Cuando en 1987 Nelson Mandela cumplió 25 años de cautividad en las cárceles surafricanas, numerosos medios de prensa presentaron al recluso más conocido del apartheid como el preso político más antiguo del mundo. El independiente Comité Cubano Pro Derechos Humanos circuló por entonces una lista de cerca de 20 presos políticos cubanos que habían permanecido en prisión tanto como Mandela o más.
Muchos presos políticos de largas condenas fueron indultados en 1978 como parte de una negociación con el gobierno de Fidel Castro. El mundo actualmente supone que después de liberar en 2010-2011 a los presos de conciencia de la Primavera Negra del 2003 (el promedio de sus condenas era de 20 años y la mayoría cumplió entre 7 y 8) y varias decenas más, el gobierno de Cuba abandonó las largas condenas contra sus opositores políticos en favor de detenciones arbitrarias breves y otras represalias.
Sin embargo, como informó en días pasados la independiente Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, ya hay de nuevo en las cárceles cubanas 120 presos políticos, y de ellos nueve, con al menos 20 años cumplidos, van en camino de igualar o superar la infausta marca de Mandela.
Refiriéndose a estos nueve y a otros 12 que llevan más de 15 años, la Comisión señaló: “Son, sin duda, algunos de los presos políticos más antiguos del Hemisferio Occidental”.
El programa Cuba al Día de Martí Noticias habló con la persona que se ocupa de atender a tres prisioneros de este grupo que ya están cerca de cumplir 25 años en la cárcel: Graciela Suárez Díaz, la madre de Humberto Eladio Real Suárez.
Él y sus compañeros Armando Sosa Fortuny y Miguel Díaz Bouza se infiltraron en Cuba como parte de un grupo armado del exilio en 1994. Están presos desde el 15 de octubre de ese año. Los tres siguen extinguiendo largas condenas de 25 y 30 años, con la salud quebrantada en las condiciones degradantes del gulag cubano.
La señora Suárez dijo a Martí Noticias que a Díaz Bouza, encarcelado en la prisión “Pretensado” de Santa Clara, ya le falta poco más de un año para cumplir su sentencia de 25, pero sigue en una prisión de mayor rigor y le han denegado una petición para pasar a una de mínimo.
Sosa Fortuny, militante político anticastrista, se infiltró en Cuba pero no hizo uso de las armas. Esta es su segunda sentencia, pues había cumplido parte de otra entre 1960 y 1978, el año del indulto.
Respecto a Sosa Fortuny, recluido en la prisión camagüeyana de Kilo 9, Suárez Díaz refiere que lo ingresaron el pasado 13 de marzo en el hospital de la prisión Kilo 8 por una isquemia que le dejó rígidos el pie y el brazo derecho. Lo dejaron allí mes y medio en rehabilitación, pero en junio hubo que trasladarlo de nuevo a Kilo 8.
Siente mucho dolor en un brazo en el que recibió un balazo al entrar clandestinamente a Cuba en 1994. Recientemente, el jefe de orden interior de Kilo 9 dijo que le iban a programar una operación en un ojo, luego de haber sido intervenido del otro hace un año.
Por los dolores y las secuelas de la isquemia se le dificulta mucho bajar y subir escaleras, algo que es necesario en el penal. Sosa Fortuny tiene 74 años y lleva 24 preso; debería recibir un indulto, pero la señora Suárez dice que “no se oye hablar de nada de eso”.
Your browser doesn’t support HTML5
Acerca de su hijo, Humberto Eladio Real Suarez, recientemente trasladado a la prisión de Agüica, ella señala que le había implorado que no pidiera traslado a Matanzas, porque ella vive en la provincia y sabe bien que Agüica es una de las peores prisiones de Cuba.
“Yo prefería no verlo”, dice. “Ahora las llamadas son cada 21 días y las visitas una vez al mes. Le llevé 200 sobres y 200 sellitos para que me escribiera y las cartas no llegan a mí. Mi hijo está ahí desde marzo y no he recibido ninguna. Hay limitaciones de todo: no le dejan pasar un espejo para que se afeite. No le dejan pasar aceite (en la “jaba” familiar de alimentos), casi nada de las cosas que le llevo. Son 17 hombres en un destacamento (galera) chocando unos con otros. Otros presos me llaman de parte de él para que pueda saber de su papá, que está muy mal de salud. No sé si lo que yo no puedo ver será sofisticado, pero a lo que el pueblo puede ver cuando llega ahí a visitar sus failiares, es deprimente”.
(A partir de una entrevista a Graciela Suárez Díaz en el programa Cuba al Día)