La Agencia de Estados Unidos para Medios Globales (USAGM) a cargo de las transmisiones internacionales del gobierno de EEUU ordenó una auditoría a la Oficina de Transmisiones a Cuba (OCB), cuyos resultados fueron publicados el martes.
Lee también Presentación de John F. Lansing, Director y presidente ejecutivo de la USAGMEl documento es el resultado de un panel de expertos independientes que analizó contenidos de la OCB, el profesionalismo y la ética periodística de esta institución.
Lee también Nota del director interino de Estrategias de USAGM acerca del InformeA partir de este trabajo, USAGM ha decidido emprender un proceso de reformación.
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A continuación reproducimos el informe, también disponible en formato PDF :
Evaluación del panel de expertos sobre el contenido de la OCB. Estudio finalizado el 29 de abril de 2019.
Introducción
Se le pidió al panel de expertos que analizara la calidad de producción y el contenido de los videos, la radio y la web de Radio Televisión Martí basándose en los estándares de los lineamientos éticos de Martí. Radio Televisión Martí es producida por la Oficina de Transmisiones a Cuba (Office of Cuba Broadcasting, OCB), dependiente de la Agencia de Estados Unidos para Medios Globales (United States Agency for Global Media, USAGM).
Estos lineamientos éticos, adoptados de la cadena Voz de América (VOA) de la agencia, reflejan los principios que por más de un siglo han orientado a los medios de comunicación independientes en los Estados Unidos y, con el tiempo, en la mayoría de los demás países democráticos, incluyendo los de América Latina. Reforzando esa ética, en la declaración de misión de Martí, publicada en su sitio web, se afirma que su misión es “servir como fuente confiable y autorizada de información precisa, balanceada y completa para el pueblo cubano”.
La conclusión unánime del panel, a la que se llegó sin reservas, fue que el contenido de los videos, la radio y la web de Radio Televisión Martí dista mucho de cumplir con esos estándares éticos y la misión declarada.
Durante mucho tiempo se han planteado dos cuestiones en torno a la Agencia de Estados Unidos para Medios Globales y a sus antecesores. Una es si debe producir propaganda, es decir, información expresamente diseñada para influir en una población extranjera o debilitar un gobierno, hasta el punto de que a veces la información puede ser engañosa, sesgada, incompleta o incluso errónea. La otra es si la agencia y sus medios de comunicación deben ser un instrumento directo controlado por la Secretaría de Estado para ejecutar la política exterior de cada una de las administraciones, adaptando así la información para cumplir con las políticas y los objetivos políticos cambiantes. El Congreso y todas las administraciones desde la del presidente Dwight Eisenhower se han decidido en contra de ambos cursos. En su lugar, encargaron a la agencia que reflejara los ideales estadounidenses de una prensa libre, objetiva e imparcial, y que de ese modo tratara de influir en las poblaciones extranjeras demostrando cómo funciona una democracia, aun con todas sus imperfecciones. A la agencia y sus predecesoresse los hizo casi independientes. El medio más antiguo de la agencia es Voz de América (VOA), cuyos estatutos, firmados por el presidente Gerald Ford en 1976, establecen de forma explícita que “VOA representará a los Estados Unidos, no a un solo sector de la sociedad estadounidense” y que “presentará las políticas de los Estados Unidos de manera clara y eficaz, y también presentará debates y opiniones responsables sobre estas políticas”.
El panel de expertos reconoce que, sin embargo, sigue habiendo una tensión inherente en la misión de la agencia como parte del Gobierno de los Estados Unidos. En ninguna parte son más evidentes esa tensión y los dos debates sobre la misión que en la Oficina de Transmisiones a Cuba y en Martí. Gran parte del contenido de Martí es diferente al de cualquier otro servicio de noticias de la agencia. Martí se dedica abiertamente tanto a la propaganda como a la promoción de la política exterior de la administración actual, en este caso hacia Cuba (así como hacia Venezuela y Nicaragua).
El panel determinó por unanimidad que no le correspondía adoptar una posición respecto a si Martí estaba en lo correcto al hacerlo. Esa es una decisión política que les corresponde tomar al Congreso y la Casa Blanca. Más bien, el panel decidió evaluar a Martí en sus propios términos. ¿Son efectivos los muchos intentos de programación de propaganda y la promoción de una sola política exterior para influir en los cubanos en Cuba para que cambien su gobierno? Si bien no existe una buena forma de evaluarlo, el criterio profesional unánime del panel, basado en lo que cada miembro sabe sobre cómo usar las comunicaciones para atraer e influenciar a una audiencia y en el éxito de las tácticas que contribuyeron a la caída de la Unión Soviética, fue que los intentos unilaterales de Martí son desacertados, y es casi seguro que fracasarán.
