No se sorprenda si usted se encuentra solo tomando unas copas en un atestado bar de la Habana Vieja y se le acerca una chica de cuerpo escultural y le pide sentarse a su mesa, pues no desea beber sola.
La joven te invita y al dependiente encarga dos caipiriñas "con aguardiente Cachaza, por favor". Distendidamente habla por su iPhone 6 y el aroma de un carísimo Chanel envuelve el lugar.
Al rato se retoca sus labios con un rojo intenso y en voz baja pregunta "¿Qué tal luzco, señor?". Después de su pequeña actuación, si no lograra que el tipo caiga en el jamo, Taimí se sincera.
"A los hombres les gusta conquistar. Si tú llegas como una puta barata y le lees la cartilla, se ofenden. A muchos no les gusta pagar prostitutas. Entonces hay que trabajar el paño más fino. Me dejo seducir, ni siquiera pido dinero. Por la pinta, deduzco que el punto (cliente) tiene billete. Más que a un turista con plata jineteo una visa", confiesa Taimí, mientras con un absorbente bebe limonada frappé.
En el mundo de la prostitución habanera existe una diversidad de trucos que ni Houdini. Las jineteras comenzaron a brotar como flores silvestres en Cuba a mediados de los años 80 del siglo pasado.
Aunque el Estado benefactor de Fidel Castro garantizaba media libra de carne de res por persona a la quincena, no escaseaba la leche y todavía se tomaba café sin mezclar con chícharos. La llegada de turistas occidentales trajo consigo la apertura de restaurantes gourmets y tiendas en dólares con mercaderías del "enemigo imperialista".
Las prostitutas no desaparecieron tras la llegada al poder de los barbudos. Simplemente se camuflaron. Es un mérito indiscutible del Gobierno revolucionario la inserción social de 100.000 mujeres "de la vida" que antes de 1959 se dedicaban a la prostitución.
Muchas, en cursillos exprés, aprendieron corte y costura, se convirtieron en taxistas o trabajadoras agrícolas. Pero la necesidad económica y el machismo tropical llevaron a otras mujeres a prostituirse sutilmente.
Entonces, surgieron secretarias con figura de modelos, amantes de "esforzados dirigentes revolucionarios" o madres solteras con varios hijos y sin dinero que por dos latas de carne rusa y Levi's se acostaban con un técnico soviético, un refugiado político chileno o un estudiante angolano.
El pistoletazo de arrancada a la nueva espiral de prostitución aconteció en la década de 1980. Las primeras prostitutas cobraban $100 por noche, pero no se disgustaban si debían regatear a la baja.
No eran profesionales como las rameras del Barrio Rojo en Amsterdam o de Miami Beach. Las actuales jineteras cubanas, más allá de una buena cena y algo de dinero, intentan seducir al forastero.
La meta es iniciar un noviazgo, aunque sea a distancia, recibir transferencias bancarias y la promesa de sacarlas del país. La prostitución en Cuba es una actividad de lucro con un barniz de descontento político.
La expansión vertiginosa del jineterismo ha creado varias clases. Las hay de caché, como Taimí; de clase media, que cobran hasta 30 cuc la noche; y de clase baja, que por 10 pesos convertibles son "novias" por 24 horas.
En el argot de la prostitución, las más pobres son las "matadoras de jugadas": Chicas que cobran 50 o 60 pesos (2 o 3 dólares) por una "completa" (sexo en todas sus facetas).
También existe una legión de mujeres maduras que se prostituyen por dos libras de carne de cerdo, un racimo de plátanos verdes o media docena de jarras de cerveza a granel.
En el mundo de la "farándula", hay jineteras que van a la cama por un rol secundario en una novela televisiva o una película de bajo costo. También por un gramo de cocaína, dos brevas de marihuana y un "magacín" (tira) de Parkisonil.
Los "pingueros" ("prostitutos") tienen su franja de mercado asegurada. Enrolados en grupos juveniles, merodean por los alrededores del club Las Vegas, en Infanta y 25, y por otras zonas de El Vedado.
Los travestis han ido ganando espacio en la Plaza Roja de La Víbora, el parque de la Fraternidad o la Calzada de Güines. Se prostituyen por 40 pesos (unos dos dólares).
En bares de particulares, discotecas de calibre, o desde el 2 de noviembre en la Feria Internacional de La Habana, las jineteras de alcurnia o de clase media son plaza fija.
Ya Taimí se prepara para la ocasión. "Conseguí una invitación permanente a la Feria. Ojalá pueda enganchar un yuma (estadounidense). Por eso estoy afinando mi inglés", dice risueña.
Durante 56 años, el régimen cubano ha vendido una narrativa de sociedad diferente al decadente capitalismo occidental. Pero la Cuba del siglo XXI atrae a los turistas por tres motivos: curiosidad por visitar un país comunista, los autos viejos y las jineteras baratas.
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