¿Podría repetirse en Cuba una protesta al estilo del Maleconazo?

Maleconazo

La falta de comida y futuro fue una peligrosa bomba de relojería que provocó una avalancha humana deseosa por emigrar en 1994. Pero el panorama nacional ha variado en los últimos veintidós años.

LA HABANA, Cuba. Hasta los propios funcionarios del régimen reconocen que una nueva etapa de austeridad económica podría desencadenar protestas callejeras. Karina Marrón, sub directora del diario Granma, en un reciente encuentro de periodistas con el vicepresidente Miguel Díaz-Canel, consideró que ‘la gente en Cuba no soportaría otro Período Especial’.

En un sistema político antidemocrático, de elevado control social, mediático y económico, donde la figura de un hombre fuerte como Fidel Castro capitalizó la vida nacional, siempre fue un freno poderoso a las revueltas sociales o protestas demandando mejoras laborales y salariales.

El mayor conato de disturbio que se conoce en 57 años de autocracia verde olivo fue el Maleconazo, el 5 de agosto de 1994. Los incidentes se originaron tras la intercepción por parte de las autoridades cubanas de cuatro embarcaciones que navegaban hacia las costas de la Florida.

Cientos de personas se congregaron en el Malecón de La Habana, enfrentándose con palos y piedras a la policía, saqueando comercios y rompiendo escaparates de tiendas por moneda dura, a la vez que lanzaban consignas contra el entonces presidente Fidel Castro y el sistema comunista.

Los disturbios se prolongaron durante varias horas y se extendieron hacia los barrios céntricos de la capital, pobres y mayoritariamente negros de La Habana vieja, como Colón, San Leopoldo, Belén, Jesús María y San Isidro.

Fuerzas combinadas de la policía, Seguridad del Estado y paramilitares disfrazados de obreros de la construcción del Contingente Blas Roca, armados con palos y tubos, detuvieron a másde ochocientas personas y lograron restituir el orden antes de que cayera la noche.

La falta de comida y futuro fue una peligrosa bomba de relojería que provocó una avalancha humana deseosa por emigrar. Pero el panorama nacional ha variado en los últimos veintidós años.

A partir de enero 2013, los cubanos pueden viajar legalmente al exterior. El régimen de Raúl Castro autorizó también la venta y compra de casas y automóviles, que los cubanos puedan tener celulares, alojarse en hoteles y conexiones wifi. Los deportistas pueden ser contratados en clubes extranjeros, se permite el arrendamiento de tierras, se amplió el trabajo privado y se pueden crear cooperativas no agropecuarias. La guinda del pastel fue el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos el 17 de diciembre de 2014.

Hace 22 años, el salario mínimo aumentó de 110 pesos a 250. Y algunas empresas estatales tienen mayor autonomía en su quehacer económico. Pero ha resultado insuficiente para elevar el nivel de vida.

La inflación camuflada devora el 80 por ciento del salario en comprar comida, ha aumentado el déficit de viviendas, envejecimiento poblacional y la tasa de reemplazo es peligrosamente baja.

La tendencia de la población cubana es a decrecer. En los próximos años se suma otro quebradero de cabeza para el gobierno: en algunos sectores no habrá suficiente mano de trabajo y el sistema social no cuenta con una estrategia adecuada para mantener a un 30% de la población mayor de 60 años.

De 1994 a la fecha, de manera legal, irregular o clandestinamente han emigrado alrededor de 900 mil cubanos. La mayoría son jóvenes calificados. Veintidós años después, en la Isla se ha ido formando una tormenta perfecta.

A pesar de que un segmento relativamente grande de personas ha perdido el miedo a expresarse libremente en la calle y la oposición se ha multiplicado en comparación con 1994, la errónea estrategia de la disidencia, volcada en ganar cintillos de prensa en los medios de la Florida y no tender puentes mediante el activismo comunitario con el cubano de a pie, le impide convocar a manifestaciones de carácter social, económicas o reivindicar espacios políticos.

Pero en las últimas dos décadas han aumentado las protestas, querellas y denuncias de abusos laborales, tributarios y salariales. Desde conatos de huelgas, protestas frente a instituciones del partido comunista o cartas a ministros reclamando mayores salarios y mejores condiciones de trabajo.

El relato oficial y la mística revolucionaria ya no engañan fácilmente a la gente. Igual exige cobrar su salario real un médico cooperante en Brasil, que un atleta denuncia la corrupción de sus dirigentes.

Una buena pregunta es saber si en Cuba se podrían repetir sonadas protestas al estilo del Maleconazo.

Norge, licenciado en ciencias políticas, responde: “El caldo de cultivo existe. Desigualdad económica, futuro indescifrable y penurias materiales. Y ya no sería por deseos de emigrar, pues en 2013 las normas migratorias se flexibilizaron y desde 1994 se despenalizaron las salidas ilegales. Ahora las protestas podrían tener un carácter económico o social, debido a los elevados impuestos al sector del trabajo privado. Ya hay indicios en varias protestas menores de trabajadores particulares en Holguín, La Habana, Bayamo y Cienfuegos”.

Norge añade: “Pronosticar su alcance es más complicado. Aunque se note una calma aparente, entre muchos cubanos existe demasiada inconformidad. Lo que sigue fallando es el liderazgo. La oposición sigue enclaustrada en talleres académicos, redacción de documentos, eventos en otros países y demandas de corte político. Deben salir a conquistar sus vecindarios y comunidades pues es allí donde su discurso tendría más seguidores”.

Lucía, antropóloga, considera que “las duras condiciones de vida en los más de cien barrios marginales que hay solo en La Habana es una bomba de tiempo. A eso añádale otros trescientos o cuatrocientos en todo el país y bateyes de antiguos centrales azucareros que ahora son pueblos fantasmas y sin futuro. Mientras la gente pueda emigrar, no recurrirá a las protestas públicas. Pero quienes tienen negocios privados, y ya se ésta viendo en el caso de los bicitaxistas y taxistas habaneros, reclamarán sus derechos ”.

Probablemente las próximas protestas no tendrán un matiz político. Surgirán a partir de demandas sociales, económicas y abusos policiales o de inspectores estatales a negocios privados. Luego irán subiendo el tono.