¡Qué poca visión tuvieron los Cardenales de San Luis con Randy Arozarena!
Luego de firmarlo en México, donde jugaba Arozarena tras escapar de Cuba, los Cardenales apenas le dieron 20 turnos al bate en la campaña del 2019, antes de enviarlo a los Rays de Tampa Bay.
Así, se perdieron a uno de los peloteros más carismáticos y divertidos de todo el béisbol, de esos por los que la gente paga para verlos jugar.
A mitad de la campaña recortada del 2020, los Rays subieron a Arozarena al equipo principal y de inmediato se convirtió en una pieza clave para llegar a la postemporada.
Fue entonces en los playoffs donde nació la leyenda del Charro de Vueltabajo.
Desde la Serie de Comodines ante los Azulejos de Toronto, hasta la Serie Mundial frente a los Dodgers de Los Angeles, pasando por la Serie Divisional contra los Yankees de Nueva York y la de Campeonato de la Liga Americana versus los Astros de Houston, Arozarena repartió palos de todas dimensiones como un poseso y destrozó a cuanto pitcher se le puso delante.
En 20 juegos de esa postemporada, Arozarena bateó 29 hits en 77 turnos, para average de .377, con 19 carreras anotadas, 14 impulsadas y diez jonrones.
Antes de cada partido, el pinareño se calzaba unas botas de vaquero que trajo de México, que, según aseguraba, le daban poder.
En el 2021, con su estatus de debutante aún intacto, siguió engordando su leyenda, con un juego alegre y espectacular, para llevarse el premio de Novato del Año.
Ya era una estrella en las Grandes Ligas, pero cuando su proyección alcanzó dimensiones internacionales fue en el Clásico Mundial de Béisbol, cuando se enfundó el uniforme de la selección mexicana, en agradecimiento al país que le dio su primera oportunidad para jugar pelota profesional.
Con sus batazos oportunos y fildeos espectaculares, Arozarena llevó a México a un impensado tercer lugar entre todas las potencias beisboleras del planeta.
Tan grande fue el impacto que causó el Charro de Vueltabajo, que la edición mexicana de la revista CQ lo nombró Deportista del Año 2023.
Su imagen con los brazos cruzados sobre el pecho y mirada desafiante se ha convertido en un sello de sus hazañas, aunque el estatus de estrella no le ha quitado la nobleza del guajirito que tiró sus primeras pelotas en Arroyos de Mantua.