“Tú ves hoy un cartel de ‘Se vende’ en la puerta de una casa y al otro día ya no está,” así describe la agente inmobiliaria María Carla el incremento de la compraventa de casas en Cuba.
Efectivamente, un estudio The Havana Consulting Group constata que el número de viviendas vendidas (88,000) en 2013 casi duplicó las 45,000 vendidas en 2012.
Antes que saliera esta ley, quienes vendieron sus casas escondían la transacción tras laberintos notariales como permutas o donaciones. Ahora pueden libremente colgar un cartel en el balcón para anunciarlo al transeúnte, usar páginas de Internet o contratar a un agente inmobiliario.
El citado estudio mostró un ligero descenso en los precios y un aumento discreto de las ventas, paralelo a un incremento de un millón de viviendas en el déficit habitacional de la isla.
Tal vez el porqué lo sepa Mara, una exitosa corredora inmobiliaria: “Prefiero trabajar con precios bajos, porque hay mucha gente con necesidad de comprar, pero con poco dinero. Por eso no aconsejo vender a precios muy altos.”
¿Y por qué la venden?
María Carla descubrió su talento como agente de bienes raíces tras trasladar a toda su familia de Santa Clara a La Habana. Entre compras y ventas debió mediar en 6 transacciones. Al terminar era ya una especialista en el sector y decidió sacarle provecho.
Su experiencia como gestora inmobiliaria le permite como nadie conocer los motivos que mueven a los cubanos a vender sus casas. Los dos casos más comunes son los ancianos a quienes “ya la casa les queda muy grande”, y “los aventureros” que necesitan dinero para pagarse su salida de Cuba.
“A menudo me encuentro con ancianos, que no tienen ni el dinero ni las fuerzas para mantener una casa grande y prefieren venderla, comprar una pequeña y quedarse con algún dinero, para así comerse su patrimonio,” cuenta María Carla.
Otros casos comunes necesitan de la venta para pagar sus gastos de pasaporte, ticket de avión y quién sabe que otras gestiones para abrirse camino en el extranjero. “O se quieren llevar consigo a sus padres ancianos y les viene bien llevarse algún dinero,” apunta.
Con agua y sin apagones
A pesar de que determinar precio de una casa pasa por el filtro del estado con el arquitecto de la comunidad, es el agente inmobiliario quien, basado en su experiencia, corrige y fija los precios de las casas, de mutuo acuerdo con el propietario.
Leonel, quien vendió su casa en Cuba para irse a los Estados Unidos y ahora reside en Miami, asegura que el precio de la vivienda depende de la calidad del servicio de agua y “de que no se vaya la corriente”. Agrega que la ubicación de la casa, en una zona céntrica o en la periferia de la ciudad, determina en gran medida “los miles a dar”.
Normalmente, cuenta Leonel, los vendedores reciben una parte del dinero en pesos cubanos y otra en pesos convertibles. La cantidad que pasa por el banco, declarada por ambas partes y sujeta al impuesto de un 4%, se maneja en pesos; la cantidad real, pasada de mano a mano, se prefiere en CUC.
Los constructores están haciendo su agosto
El nuevo reto entre los emprendedores del gremio inmobiliario cubano está en obtener la licencia de contratista, que permite a sus tenedores dirigir una brigada de construcción y remodelación, integrada por decoradores, albañiles, plomeros, carpinteros, pintores y electricistas.
Los agentes de bienes raíces más abarcadores también adquieren la licencia de contratista; aprovechan así la ventaja de conocer de primera mano el mercado. El costo de una reparación cosmética a una vivienda ronda los 500 dólares, una cifra discreta, en comparación con el valor que alcanzará la casa luego de su remodelación.
María Carla siente “el espíritu de construcción” que se ha apoderado de los cubanos. “Donde quiera te encuentras una casa en plena construcción; gente echando una placa, pintando. Los constructores están haciendo su agosto.”