Es importante señalar que cada uno de los panelistas llegó a estas conclusiones de forma independiente, antes de reunirse por primera vez con los demás. La Agencia de Estados Unidos para Medios Globales tampoco consultó nunca a los miembros del panel acerca de sus políticas u opiniones sobre Martí durante el proceso de selección. La agencia no trató de conducir al panel a ninguna conclusión de ninguna manera. Pero lo que sí quedó claro de inmediato para los propios miembros del panel cuando se reunieron para discutir las conclusiones iniciales, la mayoría de los cuales se veían por primera vez, es que cada uno de ellos cree profundamente en la democracia liberal y en la libertad individual, tal como las consagra la Constitución de los Estados Unidos. Dicho de otro modo, ninguno de los panelistas es simpatizante del comunismo ni de la dictadura cubana. Esto es un punto importante a tener en cuenta en el marco del ambiente político hiperpartidista y afectivo que rodea a Martí, en especial, en su base de operaciones entre la gran comunidad de refugiados cubanos en el sur de Florida.
Andrea Sarralde es colaboradora y exreportera de Telemundo, cadena de televisión en español con sede en Miami. Telemundo representa una rica y profunda variedad de fuentes de noticias en español en los Estados Unidos que practican los más altos estándares éticos del periodismo democrático. La cadena llega a la propia Cuba a través de medios digitales y varios servicios de contrabando. Nominada al Emmy, Sarralde también ha sido reportera de Voz de América, en la que ha aportado al panel la valiosa experiencia adicional de haber respaldado los estándares y la ética del principal medio de comunicación financiado por el Gobierno de los Estados Unidos.
Laura Castañeda, Doctora en Educación, profesora de práctica en la Annenberg School of Communication and Journalism de la University of Southern California (USC), fue secretaria general de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos (National Association of Hispanic Journalists, NAHJ). Ha colaborado como escritora y editora para Dallas Morning News, San Francisco Chronicle y Associated Press. Es coautora del libro The Latino Guide to Personal Money Management, una guía sobre el libre mercado para cubanos y otros hispanoamericanos. Castañeda es ampliamente reconocida como experta en casi todos los tipos de transmisión, redacción y edición de noticias impresas y digitales, y los ha enseñado a todas las generaciones de periodistas que salen de la USC.
María Fernanda Sandoval no es periodista, sino más bien una especialista en marketing y redes sociales que aporta una gran experiencia técnica y en comunicaciones al panel. Sandoval es palabra autorizada en materia de calidad de producción en televisión, radio y redes sociales, así como de estrategias mediáticas para alcanzar y atraer al mercado latinoamericano. Siendo una colombiana que vive en Colombia, también aportó una visión latinoamericana independiente de lo que es un drama cubano y estadounidense, no para juzgarlo en términos políticos, sino para garantizar doblemente tanto la comprensión cultural como la neutralidad política a la hora de analizar la red Martí.
Roberto Suro es el fundador y exdirector del Pew Hispanic Center, grupo de investigación de renombre que se autodenomina apartidario, con sede en Washington. Suro se desempeña como profesor adjunto en la Annenberg School for Communication and Journalism y en la Price School of Public Policy de la University of Southern California (USC). También es director del Tomás Rivera Policy Institute de la USC y miembro senior no residente del Brookings Institute. Es coautor y editor de cuatro libros y más de 100 estudios de importancia. Antes de dedicarse a la investigación y la enseñanza, fue reportero para el Washington Post, Time Magazine, The New York Times, The Chicago Tribune y el Chicago Sun Times. Ha entrado y salido de Cuba con frecuencia a lo largo de los años en calidad de periodista y académico.
Edward Schumacher-Matos, presidente del panel, es director del Edward R. Murrow Center for a Digital World en la Fletcher School of Law and Diplomacy de la universidad Tufts. Fue el editor fundador y editor asociado de The Wall Street Journal Americas, fundador y CEO de la cadena Rumbo de diarios en español en Texas, jefe de redacción del New York Times en Buenos Aires, miembro de un equipo que ganó el Premio Pulitzer en The Philadelphia Inquirer y ombudsman en NPR y The Miami Herald. El único reportero que estuvo en el puerto Mariel durante el éxodo del Mariel, fue testigo de primera mano del anhelo de más de 100 000 cubanos que huían de la isla y cruzó con ellos en una embarcación sobrecargada hacia la libertad en Cayo Hueso. Con el fin de dar a conocer posibles conflictos de intereses, se informa que Schumacher-Matos está casado con una cubana que fue refugiada del programa de la Iglesia Católica conocido como “Peter Pan”. Su difunto suegro fue un intelectual y escritor católico que escapó a los Estados Unidos después de haber sido encarcelado por el régimen castrista durante un año. Su suegra estuvo bajo arresto domiciliario en La Habana en castigo un año más. Nacido en Colombia y miembro de la junta directiva del Latin American Program del Woodrow Wilson Center en Washington, Schumacher-Matos también ha sido amigo por mucho tiempo de varios miembros de la junta directiva del International Institute for Democracy, que produce un espectáculo de Martí.
