"Al nacer lo primero que vi fue un gallo. ¡Antes de ver la teta de mi mamá! vi un gallo, y la primera canción que escuché fue el canto de un gallo y quisiera que esa fuera la última canción que oyera antes de morir", nos dice emocionado el connotado gallero Librado González Escandón.
Un poco de historia
González nos asegura que el gallo fino entró al país en tiempo de la colonia a través de un criador español que regaló una pareja de aves al entonces Gobernador de la isla, quien los liberó en la manigua, contribuyendo a su reproducción natural.
"En Cuba, el gallo se ha criado tradicionalmente en arroyos, cañadas, en estado silvestre; así empezaron a reproducirse, y a pelear", dijo.
Los cruces, cuánto aportaron o restaron al gallo
"Cuando los haitianos vinieron a Cuba trajeron sus gallos. Ahí empezaron los cruces y surgió el clásico gallo cubano. Posee las características del isleño; agresivo, valiente, y rápido, fácil de boca, de mucha velocidad, el cubano siempre trató de adicionarle a su gallo las características positivas de lo que se importaba".
"Después empezaron a entrar gallos de Asia. El gallo cruzado posee más estatura, y al igual que los peleadores de Sumo empujaba mucho y esto despetronca, cansa. Esto desluce las peleas que ya no se parecen a las de antes".
Los tiempos cambiaron, las reglas del juego también
"Triunfa la revolución, prohíben los gallos, aunque el gallo en la manigua no los ha podido quitar nadie", sentencia Pedrito.
De acuerdo a su testimonio, el reglamento en las peleas ha cambiado, lo que desluce el espectáculo.
Está el tema de las espuelas. Por no tener un límite en la extensión aumenta las posibilidades de que el ave sea herida mortalmente en muy poco tiempo. Muchas veces es la suerte la que decide la pelea, no la calidad del gallo".
El criador tenía el orgullo de ver su gallo hasta el final sin dar un paso atrás durante dos horas sin perder la fuerza, independientemente a las heridas que lo podían limitar un poquito. Con las nuevas normas se reduce el tiempo de la pelea, a 15 o 20 minutos.
Antes de despedirse, Pedrito nos quiso contar una anécdota para demostrar el amor de los cubanos por los gallos.
"En Codicia, poblado de Cumanayagua, vivía Carlos el mexicano, y aunque era extremadamente pobre, de igual modo era un fanático, un apasionado de los gallos. Fue a una pelea en la que estaban echando un gallo de un vecino y los gritos no le cabían por la boca. Unos señores que estaban al frente, les molestaban los gritos y le preguntan, ¿Carlos cuánto te jugaste? Cinco pesos, respondió el mexicano. Uno de ellos le dice, mira te voy a dar diez para que te calles. Carlos recibió los diez pesos, pero a los pocos momentos, le dijo, oye coge tus diez pesos, que si no grito me reviento".