MARACAIBO, VENEZUELA. - La advertencia de un alto vocero de la Casa Blanca sobre cuán “mal” están Nicolás Maduro y el líder opositor Juan Guaidó es una posición pragmática que marca “un nuevo rumbo” en la estrategia a seguir para zanjar de una vez por todas la crisis venezolana, opinan analistas.
Juan González, director de asuntos del hemisferio occidental en el Consejo de Seguridad Nacional de la administración Biden, manifestó en entrevista con la Voz de América, que el enfoque de Washington sobre Venezuela no está centrado “en un individuo”, sino en un proceso electoral.
En sus declaraciones, mostró una posición inédita del gobierno de Biden sobre Guaidó, un joven político electo como diputado en 2015, considerado como presidente interino por 50 gobiernos del mundo, Estados Unidos entre ellos.
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“Maduro, y también Guaidó, yo veo que están mal en las encuestas. Mi lectura de eso es que los venezolanos están hartos de la situación actual”, expresó el vocero estadounidense, sin revelar a cuáles sondeos se refería.
“El mensaje está muy claro ante aquellos que están tratando de reivindicar a Guaidó y que creen que hay una carta blanca para él. Resulta que no es así. Hay una estrategia bien definida en la Casa Blanca”, comenta a la VOA.
El último sondeo público de Datincorp, de noviembre de 2020, reflejó que el rechazo popular a la gestión de Maduro era de 81 por ciento, mientras que el mostrado ante el rol político de Guaidó era mayor, de 88 por ciento.
Seguías precisa que sondeos recientes realizados en estados clave de Venezuela, como Carabobo, muestran un deterioro aún mayor de la imagen de Guaidó.
“El rechazo a Guaidó sigue siendo muy elevado, inclusive más que el de Maduro. A Maduro lo evalúa bien el chavismo, pero el chavismo y algunos sectores de la oposición evalúan negativamente a Guaidó”, especifica el analista político.
Por ofertas incumplidas
La firma venezolana Datanálisis publicó esta semana una encuesta de febrero pasado, según la cual 45,8 por ciento de los electores venezolanos votaría por un candidato independiente en unas hipotéticas elecciones presidenciales, mientras 12 por ciento respaldaría a Maduro y 11,4 por ciento a Guaidó.
Luis Vicente León, director de la encuestadora, cree que tales cifras son todo menos una sorpresa. A su juicio, es lógico que el respaldo popular de los liderazgos se erosione en una Venezuela sumida en una crisis severa desde hace años, que se ha “enanizado” económica y sanitariamente, así como ha agravado cada vez más su calidad de vida y la de sus servicios públicos.
“No puede ser extraño que en ese marco la mayoría de la población se sienta decepcionada de Maduro, su gobierno y que quiera un cambio político”, advierte en entrevista con la Voz de América. Ese contexto sería “la oportunidad de oro” para el crecimiento de la oposición institucional, dice. Pero no.
“Guaidó irrumpe en la escena política como un desconocido hace dos años, un outsider. La expectativa de cambio no se concreta y hoy es una propuesta binaria, de ‘todo o nada’. Te quedaste en una oferta de apoyo internacional que es más abstracta que concreta”, apunta sobre el liderazgo del joven político.
León opina que las palabras de González son una crítica tácita a la táctica elegida por la administración anterior, del republicano Donald Trump, quien apostó en grueso por sanciones económicas para forzar la salida de Maduro.
Y las últimas encuestas de Datanálisis reflejan 74 por ciento de rechazo popular hacia esas sanciones, alfa y omega de la estrategia opositora hoy día, precisa.
González, remarca León, identifica que el reto actual para lograr un cambio democrático en Venezuela es justamente la debilidad del liderazgo opositor.
“Dice, ‘a quien queremos ayudar tampoco tiene la articulación y la fuerza y quizá tenemos que comenzar por allí’. La comunidad internacional es un condimento, no puede ser el plato principal”, expone el analista.
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"Peleas" que erosionan
Saúl Cabrera, director de la encuestadora venezolana Consultores 21, evalúa que la declaración de Juan González impulsa “una negociación seria” y ampliada, que involucre a los partidos políticos y a la sociedad civil organizada.
Sus encuestas de finales del año pasado reflejan que la popularidad de Maduro ronda el 20 por ciento y la de Guaidó no supera el 30 por ciento. “La imagen de Maduro es mala desde hace varios años, desde antes de las elecciones de 2018. Sube a veces a 23 por ciento, baja a 18, está ahí”, precisa a la Voz de América.
Explica que la imagen de Guaidó subió “como espuma” en 2019, cuando pasó de ser un diputado desconocido a presidente del Parlamento e interino del país, prometiendo una ruta que pasaba por “el cese de la usurpación” de Maduro.
“Después de dos años, que no ha podido cumplir la oferta de ‘fin de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres’, Guaidó ha tenido muchos problemas para cumplir parcialmente con sus promesas”, indica.
El líder de Consultores 21 destaca que las malas valoraciones a Guaidó provienen no solo del gobierno y el partido oficialistas, sino además de un sector de la oposición venezolana que le acusa de sectario y de deshonrar su palabra.
“Está como la mayoría de los dirigentes opositores, por arriba de los chavistas, pero no con cifras suficientemente altas. La pelea interna de la oposición hace que mucha gente diga: ‘¿para qué voy a seguir apoyando?’”, señala Cabrera.
Según Seguías, responsable y vocero de Datincorp, la nueva postura de Estados Unidos deja entrever que los demócratas consideran que la presión de las sanciones económicas contra el oficialismo venezolano debe favorecer una negociación a favor de elecciones libres, justas y verificables.
“Marca un nuevo rumbo. Lo lamentable es que la oposición venezolana ha estado al vaivén de los cambios políticos de la Casa Blanca”, analiza Seguías.
Ello, remarca, es una posición distinta a la de la administración Trump, que favoreció la salida de Maduro antes que cualquier otro objetivo en Venezuela.
El nuevo “juego de roles” que observa Seguías enseña a Guaidó como “un mensajero” de la nueva política de la Casa Blanca sobre Venezuela (negociaciones y elecciones) y deja en manos de la Unión Europea las conversaciones de campo con los actores, incluido el oficialismo.