La mayor parte del dramatismo de las elecciones presidenciales de este año se centrará en un puñado de estados.
Si bien cada uno de los principales partidos políticos de Estados Unidos tiene muchos estados con los que cuenta para ganar el 5 de noviembre, hay un puñado de estados demasiado reñidos para predecirlos.
Estos “estados oscilantes” tienen poblaciones muy divididas políticamente. En las últimas elecciones, los resultados han oscilado entre la victoria demócrata y la republicana. Son los “estados disputados” a los que los candidatos se dirigen con frecuentes visitas de campaña, publicidad y personal.
Todos los estados, excepto Maine y Nebraska, dan todos sus electores (que en última instancia determinan quién gana la presidencia) al ganador del voto popular, y el segundo no recibe nada. Dado que algunos estados votan con seguridad a republicanos o demócratas por voto popular, los candidatos no tienen incentivos para centrarse en ellos. Y predecir qué estados son seguros para un bando u otro es ahora más fácil gracias a la mejora de las técnicas de sondeo.
“En la mayoría de los estados, el resultado en una contienda de dos personas va a estar claro, y la campaña lo dará por sentado”, afirma Alex Keyssar, profesor de historia de la Universidad de Harvard. En “los estados indecisos, eso no es cierto”.
La única razón por la que ve anuncios políticos es porque su casa, en Massachusetts, un estado fuertemente demócrata, está en la misma zona de cobertura televisiva que Nueva Hampshire, un estado donde las contiendas electorales suelen ser reñidas.
Un factor importante es que, en los estados oscilantes, un candidato independiente o de un tercer partido que pueda restar una pequeña parte del apoyo de los votantes a un candidato de un partido mayoritario puede tener una gran influencia.
Según Keyssar, el hecho de que los candidatos se centren en los estados oscilantes significa que los temas más destacados en esos estados suelen ser los más debatidos. Durante las elecciones primarias que eligen a los candidatos de los principales partidos, los políticos visitan estados como Pensilvania y escuchan directamente las preocupaciones de los votantes. En el pasado, por ejemplo, los candidatos habrían hablado mucho de los precios de la energía eléctrica, un tema candente para los votantes de Nueva Hampshire.
Los estados que se pueden inclinar por cualquier partido cambian con el tiempo. Florida, Iowa y Ohio “salieron del escenario hacia la derecha” para unirse a las filas de tendencia republicana tras ser el centro de atención, afirma David Wasserman, analista del informe no partidista “Cook Political Report”. “Nueva Hampshire probablemente se ha inclinado por la izquierda”, para unirse a los estados de tendencia demócrata, añade.
El grupo de estados indecisos de este año es, por tanto, más reducido. La lista incluye Arizona, Georgia, Michigan, Pensilvania y Wisconsin, según David Schultz, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Hamline y profesor de Derecho
en la Universidad de Minnesota. “Lo que ocurra en esos cinco [estados] realmente afectará a las elecciones”, afirma.
Los observadores políticos afirman que Nevada, Carolina del Norte y Minnesota también podrían ser estados oscilantes este año.
Schultz, autor de un libro titulado “Presidential Swing States” (Estados oscilantes en cuanto a la presidencia), afirma que ni siquiera son los estados indecisos los que importan, sino ciertos condados dentro de esos estados que pueden determinar qué candidato gana todos los electores de un estado. En esos condados, el resultado puede depender de las papeletas emitidas por un escaso porcentaje (5 %) de votantes. Schultz lo llama la teoría 5-5-5-270. De toda la nación, normalmente solo unos cinco estados deciden el ganador, y dentro de esos cinco, sólo el 5 % de los votantes de cinco condados de referencia ayudan a un candidato a conseguir al menos 270 electores, es decir, la mayoría.
Uno de los estados indecisos más famosos de la historia es Florida, que inclinó las elecciones hacia George W. Bush en 2000, con un resultado electoral muy ajustado que tardó semanas en dirimirse tras un nuevo escrutinio.
“No hay que fijarse en el voto popular nacional ni en las encuestas, porque ninguno de los dos elige al presidente”, recuerda Schultz a los estudiantes sobre el sistema estadounidense.