Cada miembro del panel analizó cerca de 29 horas de programación de radio y televisión y otros 40 informes escritos en la web. El material dado a cada uno fue escogido y asignado al azar por la agencia y no se superpuso. 1 Los miembros siguieron en mayor detalle la producción actual de Martí para televisión y radio en línea, así como su edición en la web, cada uno por su cuenta.
Todos los miembros expresaron la misma conclusión cuando el panel se reunió por primera vez en Washington, D.C. El contenido de deportes, artes y asuntos menores estaba bien. Los resúmenes de noticias en línea consistían en gran parte de informes por cable y también estaban bien. Los problemas radican en los noticieros de radio y televisión, y especialmente en la oferta diaria constante de los programas de debate políticas y los informes de investigación. Estaban plagados de mal periodismo. Y, sin embargo, también eran propaganda ineficaz.
Calidad de la producción
Desde el punto de vista técnico y estético, la calidad de la producción de la radio y la televisión de Martí es mediocre. En la gran mayoría de los programas de radio se escuchan ruidos molestos de fondo. En televisión, la calidad del manejo de la cámara, la iluminación y los gráficos es irregular, lo que refleja una aparente falta de experiencia técnica y profesionalismo. Como resultado, muchas de las producciones parecen obsoletas y antiguas, cuando no vergonzosas.
En uno de los programas de debate de televisión analizados, por ejemplo, la cámara les cortó la cabeza a algunos de los invitados. Durante el espectáculo, se rompió una lamparilla, y esto creó una gran sombra en la parte superior de la presentadora. Sin embargo, el programa siguió, pese a que era pregrabado y podría haberse detenido fácilmente para que se arreglara la iluminación.
Los presentadores y la presentación de los dos principales noticieros diarios en su mayoría son profesionales. No obstante, los informes y las entrevistas en los diversos programas de investigación, análisis y debate son demasiado largos, repetitivos y difíciles de seguir o entender. Se vuelven aburridos para el espectador muy rápido.
En la edición digital, gran parte de las noticias se obtienen de EFE o Reuters. Se trata en su mayoría de una tarea de copiar y pegar, con pocos aportes adicionales de los periodistas de la OCB. Eso no lo hace malo. La recopilación inteligente tiene un valor propio, y Martí ha sido una buena fuente para algunos de los informes de periodistas independientes en Cuba, pero el material de los cables está disponible en otros sitios en línea. Si bien el panel no hizo un análisis de esos sitios, advierte que cortar y pegar puede no tener un valor añadido particular para atraer y mantener enganchada a una audiencia.
Estándares de noticias
Cita y atribución de fuentes
La mayoría de los informes digitales, de radio y televisión incluyen fuentes oficiales, es decir, personas dispuestas a ser nombradas y citadas. Sin embargo, el problema es que a) las fuentes a menudo plantean un solo punto de vista o b) no está claro cuál es su competencia y por qué son parte de la historia. Sin duda, debería incluirse a una mayor variedad de fuentes con diferentes puntos de vista en las historias, como lo exigen los estándares de Martí.
Del mismo modo, se presentó demasiada información sin atribuir las fuentes, y esto da la impresión de que se la obtuvo de manera arbitraria. Aunque no se detectó ningún plagio, una atribución de fuentes descuidada puede llevar a acusaciones de plagio.
A continuación se incluyen algunos ejemplos cotidianos de estas limitaciones extraídos de la versión web, en la que buscar y atribuir fuentes de forma correcta es incluso más fácil que en radio y televisión gracias al mayor espacio disponible:
Una historia digital del 12/9/18 sobre el deterioro del histórico Colegio de la Salle incluyó muchas voces de Cuba y Florida, pero no presentó ninguna respuesta de los funcionarios del Gobierno cubano. Incluso un “Sin comentarios” o “Los funcionarios cubanos no respondieron a los repetidos pedidos de comentarios” es mejor que nada.
Un perfil digital de Mariela Castro del 13/4/18 parece ser un rejunte de muchos otros artículos de noticias y declaraciones de varias organizaciones políticas y ONG. Habría resultado más sólido incluyendo entrevistas en profundidad con expertos cubanos de una amplia gama de tendencias políticas, así como con activistas de derechos humanos y líderes religiosos, entre otros. Por supuesto, también debería haberse hecho todo lo posible por recabar comentarios de la misma Mariela Castro, y el informe debería haberlo mencionado, por muy improbable que fuera que respondiera.
