Los corrales de puercos a pocos metros de las casas, los salideros de aguas albañales y las letrinas, contaminan las fuentes subterráneas de agua potable.
El campesino Carlos Manuel Pupo recuerda cómo en San Antonio de los Baños sus padres y abuelos tenían la tradición de primero mirar la dirección de la corriente del pozo para luego ubicar las letrinas en el sentido contrario.
Aunque muchos en la zona todavía prefieren consumir el agua sacada a golpe de palanca, él ya no bebe del líquido extraído directamente de la tierra porque los cubanos construyen corrales de puercos por doquier o existen salideros de aguas albañales que van directo hacia los manantiales subterráneos.
Las necesidades de alimentación obligaron a las personas a improvisar y a vivir prácticamente con los animales, refiere la ama de casa Miladis Heribert Márquez, desde ese municipio habanero.
“Aquí mismo desde hace dos meses no entra agua ni por tuberías ni por pipas y las personas se construyen sus pozos dondequiera porque de otra forma no pueden lavar, atender a sus crías ni bañarse ni comer ni nada”, explica Miladis al tiempo que se pregunta si estas indisciplinas sociales tienen relación con el cólera.
Según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, uno de cada siete guajiros no tiene acceso al agua potable en Cuba y el 38 por ciento de ellos no posee conexión domiciliaria.
Por su parte, Alie Padrón Antilla, pediatra de Artemisa, explicó a Radio Martí que aunque en el occidente de Cuba no existen indicios de un incremento de los padecimientos digestivos, estas indisciplinas sociales contribuyen a la propagación de varias enfermedades, entre ellas el cólera: “El cólera se transmite porque se contaminan las aguas con esa bacteria y si las personas consumen esas aguas sufren el riesgo de contraer la enfermedad”.
Más de una tercera parte del agua que se consume en Cuba proviene de fuentes subterráneas, pero la contaminación de éstas es frecuente porque en el campo solo 4,6 por ciento de la población tiene acceso al saneamiento por alcantarillado y en las ciudades esta cifra no llega a la mitad.
Los cubanos tienen muchos problemas apremiantes y no tienen conciencia del riesgo cuando se enfrentan a la lucha diaria, como se dice vulgarmente, declaró el bloguero Orlando Luis Pardo Lazo: “En la ciudad de Matanzas, muy cerca del río Yumurí, el barrio La Marina y otros cercanos, hay manantiales que están contaminados y las personas consumen de esa agua aunque las autoridades sanitarias indican que están contaminadas con bacterias”.
En el segundo artículo del gobierno cubano que reconoce la existencia del cólera en Manzanillo, uno de los participantes en el foro del oficialista sitio Cubadebate afirmaba el 14 de julio de este año: “Lo que pasa es que en Manzanillo abundan todavía los salideros y cuando viene el agua parece que llueve pues las calles se inundan; además, esta zona es muy húmeda, con muchas fosas, por ello hay lugares en los que no se puede coger agua de los pozos sin analizarla”.
La urgencia de suplir sus necesidades más inmediatas y el poco respeto por las normas ambientales, contaminan el agua que consumen los cubanos y los dejan más vulnerables a las enfermedades. Ni el agua de los pozos escapa al deterioro de esa sociedad.
Aunque muchos en la zona todavía prefieren consumir el agua sacada a golpe de palanca, él ya no bebe del líquido extraído directamente de la tierra porque los cubanos construyen corrales de puercos por doquier o existen salideros de aguas albañales que van directo hacia los manantiales subterráneos.
“Aquí mismo desde hace dos meses no entra agua ni por tuberías ni por pipas y las personas se construyen sus pozos dondequiera porque de otra forma no pueden lavar, atender a sus crías ni bañarse ni comer ni nada”, explica Miladis al tiempo que se pregunta si estas indisciplinas sociales tienen relación con el cólera.
Según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, uno de cada siete guajiros no tiene acceso al agua potable en Cuba y el 38 por ciento de ellos no posee conexión domiciliaria.
Por su parte, Alie Padrón Antilla, pediatra de Artemisa, explicó a Radio Martí que aunque en el occidente de Cuba no existen indicios de un incremento de los padecimientos digestivos, estas indisciplinas sociales contribuyen a la propagación de varias enfermedades, entre ellas el cólera: “El cólera se transmite porque se contaminan las aguas con esa bacteria y si las personas consumen esas aguas sufren el riesgo de contraer la enfermedad”.
Más de una tercera parte del agua que se consume en Cuba proviene de fuentes subterráneas, pero la contaminación de éstas es frecuente porque en el campo solo 4,6 por ciento de la población tiene acceso al saneamiento por alcantarillado y en las ciudades esta cifra no llega a la mitad.
Los cubanos tienen muchos problemas apremiantes y no tienen conciencia del riesgo cuando se enfrentan a la lucha diaria, como se dice vulgarmente, declaró el bloguero Orlando Luis Pardo Lazo: “En la ciudad de Matanzas, muy cerca del río Yumurí, el barrio La Marina y otros cercanos, hay manantiales que están contaminados y las personas consumen de esa agua aunque las autoridades sanitarias indican que están contaminadas con bacterias”.
En el segundo artículo del gobierno cubano que reconoce la existencia del cólera en Manzanillo, uno de los participantes en el foro del oficialista sitio Cubadebate afirmaba el 14 de julio de este año: “Lo que pasa es que en Manzanillo abundan todavía los salideros y cuando viene el agua parece que llueve pues las calles se inundan; además, esta zona es muy húmeda, con muchas fosas, por ello hay lugares en los que no se puede coger agua de los pozos sin analizarla”.
La urgencia de suplir sus necesidades más inmediatas y el poco respeto por las normas ambientales, contaminan el agua que consumen los cubanos y los dejan más vulnerables a las enfermedades. Ni el agua de los pozos escapa al deterioro de esa sociedad.