La pesadilla de Silvio Rodríguez ya es una realidad

El cantautor cubano Silvio Rodríguez participa en la presentación del libro "Por todo espacio, por este tiempo, con Silvio Rodríguez en barrios de La Habana".

Tal y como se desarrolla la secuencia de los hechos, parece que el capitalismo es la tabla de salvación de ese sistema o régimen cubano al que tanto elogia con sus versos.

El trovador Silvio Rodríguez ha dicho esta semana que desea con todas sus fuerzas que el capitalismo “no venga a Cuba”. Me parece que el compositor debería despertar rápidamente de ese sueño porque su peor “pesadilla” es ya una realidad y parece mentira que no se haya enterado o no lo haya adivinado revisando la actualidad económica de la Isla. Tal y como se desarrolla la secuencia de los hechos, parece que el capitalismo es la tabla de salvación de ese sistema o régimen cubano al que tanto elogia con sus versos.

Realmente se trata del peor de los capitalismos el que gana terreno en la Isla. Un capitalismo que desprecia al individuo, que no tiene en cuenta al ser humano ni tampoco muestra disposición a atender sus derechos. El régimen cubano pone en el centro de todas las cosas una revolución que supuestamente debe preservarse por todos sus “logros”. Logros que, por otro lado, no parecen ser suficientes para la decena de miles de cubanos que este año ya se han embarcado en balsas o se han puesto en manos de mafias en Centroamérica para escapar a Estados Unidos. Los cubanos viven hoy divididos entre el “patria o riesgo a morir” pasando por los infiernos migratorios de Honduras, El Salvador, Guatemala o Nicaragua.

Mientras estamos viendo que los capitalistas que en las democracias donde actúan tienen ciertos límites a su poder y deben respetar normas de protección al trabajador y su dignidad, van ahora encantados cogidos del brazo del régimen cubano.

Lo hemos visto en España, donde el ministro Malmierca aterriza ahora no para entrevistarse con ONG o grupos de solidaridad de su cuerda ideológica, sino para mantener reuniones con los patrones de la economía española, con el encargado de las relaciones internacionales de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Joaquim Gay de Montellà Ferrer-Vidal. Entonces, con estas amistades que frecuenta ahora el Gobierno cubano no sabemos muy bien a qué se refiere el señor Rodríguez sobre el capitalismo.

Probablemente el peligro no sea el capitalismo si no aquellos que están encargados de la gestión de un modelo de sociedad capitalista que, evidentemente, no vale la pena vivirla si no es en un marco de respeto a los derechos de las personas. Es evidente que en Cuba ese marco es inexistente y es sobre este escenario que se van a establecer las reglas del capital. Pero los inversores deberían tener en cuenta que a largo plazo lo importante es tener una fuerza de trabajo capacitada y satisfecha a nivel salarial para que puedan aportar lo mejor de sí en beneficio de cualquier proyecto empresarial.

El éxito económico de cualquier iniciativa orientada al lucro económico debe pasar por la satisfacción de todos los que participan en su desarrollo. ¿Qué futuro le espera a una empresa en un país donde sus trabajadores no pueden ni prosperar económicamente ni disfrutar de lo que ganan con su trabajo y donde, además, no cuentan con la suficiente libertad para desarrollar sus espíritus ideológicamente donde les antoje? ¿A quién le apetece vivir en un país en el que no puede acceder a bienes de consumo básicos y en donde es prácticamente un sueño viajar y hacer turismo? ¿A quién le puede interesar vivir en un país donde va a depender de familiares en el extranjero para que les mantengan con poca posibilidad de ganar autonomía?

Señor Rodríguez, lo mejor que le pueda pasar a Cuba es que venga el capitalismo pero que se instale en un escenario donde al individuo se le reconozcan sus derechos y tenga la posibilidad de defenderse. Hoy por hoy los cubanos poco pueden hacer ante los pactos a los que lleguen los Malmierca y Gay de Montellà Ferrer-Vidal de turno.