Una historia digital del 13/8/18 sobre una maestra de edad que vive en la pobreza es en realidad un relato de un cortometraje producido por uno de los antiguos alumnos de la docente, que ahora es activista por los derechos humanos. No se hace ningún esfuerzo para hablar con la propia educadora, para obtener una respuesta de la iglesia que se encuentra frente a su casa ni del despacho cercano de Jorge Jesús Hernández, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, a quien se ha notificado de la situación de la anciana.
Una historia digital sobre el sucesor de Raúl Castro del 19/4/18 parece ser un artículo de opinión. En caso afirmativo, se lo debe indicar claramente como tal, ya que el autor se limita a dar todos los detalles sin ninguna atribución o enlace que respalde lo que afirma.
Dicho esto, el panel no encontró casi ningún uso de fuentes anónimas, lo cual es meritorio.
Equilibrio e imparcialidad
Un episodio de Encuentros del 18 de abril resume el fracaso de muchos programas con orientación política en lo relativo a cumplir con los propios estándares éticos de Martí sobre el equilibrio y la imparcialidad.
El programa de 30 minutos es llamativo en cuanto al tiempo que se les dio a los voceros del Departamento de Estado y del Consejo de Seguridad Nacional y a los congresistas del sur de Florida Mario y Lincoln Díaz-Balart para que se explicaran a fondo. Las entrevistas trataban sobre el anuncio de la Administración Trump de que levantaría la suspensión del Título 3 de la Ley Helms-Burton. El Título 3 permite que los estadounidenses que habían sido dueños de propiedades expropiadas por el Gobierno cubano presenten demandas en los tribunales estadounidenses contra cualquier persona que esté ocupando las propiedades o “circulando” en ellas en la actualidad. Cerca de 2 millones de ciudadanos estadounidenses nacidos en Cuba y sus descendientes podrían presentar demandas ante la ley. Todas las administraciones de los Estados Unidos, republicanas y demócratas, suspendieron la implementación del Título 3 desde que se promulgó la Ley Helms-Burton en 1996. Lo hicieron por una serie de razones consideradas beneficiosas para los Estados Unidos y para la transición democrática en Cuba. Entre ellas se incluyen el caos y los costos potenciales que esto podría causar para un nuevo gobierno democrático en Cuba, la interferencia de los tribunales estadounidenses en lo que es un asunto cubano, el precedente establecido después de la caída del comunismo en Europa del Este y la necesidad de que todas las sociedades, tarde o temprano, cierren la puerta a la historia, como ya lo han hecho la mayoría de las empresas de los Estados Unidos y de otras naciones. No se presentó ni un solo partidario de esas u otras razones, y el presentador tampoco las abordó. En su lugar, este se convirtió en un entusiasta animador y se refirió a los funcionarios de la Administración Trump que levantan la suspensión como el “equipo de los sueños” para las políticas cubanas. La cuestión aquí no es si levantar el Título 3 es bueno o malo, sino que, aunque a los defensores del cambio de política se les dio todo el tiempo posible para defenderlo, no se brindó esta oportunidad a ninguno de los opositores, entre ellos, muchos cubanoamericanos, líderes empresariales estadounidenses, gobiernos aliados, expertos en política exterior y cubanos comunes y corrientes en la isla.
Este presentador al aire, en especial en el noticiero nocturno de una hora, suele ser profesional y directo. Lo mismo puede decirse de los copresentadores del noticiero de las 5 de la tarde. Las mismas noticias relatadas por los periodistas que claramente parecen ser reporteros de Martí no inventaron, distorsionaron ni dramatizaron en exceso los acontecimientos, aunque muchas no presentaron todos los matices de un tema. Sin embargo, la selección de historias de ambos programas se orienta demasiado a las historias críticas hacia los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. El fuerte énfasis en los dos últimos para una audiencia en Cuba —en contraposición a la de Miami— es cuestionable.
No obstante, lo que es más cuestionable es cuando uno toma distancia de los dos noticieros para analizar los muchos programas de debate y de televisión de fondo orientados a las noticias.
