Francisco Lorenzo, un hombre que hacía amigos con una facilidad asombrosa se fue este domingo y sería bueno saber qué exclamará cuando llegue a donde le corresponda, porque en estos lares acostumbraba a decir "caballero el mundo esta colorao", pero no por cuestiones políticas o ideológicas, sino por la aguzada pérdida de valores que afecta a la sociedad.
Paco no era un individuo excepcional, salvo su profundo humanismo, no filosófico, sino práctico. No era una persona conocida más allá de su entorno más próximo. Tampoco intelectual, político o practicante de un oficio que lo hiciera diferente. Era una persona sencilla, sin grandes aspiraciones que lo que más disfrutaba era estar con sus amigos e invitarles a compartir lo que hubiera cocinado.
Era partidario de una buena discusión siempre que primara el respeto. Sabía exponer sus ideas y rebatir a sus adversarios. Podía sentarse horas a escuchar boleros, disfrutar a Luis Carbonell o repetir hasta el cansancio de los otros a Longina de Miguel Matamoros.
Pintaba, pero no busquen cuadros con su firma. Era un pintor de brocha gorda, eso sí lo hacía bien, sus clientes lo contrataban no solo por la limpieza de su trabajo, sino porque cuando coloreaba una casa impregnaba en ella su alegría y buena fe.
El Paco era uno más. Un ciudadano común y corriente. El vecino de todos, el amigo necesario para los momentos difíciles. Un excelente conversador, risa fácil, cordialidad inagotable y una pasión infinita por la música y el baile.
Después de esto muchos se preguntaran porque escribir de Paco si todos los días parten para siempre numerosas personas que en su mayoría fueron gente buena, que vivieron sin perjudicar a los demás.
Pero es por eso que se debe escribir de él, porque la evocación a su partida es útil para sintetizar el profundo respeto y admiración que se siente por esos incontables hombres y mujeres que, en el destierro, sin perder sus raíces, trasmitiendo nuestras tradiciones y honrando a la tierra en que nacieron, han exhalado el último aliento.
El sentido de la amistad de Paco es indescriptible. Siempre estaba listo para servir, colaborar. Su solidaridad con los más necesitados se evidenció en Venezuela con su asistencia desinteresada en las labores del Hogar Cubano de Caracas y posteriormente dirigiendo la Casa Cuba en la misma ciudad capitalina y su compromiso con la defensa de los derechos de los cubanos lo evidenció con su trabajo en la Solidaridad de Trabajadores Cubanos.
En Miami, nunca buscó las candilejas o los primeros. Trabajó duro en el Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo. Discreto pero eficiente, aportó a la producción de varios documentales y la publicación de libros, entre ellos uno que desmitifica a Ernesto Guevara.
Paco nunca puso a un lado su compromiso con la libertad. No solo se oponía activamente a lo que ocurre en Cuba sino que su compromiso con la Isla lo extendió a Venezuela cuando a ese país llegó el despotismo chavista.
Después de su amor a Cuba estaba como ya se ha señalado su profundo sentido de la amistad y la solidaridad, por eso en las redes sociales, a pesar de que nunca transitó por ellas, se ha escrito mucho de Paco.
Su hijo Panchón, apunta que fue un gran padre; Luz Martínez afirma que era un incondicional de sus amigos; Héctor Caraballo cuenta que Paco fue su compañero de alma en los buenos momentos y en particular en los malos; José Antonio Albertini recuerda que actuaba como pensaba, sin dobleces; Mariana García, destaca su invalorable ayuda en el documental Tributo a Papa; Ángel de Fana dice que quedará en la memoria de la Patria y la de sus amigos, Roberto Fontanilla pide que recordemos su última carcajada, Jose Alberto Castillo Martínez evoca su humanidad llena de humildad y sinceridad y Jorge Sotolongo recuerda cuánto disfrutaba el cubanísimo café de Paco y otros muchos señalan que compartieron con él, imperecederos postres de queso blanco y guayaba.
Es imposible imaginar qué estaba pensando Paco en sus postreros días, como imposible es figurarse lo que cavilaban los que le precedieron, acompañaron o los que le sigan después, pero si no debe haber dudas que con sus ojos comidos por una ceguera implacable seguía viendo a Cuba y con su carne maltrecha devorada por la enfermedad, se seguía sintiendo cubano y amigo de sus amigos. Hasta pronto, Paco.