Mundo y ABC de España, La Jornada de México, la revista Veja de Brasil, los diarios El Mercurio de Chile, El Comercio de Perú, el británico The Guardian, y emisoras de alcance global y amplia audiencia como Radio Nederland cubrían la noticia en desarrollo, y la cobertura iba in crescendo a medida que la huelga se prolongaba y el huelguista se agravaba.
Igualmente se empezaron a pronunciar sobre el asunto y la situación general de los derechos humanos en Cuba organizaciones especializadas como Human Rights Watch, Amnistía Internacional y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Las Damas y el purpurado
Mientras tanto, se intensificaban la actividad en las calles cubanas de las familiares de los presos de conciencia agrupadas en torno a Laura Pollán y, simultáneamente, la represión de las turbas organizadas por la Seguridad del Estado (DSE) contra ellas.
A fines de abril el DSE comunicó a las Damas de Blanco que en adelante necesitarían un permiso para marchar por las calles. Al siguiente domingo grupos progubernamentales les cerraron el paso. El hecho, que fue cubierto por medios internacionales como CNN, propició una rara intervención del Cardenal católico y Arzobispo de La Habana Jaime Ortega.
"Intervinimos por los hechos dolorosos que se dieron el domingo pasado, cuando se vieron rodeadas (las Damas de Blanco) durante tanto tiempo. La Iglesia siente un rechazo total a una acción de ese tipo", expresó el Cardenal (habitualmente callado ante los conflictos políticos internos) y explicó a la prensa que "a mediados de semana las autoridades me respondieron que podía convocarlas a ellas y comunicarles que podían hacer su caminata habitual por Quinta Avenida, y que tampoco tendrían que pedir el permiso".
Este sería el preludio a la mediación de la Iglesia Católica, la solución a que apeló Raúl Castro.
Con cualquiera menos con la oposición
Los Castro siempre se han negado a dialogar con los opositores internos, a las que califican de mercenarios de Estados Unidos, así que necesitaban a otro interlocutor válido. Raúl Castro lo encontró en la Iglesia.
El 20 de mayo, Castro y los dos máximos representantes de la institución en Cuba celebraron un insólito encuentro para negociar la posible excarcelación de presos políticos y una salida a la huelga de hambre de Fariñas.
La noticia de la reunión abrió al día siguiente la edición del Granma, foto incluida: "Se reúne Raúl con autoridades de la Iglesia católica", titulaba el órgano oficial del Partido Comunista.
En el encuentro, de cuatro horas participaron Ortega y el presidente de la Conferencia Episcopal, Dionisio García Ibáñez, arzobispos de La Habana y Santiago de Cuba respectivamente, así como la jefa de Asuntos Religiosos del Partido Comunista, Caridad Diego.
Según la información del órgano oficial, las partes trataron "diversos temas de interés común, en particular el favorable desarrollo de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, así como la actual situación nacional e internacional".
Los prelados, sin embargo, fueron más explícitos. García Ibáñez confirmó que se había abordado la situación de los presos políticos. Y, al ser preguntado sobre las posibilidades de que Castro accediera a las excarcelaciones, dijo: "Es un proceso que tiene que comenzar con pequeños pasos, y esos pasos se darán". El arzobispo de Santiago explicó que "en esa línea" había discurrido la conversación, y subrayó que había detectado "buena disposición del presidente cubano para resolver el problema".
En una rueda de prensa igualmente inusual, el cardenal expresó por su parte que la Iglesia "aspira" a la liberación de varios presos, y la "espera", en el caso de aquellos que están enfermos, aunque no quiso entrar en números ni en plazos porque las conversaciones "no han concluido". Aseguró que él mismo había solicitado el encuentro con Castro, quien habría reafirmado "el reconocimiento de la Iglesia de Cuba como interlocutor social" ante el gobierno.
Ortega corroboró que el punto de la huelga de hambre de Fariñas se había tratado en la entrevista con el gobernante cubano.
El huelguista había recibido en dos ocasiones, en el hospital donde lo mantenían vivo con sueros, la visita de representantes de la Iglesia que le aseguraron que la institución estaba "luchando por sacar a todos los presos enfermos". Los dos enviados le adelantaron que permanecían a la espera de una conversación al más alto nivel para llevarle una propuesta concreta sobre su petición de excarcelaciones. "El problema es cuándo y cómo salen" los presos, matizó Fariñas.