El presentador de Temas y Opinión pasó 16 años en prisión en Cuba y desde su llegada a los Estados Unidos ha sido honrado como un valiente líder y colaborador desinteresado en la comunidad cubanoamericana del sur de Florida. Aun así, al igual que muchos de los presentadores, comentaristas y hasta reporteros que aparecen en estos otros programas, es casi imposible conocer su condición como empleado y periodista. Si bien los comentaristas suelen tener más libertad para editorializar, incluso para ellos existen estándares que deben seguir para garantizar que sus declaraciones sean responsables y que la audiencia sepa distinguir entre sus puntos de vista y los de Martí mismo. Los presentadores suelen ser más neutrales. Día tras día, Martí omite por completo hacer estas distinciones, de ahí que el panel considere a Martí como propaganda con un propósito. Un ejemplo cotidiano fue cuando esta persona en su programa como presentadora —no alguien a quien se entrevista para conocer sus puntos de vista, sino como presentadora— se refirió al Gobierno cubano como un “cáncer”. En otro programa, Tras la Noticia, dijo que el venezolano Nicolás Maduro era igual a Castro en el sentido de que “les saca la comida del plato a sus propios hijos”.
Del mismo modo, los artículos de opinión en línea no se identifican como tales. Tampoco se hace una distinción entre los autores para indicar quién es un reportero de noticias de Martí y quién es un colaborador externo. Un individuo, por ejemplo, está identificado en su biografía como “escritor y periodista de Martí Noticias”. Eso indica que podría ser un reportero de la redacción de Martí. Sin embargo, en un artículo sobre los Castro y la cultura, escribió que Fidel es “la anticultura y en consecuencia, la antinación”. Y continuó diciendo que Raúl se siente tan incómodo con la cultura que “si se ve obligado a pronunciarla en algún sarao de puerco asado, se le atraganta como un boniato en el hálito alcohólico de su boca”. Este escritor claramente posee una prosa colorida, pero ¿está escribiendo en su nombre o en el de Martí? Esta pregunta por sí sola socava la credibilidad de Martí ante el público, ante cualquier público, incluso un público cubano.
Uno de los presentadores de En Debate declaró al aire que era republicano. Para ser justos, dijo que estaba casado con una demócrata y que quería señalar que en los Estados Unidos podrían existir múltiples puntos de vista. De todas formas, la pregunta sigue siendo: ¿es apropiado para un periodista? Mientras tanto, él y todos los presentadores opinan abiertamente sobre el tema en cuestión, como si ellos mismos fueran panelistas y no los presentadores. Se puede decir que las noticias por cable en los Estados Unidos también están avanzando en esa dirección en sus programas de debate nocturnos. Pero, además de que esto es inapropiado en un servicio de noticias patrocinado por el Gobierno de los Estados Unidos destinado a representar a todos los estadounidenses, está la pregunta sobre su efectividad dentro de Cuba, una pregunta a la que volveremos en la última sección de este informe.
Los ejemplos anteriores no pasaron por una selección exhaustiva. En Martí parece estar permitida casi cualquier crítica al Gobierno cubano y a sus líderes en la radio, la televisión y en internet a diario, en los comentarios de las noticias, en los programas y en los informes en línea a lo largo del día. La televisión parece ser la peor. Los presentadores y los invitados son tan anticastristas que su lenguaje a menudo raya en lo ordinario. Los presentadores se incluyen a ellos mismos y sus propias experiencias en las historias que se cuentan. Son pocos o nulos los intentos de obtener una respuesta o de proporcionar información de otras fuentes para equilibrar, en ese programa y en otros.
El programa de televisión Libertad y Democracia es un ejemplo de cómo Martí también suele mirar al resto de América Latina a través de lentes tintadas. El programa es producido por el Interamerican Institute for Democracy, organización sin fines de lucro dedicada a promover la democracia en América a través de estudios y eventos en Miami. El director ejecutivo del instituto es el presentador del programa de Martí. Su propia política es evidente, pero no solo respecto a países como Venezuela y Nicaragua, sino también a democracias como Brasil. En un programa defendió a Jair Bolsonaro, el nuevo presidente de derecha de Brasil, refiriéndose a él como un “demócrata despreciado por grupos que odian la democracia”. Muchos demócratas brasileños estarían en desacuerdo con esa caracterización y argumentarían lo contrario. El punto aquí no es determinar quién tiene razón o no, sino que Martí no debe tener un programa que tome partido. Y aquí no están en juego ni la dictadura comunista ni los Castro.
El panel coincide en que Martí no debe permitir que se la utilice como plataforma para defender dictaduras ni al comunismo. Existen líneas subjetivas basadas en los valores de los Estados Unidos que deben seguirse para la selección del contenido. No obstante, la mayoría de las preocupaciones cotidianas del pueblo cubano tienen que ver con las políticas del gobierno y muchos otros factores sobre los cuales cualquier audiencia quiere ser informada con veracidad, incluyendo las repercusiones buenas y las malas. También necesitamos conocer al adversario y escuchar qué tiene para decir de vez en cuando. Martí descuida estos aspectos. Ha permitido que el péndulo de ser guiados por valores subjetivos bien intencionados gire hacia una posición extrema que resulta antidemocrática y contraproducente.
