Ha quedado en evidencia que la OEA tiene problemas estructurales, que necesita pasar por un proceso de refundación y/o revisión, que ha dejado de ser un organismo de interlocución válido para este hemisferio.
Un año después de su muerte, sería injusto negar que el ex mandatario Hugo Chávez tuvo capacidad de liderazgo, y un arma más que convincente para poder negociar: petróleo.
Apoyado en esto, y en contubernio con el gobierno de Cuba, logró construir una suerte de integración latinoamericana devenida en unidad monolítica, geopolítica y económica, cuyo rol principal era y continúa siendo influenciar a su favor en el contexto regional.
El costo de tanta expansión, fue la división nacional. Partición que lograba sortear echando mano a su conocida habilidad para enfrentar problemas internos con arrogante creatividad y poder de convocatoria.
Al morir, el gran reto de Maduro, como sucesor, era reunificar la nación; pero la tarea es difícil, Venezuela ya se había convertido en una aparente democracia dentro de una de las sociedades más desiguales de América, con la especial complejidad de haber perdido tolerancia.
La bomba de tiempo estalló. La fuerza oficial reprime y los jóvenes no se acoquinan. Venezuela se divide aún más, y lo expresa en manifestaciones, muchas en contra y otras tantas a favor del gobierno de Nicolás Maduro.
La situación del país es crítica, y da vergüenza observar como algunos piromaníacos que navegan por las redes sociales, y tertulianos de moda amantes de la ciberaudiencia, como heroicos “salvapatrias” intentan evitar el diálogo y con total irresponsabilidad (desde la tranquilidad de su hogar) se aferran a una coca-cola e incentivan el ánimo del enfrentamiento como si los seguidores de Twitter, y los perfiles de Facebook, fueran más importantes que las víctimas del conflicto.
Las perspectivas para los venezolanos, según creo, parecen previsibles, pues no vislumbro que pueda surgir (a muy corto plazo) un panorama nacional de retorno hacia la democracia. Mucho más después de la tardía y tímida resolución de la Organización de Estados Americanos, adoptada por votación (29-3) y no por consenso, porque, como se esperaba, los países del bloque del ALBA y el CARICOM impusieron mayoría e impidieron la adopción de una resolución más severa y efectiva.
Gracias a las argucias del entonces presidente Hugo Chávez con asesoría directa de La Habana, el señor secretario general de la OEA José Miguel Insulsa, persona que ha demostrado experiencia en asuntos de estado, y a quién no resto mérito; perdió parte de su liderazgo dentro de la organización que preside.
Ha quedado en evidencia que la OEA tiene problemas estructurales, que necesita pasar por un proceso de refundación y/o revisión, que ha dejado de ser un organismo de interlocución válido para este hemisferio, y que hoy son justamente los gobiernos de Caracas y La Habana, que sin pertenecer, y como la gatica de María Ramos, cuentan con la mayoría de votos entre los Estados miembros de dicha organización.
Insulsa, como recurso adicional en pos de la diplomacia, debería pedir, aun cuando su solicitud pueda ser rechazada, visitar Venezuela para personalmente observar 'in situ' la situación y así poder escapar a las diferentes versiones siempre muy parcializadas que generalmente nos imponen desde uno u otro lado, los hacedores de historias.
En este momento crucial, lo importante no es la crueldad de los unos, sino la indiferencia de los muchos. La política es muy seria, y nos compete a todos, no deberíamos dejarla únicamente en manos de nuestros políticos.
Apoyado en esto, y en contubernio con el gobierno de Cuba, logró construir una suerte de integración latinoamericana devenida en unidad monolítica, geopolítica y económica, cuyo rol principal era y continúa siendo influenciar a su favor en el contexto regional.
El costo de tanta expansión, fue la división nacional. Partición que lograba sortear echando mano a su conocida habilidad para enfrentar problemas internos con arrogante creatividad y poder de convocatoria.
Al morir, el gran reto de Maduro, como sucesor, era reunificar la nación; pero la tarea es difícil, Venezuela ya se había convertido en una aparente democracia dentro de una de las sociedades más desiguales de América, con la especial complejidad de haber perdido tolerancia.
La bomba de tiempo estalló. La fuerza oficial reprime y los jóvenes no se acoquinan. Venezuela se divide aún más, y lo expresa en manifestaciones, muchas en contra y otras tantas a favor del gobierno de Nicolás Maduro.
La situación del país es crítica, y da vergüenza observar como algunos piromaníacos que navegan por las redes sociales, y tertulianos de moda amantes de la ciberaudiencia, como heroicos “salvapatrias” intentan evitar el diálogo y con total irresponsabilidad (desde la tranquilidad de su hogar) se aferran a una coca-cola e incentivan el ánimo del enfrentamiento como si los seguidores de Twitter, y los perfiles de Facebook, fueran más importantes que las víctimas del conflicto.
Las perspectivas para los venezolanos, según creo, parecen previsibles, pues no vislumbro que pueda surgir (a muy corto plazo) un panorama nacional de retorno hacia la democracia. Mucho más después de la tardía y tímida resolución de la Organización de Estados Americanos, adoptada por votación (29-3) y no por consenso, porque, como se esperaba, los países del bloque del ALBA y el CARICOM impusieron mayoría e impidieron la adopción de una resolución más severa y efectiva.
Gracias a las argucias del entonces presidente Hugo Chávez con asesoría directa de La Habana, el señor secretario general de la OEA José Miguel Insulsa, persona que ha demostrado experiencia en asuntos de estado, y a quién no resto mérito; perdió parte de su liderazgo dentro de la organización que preside.
Ha quedado en evidencia que la OEA tiene problemas estructurales, que necesita pasar por un proceso de refundación y/o revisión, que ha dejado de ser un organismo de interlocución válido para este hemisferio, y que hoy son justamente los gobiernos de Caracas y La Habana, que sin pertenecer, y como la gatica de María Ramos, cuentan con la mayoría de votos entre los Estados miembros de dicha organización.
Insulsa, como recurso adicional en pos de la diplomacia, debería pedir, aun cuando su solicitud pueda ser rechazada, visitar Venezuela para personalmente observar 'in situ' la situación y así poder escapar a las diferentes versiones siempre muy parcializadas que generalmente nos imponen desde uno u otro lado, los hacedores de historias.
En este momento crucial, lo importante no es la crueldad de los unos, sino la indiferencia de los muchos. La política es muy seria, y nos compete a todos, no deberíamos dejarla únicamente en manos de nuestros políticos.