En entrevista esa noche con el periodista Oscar Haza, que conducía entonces el programa televisivo A Mano Limpia en Miami, puso como condición para cesar su protesta un compromiso entre el Gobierno y la Iglesia para liberar al menos a los 26 enfermos:
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Excarcelaciones con destierro
Castro, sin embargo, no quería contribuir con las excarcelaciones al rastro de pólvora creado por las Damas en las calles cubanas, y para ello recabó la colaboración tanto de Ortega como del complaciente ministro de Asuntos Exteriores de España, Miguel Angel Moratinos.
El gobierno socialista español estimaba que una liberación de presos políticos le proporcionaría el oxígeno necesario para promover en la Unión Europea el fin de la Posición Común sobre Cuba adoptada en 1996 a instancias del presidente Popular José María Aznar, y que condicionaba un acuerdo de cooperación a avances en la isla en materia de derechos humanos.
Así que Moratinos viajó a La Habana a principios de julio para confirmar la disposición de España a recibir a los que fueran excarcelados. Se reunió también con Ortega, quien dijo al final de la reunión que la visita del canciller "reafirma (…) la esperanza que ya hemos anunciado anteriormente acerca de estos temas de los prisioneros".
La condición de España era que los que viajaran lo hicieran de manera voluntaria. Para convencerlos, el propio Cardenal Ortega se dedicó a presentarles la propuesta de excarcelación con destierro, que salvo once, todos los demás aceptaron. Recordemos que sus condenas sumaban en conjunto cerca de 1.500 años de cárcel. Habían cumplido siete.
El 8 de julio un comunicado del Arzobispado de La Habana informó que el Gobierno de Raúl Castro pondría en libertad a los 52 presos de conciencia del llamado Grupo los 75 que todavía seguían en prisión. Cinco de ellos serían excarcelados “en las próximas horas y podrán salir en breve para España en compañía de sus familiares”. Los 47 restantes "serán puestos en libertad y podrán salir del país en un periodo de tres a cuatro meses”.
Al día siguiente, después de que le visitaran en el hospital de Santa Clara varios disidentes y de que el Arzobispado de La Habana hiciera públicas las identidades de los primeros presos que saldrían hacia España en breve (Antonio Villarreal, Lester González Pentón, Omar Rodríguez Saludes, José Luís García Paneque, Pablo Pacheco Ávila, Julio César Gálvez, Ricardo González Alfonso) Fariñas anunció que abandonaba su huelga de hambre y sed. Era el día número 135 desde la última vez que había probado alimentos sólidos. Como en su huelga del 2006, su organismo estaba resentido por diversas secuelas: dolores, cistitis, fiebre con elevación de los leucocitos, tensión arterial baja, etc.
Las salidas de los presos se prolongaron hasta abril del 2011 y al final Castro envió a España no sólo a la mayor parte de los 52 restantes de la Primavera Negra, sino a varias decenas más que estaban en las prisiones por causas políticas.
El 21 de octubre del 2010 el Parlamento Europeo anunció que concedía su Premio Andréi Sájarov a la Libertad de Conciencia al disidente cubano Guillermo Fariñas.
Era la tercera ocasión, en sus veintidós ediciones, que la eurocámara premiaba con el Sajarov a un miembro de la disidencia cubana, después de los galardones a Oswaldo Payá Sardiñas en 2002 y a las "Damas de Blanco", encabezadas por Laura Pollán, en 2005 (Los dos, Payá y Pollán perecieron en oscuras circunstancias, él, en un controvertido accidente de tránsito cerca de Bayamo; ella, víctima de una rara enfermedad en el hospital Calixto García de La Habana).
Tras conocer que le había sido otorgado el galardón del 2010, el gigante de la Chirusa se lo dedicó al fallecido Orlando Zapata y a todos los mártires de Cuba, y dijo que "este premio no lo ganó Fariñas, sino el pueblo cubano".
El gobierno de Cuba no le permitió asistir al acto de premiación en Estrasburgo. Una silla vacía con la bandera cubana marcó su ausencia en la ceremonia. Tampoco era imprescindible que asistiera. A Guillermo Fariñas lo menos que le hacía falta era otra oportunidad fotográfica. Para entonces su silueta estragada y estoica de Gandhi caribeño ya le había dado la vuelta al mundo.