Precisión, contexto y exhaustividad
Incluso tomando los exabruptos anticastristas en sus propios términos, no existe ningún esfuerzo para explicarlos o contextualizarlos. Por ejemplo, los invitados y los anfitriones suelen referirse a acontecimientos de la década de 1960 sin ninguna explicación para un público que no está íntimamente familiarizado con las primeras etapas de la Revolución Cubana o que es demasiado joven para conocerlas. Hasta cuando se habla de asuntos contemporáneos, ya sea en forma de noticias o entrevistas, se proporciona muy poca información contextual para que el contenido sea comprensible para alguien que no sigue las discusiones sobre Cuba tal como las presentan los propagandistas anticastristas de la vieja escuela. Muchas veces estos comentarios dan por sentado que la información o el lenguaje codificado son conocidos por la población media en la isla hoy en día. Como tales, las emisiones tienen una utilidad limitada, incluso en un esfuerzo propagandístico por debilitar el apoyo al régimen.
Mientras tanto, no parece haber suficiente cobertura de la diversidad política, geográfica, cultural, étnica, religiosa y social dentro de los Estados Unidos y en el resto del mundo.
Por otro lado, a favor de Martí, el panel detectó pocos errores de hecho en sus noticias sin sesgo, y los que se encontraron se corrigieron con bastante rapidez.
Recomendaciones
"La misión de la Agencia de Estados Unidos para Medios Globales (USAGM) es informar, involucrar y conectar a la gente de todo el mundo a favor de la libertad y la democracia".
"La misión de la Oficina de Transmisiones a Cuba (OCB) es promover la libertad y la democracia mediante la transmisión de noticias objetivas y la programación informativa destinada al pueblo de Cuba".
Fuente: Sitio web de la USAGM (disponible en inglés)
¿La misión de la OCB y la de la agencia de la que depende se reflejan en Radio Televisión Martí? La revisión del panel planteó inquietudes significativas, entre las cuales se incluyen las siguientes conclusiones:
- Las normas de objetividad establecidas en el periodismo se ignoran de manera sistemática en favor de tácticas de comunicación visiblemente propagandísticas.
- Parece poco probable que la presentación del contenido en la radio, a través de videos y en línea logre promover la libertad y la democracia dada la demografía, la cultura y las circunstancias políticas de Cuba en la actualidad.
- Las limitaciones tanto en intención como en implementación reflejan hasta qué punto Martí opera como un anacronismo.
En la década de 1960, al no tener acceso a los periódicos ni a la televisión, los inmigrantes cubanos en Miami recurrieron a la radio AM como medio para la expresión política y el desarrollo de la comunidad. El contenido y el estilo de esas emisiones reflejaban una identidad compartida, ya que los exiliados esperaban un regreso con sed de venganza a la patria de la que fueron expulsados a la fuerza por un régimen ilegítimo que la nación de acogida estaba comprometida a derrocar. Estaciones como Radio Mambi, La Poderosa y WQBA se convirtieron en escuchas obligadas cuando colmaron sus agendas con programas en formato de charlas o entrevistas que ofrecían un flujo constante de comentarios hostiles sobre la Revolución Cubana. Reflejando el estilo de discurso político de la isla, las conversaciones eran de fuego rápido, abiertamente emotivas, muy personales y carentes de cualquier compromiso para con la veracidad. Además, las normas que limitan la incitación a la violencia o al odio en las declaraciones públicas no se aplicaban a los cubanos de Miami que hablaban del régimen de Castro. Las radios funcionaban como si gozaran del tipo de excepción en tiempos de guerra que se aplicaba a las representaciones estadounidenses de alemanes y japoneses tan solo 20 años atrás. Eso puede explicarse por el hecho de que esta comunidad estuvo involucrada en una forma de guerra contra el régimen castrista que resistió ofensivas grandes y pequeñas durante muchos años, con el pleno apoyo y aprobación del Gobierno de los Estados Unidos. En el camino, los cubanos de Miami sufrieron muchas bajas que conmemoraron con largos y repetidos elogios en la radio.
Radio Martí, la antecesora de la OCB, tomó su personal y su programación directamente de las radios cubanas de Miami y los apuntó a la isla. Como se describe en nuestro análisis de contenido, estos orígenes siguen caracterizando el estilo y la esencia de la programación de información y de noticias producidas por la OCB. El contenido se ha actualizado al punto que los debates se centran en acontecimientos y personalidades contemporáneas, aunque las reflexiones sobre los hechos que tuvieron lugar en la larga historia de la Revolución Cubana aparecen en interludios frecuentes. El formato de los programas de debate tanto en radio como en televisión no ha cambiado y sigue siendo la forma predominante de comunicación en Martí. El tono de las conversaciones no es diferente al que se escuchaba en las radios de Miami hace 50 años.
