Después de ver el largo debate televisivo entre el canciller español García-Margallo y el líder del grupo independentista Esquerra Republicana de Cataluña, Oriol Junqueras, uno concluye que el problema básico entre Cataluña y España es cultural. Cuando eso sucede, no hay nada que hacer. En 36 años de autonomía no se ha logrado imbricar correctamente una cultura con otra. Al menos eso es lo que dicen los políticos, porque la realidad de Barcelona, ciudad capital donde se mezclan catalanes y gente de cualquier parte del mundo, incluyendo a otras regiones de España, no ofrece esta lectura.
El debate brindado por la televisión privada 8TV, propiedad del Grupo Godó, catalanista y burgués, fue un duelo de altura. Por cortesía con el Ministro, lo realizaron en lengua española. En el debate quedó claro que los catalanes lo quieren todo: independencia, pertenecer a la Unión Europea y también conservar el pasaporte español. Ser libres, sin que nadie les obligue a tributar a un gobierno fuera de las fronteras de lo que se comprende como Cataluña.
García-Margallo expuso cifras que -según estos cálculos-, demuestran lo mal que le iría a Cataluña económicamente sin España, haciendo hincapié en lo que se conoce negativamente como el “efecto frontera”. También, el político del Partido Popular recordó con ejemplos prácticos que durante estos 36 años a Cataluña no le ha ido nada mal con España. De hecho, es una de las regiones más prósperas y de las que más aportan a la economía del Estado.
Al final del debate, en el que Junqueras insistía en que España los echa y el canciller puntualizaba que no, que los catalanes son los que se quieren ir, García-Margallo se robó el último segundo para decir a los catalanes: “Los queremos”.
Por su parte, el influyente diario El País, en la primera parte de un editorial, pedía a los catalanes que no prescindieran de votar, recordándoles que se trata de las elecciones al Parlamento regional y no de un plebiscito, por mucho que los líderes independentistas quieran dar un carácter de referéndum a las elecciones de este domingo. Mucha gente podría estar desanimada con todo, producto de la crisis económica de los últimos años, y se abstendría, según El País.
En medio del embullo nacionalista y separatista (habría que entender que también están los nacionalistas que no desean la independencia de España), se observa con mucho resquemor el avance de los movimientos de izquierda radical que han crecido a la par de la crisis.
Según el sitio en internet Economía Digital, las Candidaturas de Unidad Popular (CUP), el conglomerado político que pudiera ser decisivo tras las elecciones catalanas del 27 de septiembre, afianzan su relación con el gobierno de Nicolás Maduro, que intenta exportar modelos de "lucha social" y nuevas formas de okupación a través del movimiento independentista catalán.
CUP se presenta por segunda vez a las elecciones del Parlamento Catalán. En su debut en 2012 obtuvieron 3 diputados.
El sitio digital indica que los militantes de CUP se forman en viajes a Venezuela y que luego participan en reuniones del consulado venezolano en Cataluña. De declararse la independencia, tendrían gran peso en el nuevo Estado, siendo su estrategia fundamental la expropiación. Se trata de la otra plataforma con más votantes por la independencia, después de Junts pel Sí, el conglomerado que incluye al actual presidente de la Generalitat, Artur Más, y al líder de Esquerra Republicana que debatió en la tele con el Ministro de Exteriores español.
Los demás partidos ven el sufragio del domingo simplemente como unas elecciones ordinarias anticipadas para elegir un nuevo parlamento autonómico.
Artur Más, conservador y de derecha, está confiado en que la intención por la independencia de España obtendrá al menos la mitad de los votos, pero tendrá en todo caso que pactar con la izquierda independentista. De hecho, ese pacto ya está sobre la mesa desde el momento en que fue Junqueras el que debatió con García-Margallo. El Ministro le dijo al final:
-Yo sé que el que manda es usted-, refiriéndose probablemente a la izquierda independentista.
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