Una excepción importante es que incluso los llamados implícitos a acciones violentas contra el Gobierno cubano han ido desapareciendo de modo gradual, lo que refleja cambios en la política de los Estados Unidos. En su lugar, el énfasis tanto en Washington como en Miami se ha desplazado hacia el disenso en la isla, con una cobertura enfáticamente favorable de quienes están a favor del cambio de régimen, mientras que se presta menos atención a quienes buscan la reforma. Las normas tradicionales de objetividad periodística son irrelevantes para esta forma de transmisión. Como ha demostrado nuestro análisis, la OCB no hace ningún esfuerzo por proporcionar una medida de equilibrio en los puntos de vista expresados en su contenido.
Mientras tanto, en Miami las programaciones han sufrido modificaciones. Tanto Radio Mambi como WQBA han cambiado de propietario y de formato, y solo ha quedado La Poderosa para ofrecer conversaciones al viejo estilo cubano, aunque con una programación diluida que también incluye problemáticas contemporáneas. La nostalgia ha dado paso a la realidad demográfica de Miami. La generación que vivió el drama del exilio está casi extinta, reemplazada por generaciones de cubanoamericanos nacidos y criados en los Estados Unidos.
De igual manera, y esto es fundamental, la población de cubanos en la isla con un recuerdo vivo del triunfo de Castro en 1959 es reducida y está muy disminuida. De hecho, la mayoría de los 11,5 millones de cubanos que hoy día residen en la isla no tienen ningún recuerdo vivo de la Revolución, ni siquiera de antes de la caída de su principal protector, la Unión Soviética. El 40 % de los cubanos nacieron después de la caída del Muro de Berlín. Los 30 años transcurridos desde entonces han estado marcados por una serie de zigzagueos políticos y económicos que pretenden volver a poner a Cuba en una posición segura.
El período iniciado cuando Fidel Castro se enfermó en 2006 y comenzó una década alejado de la vida pública también ha visto cambios significativos en el panorama político. La Iglesia Católica Romana se ha afirmado cada vez más como protagonista en el discurso público. Un segmento todavía pequeño pero creciente y predominante de la fuerza laboral ha dejado el empleo en el gobierno en favor de un sector privado incipiente. Además, en los últimos años, el acceso cada vez mayor a smartphones y conexiones de Internet ha expuesto a los cubanos a una multiplicidad de fuentes de información que no estaban disponibles cuando la OCB trataba de quebrar el monopolio del Gobierno cubano sobre los medios de comunicación.
En otras palabras, Cuba hoy parece estar lista para el cambio. Pero el contenido de Martí es fundamentalmente inadecuado para promover una transición hacia la democracia. Esto se debe a dos razones. Una es que gran parte de su contenido y estilo es anacrónico. La otra es que, si bien sus programas de debates unilaterales y sus combativos presentadores parecen reflejar las tendencias que se observan en las noticias por cable en los Estados Unidos, se pierden una diferencia fundamental entre las dos audiencias. Los programas de debate estadounidenses muy politizados ejercen influencia reafirmando puntos de vista que su audiencia ya tiene. El poder de estas transmisiones radica en la activación, no en la persuasión. Consolidan las divisiones y la polarización. Con todo, reafirmar puntos de vista y consolidar divisiones no es el camino para propiciar el cambio en Cuba. La mayor parte de la oposición que tiene opiniones contrarias a la Revolución Cubana en su conjunto se fue hace tiempo. Está en Miami y otros centros de refugiados cubanos. La gran masa de cubanos en la isla hoy tiene más sentimientos encontrados o no está demasiado politizada. El desafío es llegar a estos cubanos y conectarse con ellos en sus diversas realidades, y no en la falsa realidad febril que suelen tener las comunidades de refugiados de todo el mundo sobre sus países de origen.
Una regla primordial de los mensajes políticos y del marketing moderno efectivos es que, para influir en las personas, por regla general primero hay que establecer empatía con ellas. Debes demostrar que las comprendes y que entiendes su situación actual, que te identificas con ellas, que reconoces lo bueno y lo malo de sus vidas, y los problemas a los que se enfrentan. Las transmisiones y las publicaciones de la OCB lo hacen muy poco. En cambio, buscan activar una oposición y una hostilidad abiertas hacia la Revolución Cubana en su conjunto, en todas sus manifestaciones sociales, políticas, culturales y económicas, y lo hacen con un enfoque retórico e ideológico que no ha cambiado desde los días más candentes de la Guerra Fría. El intento fracasó entonces y está fracasando ahora.
Y luego hay una segunda cuestión fundamental: ¿de qué manera promueve la democracia este tipo de transmisiones? Quizás la oposición a un régimen comunista se tradujo intrínsecamente en apoyo a las democracias occidentales en el mundo bipolar de la Guerra Fría. Pero ese mundo también desapareció hace mucho tiempo. Cualquiera sea su influencia en la forma en que los cubanos opinan sobre su gobierno, el contenido de Martí no hace ningún esfuerzo por mostrar, y mucho menos por promover, un mundo democrático alternativo o de otro tipo.
Y este punto de vista singular —atacar al Gobierno cubano por cualquier medio posible— se extiende a una cobertura de noticias mucho más allá de Cuba. Se trate de un concierto de un músico cubano en Buenos Aires o de un cambio en la política brasileña relacionado con la paga a los médicos cubanos, la noticia se analiza solo por su relevancia para un único objetivo. El criterio periodístico que valora la información en función del daño que podría infligir a los herederos del régimen castrista deja poco espacio para la cobertura de noticias o comentarios sobre acontecimientos que podrían servir como ejemplos de gobernabilidad democrática para una audiencia cubana contemporánea. Ese tipo de contenido es de fácil acceso para Martí en gran volumen, si tan solo decide utilizarlo.
Una cobertura objetiva y explicativa de la sociedad y la política estadounidenses, incluso con todas sus limitaciones y polémicas, ofrecería un poderoso testimonio del funcionamiento de una sociedad democrática con una sociedad civil libre y dinámica, incluyendo una prensa libre. La cobertura neutral y explicativa de las noticias en Cuba (en especial, los esfuerzos del gobierno con relación a la reforma económica, cada vez más complejos y a veces contradictorios) ofrecería un servicio único y potencialmente útil a una audiencia cubana.
Presentar comentarios desde múltiples puntos de vista, incluyendo a los partidarios del Gobierno cubano, serviría como modelo de funcionamiento de un sistema democrático. Además, la cobertura diaria de los servicios de noticias de acontecimientos no polémicos en Cuba, como los exitosos esfuerzos de evacuación por huracanes o la reseña de un festival de libros o de cine, le demostraría a una potencial audiencia que la OCB podría producir contenido sin una agenda política abierta.
Con una nueva línea editorial y un formato de producción claro, Martí podría llegar a los cubanos en Cuba de una manera más neutral. Cuando los cubanos se enganchan con temas polémicos, pero en formatos de televisión y radio neutrales, pueden asimilar las noticias de un modo respetuoso. En Cuba hay muchas cosas interesantes que mostrar y muchas formas de llegar a los jóvenescon material actual sin hablar del régimen y de los hechos de hace años. Los noticieros podrían centrarse en sucesos y nuevas tendencias, con noticias frescas, para enriquecer tanto el mensaje como el contenido. Se puede invitar a los especialistas en temas polémicos a participar en los debates, con la condición de que el programa en sí mantenga una visión crítica e imparcial. Todo esto permitiría introducir programas más actuales y más originales, con la posibilidad de captar e influenciar una mayor audiencia.
Estas recomendaciones no tienen nada de nuevo o revolucionario. Representan el enfoque utilizado por Voz de América y los otros servicios de la Agencia de Estados Unidos para Medios Globales. Es el enfoque que ayudó a derribar la Cortina de Hierro con la Unión Soviética y a moderar a China de lo que fue en los tiempos de Mao, incluso si hoy en día se dan retrocesos en ambos países. Es el enfoque que se utiliza para moderar el extremismo musulmán en Oriente Medio y África.
Lógicamente, en las noticias deben predominar los excesos y las limitaciones del régimen cubano, y las consiguientes dificultades de la vida en la isla. En ningún punto de este documento se sugiere que en Martí se minimicen esos temas. Sin embargo, no tienen por qué desplazar a todos los demás temas, como ocurre ahora. El debate constante y monótono sobre los asuntos cubanos al estilo de una estación de radio de Miami no logrará ni puede lograr la misión de la OCB. A juicio de los autores de este informe, emprender una iniciativa para cumplir esa misión requerirá una reducción sustancial del tiempo y el espacio dedicados a los asuntos cubanos y un cambio categórico en el modo en que se trata a Cuba. A la vez, Martí tendrá que generar varias categorías de contenido nuevas en múltiples formatos nuevos que apunten a llegar a la población cubana actual, en especial, a los jóvenes. Estas herramientas podrían permitirle a la OCB elaborar una estrategia que busque de manera deliberada y metódica “promover la libertad y la democracia proporcionando al pueblo de Cuba noticias objetivas y programas informativos”.