OPINIÓN Cuba y los rusos, ¿la historia se repite?

El presidente ruso Vladimir Putin señala al gobernante cubano Miguel Díaz Canel, en la visita de este a Moscú, en octubre de 2019. (Alexander Nemenov/Pool vía AP)

La visita a Cuba de cuatro navíos de las fuerzas armadas rusas en los próximos días, entre ellos un submarino de guerra, vuelve a poner sobre la mesa temas de tal gravedad que merecen toda reflexión y objetividad. Este acontecimiento abre muchas interrogantes:

  • ¿La historia de la presencia de la entonces Unión Soviética en Cuba se repite hoy con los rusos?
  • ¿Los intereses geoestratégicos se han puesto por encima de la solución de la crisis sistémica que vivimos los cubanos hoy, y que merece, absolutamente, toda la atención, el trabajo, las propuestas y los cambios que se necesiten, para resolver las carencias de libertad, de justicia, de alimentos, medicamentos, vivienda, transporte, energía eléctrica y agua, entre otros muchos?
  • ¿Cuba vuelve a poner en juego su estabilidad, su vocación de paz, su ubicación geopolítica, para favorecer alianzas funestas con países lejanos y con culturas belicistas que son extrañas a nuestra cultura occidental y a nuestras raíces históricas?
  • ¿Cuba no había optado por trabajar para que esta región en la que vivimos fuera una “Zona de Paz”? ¿Qué significa entonces recibir barcos de guerra en Cuba hoy?
  • ¿Esta visita constituye, otra vez, un gesto o un signo de provocación y confrontación entre grandes potencias nucleares, de cuyo enfrentamiento, la pequeña isla de Cuba debería estar ausente?
  • ¿Qué hace Cuba entrando en estas tensiones de guerra cuando debería estar centrada en los cambios pacíficos para resolver la gravísima crisis interna que estamos viviendo para lo cual no necesitamos entrar en tensiones entre los poderosos?

La reflexión de este lunes, por la gravedad del tema, es muy simple, como todo lo que es éticamente inadmisible. Lo que, además de condenable siempre, resulta absurdo en las condiciones en las que se provoca, va contra la cultura occidental cristiana de una gran parte de la comunidad mundial y va contra las más arraigadas tradiciones de armonía, seguridad y paz de los fundadores de la nación cubana. Actos como este, y otros similares, deben ser simple y claramente condenados, considerados extraños a la herencia cultural cubana, y atentados contra la dignidad de la persona, contra la soberanía de Cuba y de toda la región.

Propuestas

  1. Todo cubano que esté a favor de la vida, de la convivencia fraterna, de la cultura de la paz, debe rechazar y considerar moralmente inaceptable esta presencia militar rusa en nuestro país, basándose en el carácter provocativo de la confrontación entre dos potencias. Esta y cualquier otra presencia militar en Cuba debe ser condenada.
  2. No deberíamos ver como “normal” que se vuelva a usar a Cuba, como si fuera un “trampolín de acercamiento” de Rusia o China para posibles estrategias militares y de espionaje en contra de otro país o de toda la región, teniendo en cuenta que esto viola el sagrado derecho a la autodeterminación, la independencia y la soberanía del pueblo cubano, que tiene la antigua y lamentable experiencia de la Crisis de Octubre o Crisis de los misiles atómicos emplazados en la Isla por la extinta Unión Soviética en 1962 y que puso al mundo entero al borde de una guerra nuclear. Deberíamos aprender de los errores y no repetirlos. Volver a hacer algo parecido constituye una temeridad y un grave error militar, político y humano.
  3. Por tanto, Cuba debe ser sacada, ya y para siempre, en la práctica sistemática y no solo en la teoría, de toda acción militar, de cualquier apoyo a conflictos geoestratégicos ajenos, dejando claramente expresada, con los hechos, su vocación de paz.
  4. Cuba debería centrar todos, absolutamente todos, sus esfuerzos y pocos recursos en implementar los cambios sistémicos, sustanciales y estructurales, que le devuelvan la libertad, la soberanía ciudadana y nacional, que la dote de un sistema democrático, de una verdadera economía productiva, con libertad de empresa y de mercado, con la necesaria seguridad social y la asistencia a los más vulnerables, en lugar de meterse en alianzas con los que se involucran en las guerras donde quiera que estas sean, y mucho menos aliarse con invasores y violadores de derechos humanos. Cuba no debe aliarse con la parte equivocada. Ni con ninguna parte en conflictos bélicos.
  5. Los cristianos, la Iglesia como promotora de paz, convivencia y fraternidad social, deberíamos plantearnos una reflexión ética, cívica y religiosa, en la que hagamos siempre, pero aún más, en momentos de crisis y eventos como este, un serio discernimiento acerca de si tiene sentido, legitimidad y oportunidad que, sin consulta ciudadana, el territorio, las aguas, la soberanía y las relaciones internacionales de Cuba, puedan verse envueltos en un conflicto potencialmente bélico de magnitud impredecible, con la presencia de artefactos o personal de guerra en un escenario de confrontación y alarde de fuerzas entre potencias ajenas a nuestra cultura, tradiciones y vocación de paz. Compartir estas reflexiones de inspiración cristiana, desde la fe y la moral que enseña la Iglesia, no es solo conveniente sino oportuno, necesario y urgente. Y es un ineludible deber cristiano de pastores y fieles.

    Sí, es perentorio e indispensable que los cubanos demostremos, con hechos y actitudes, nuestra vocación de verdadera paz y no de una falsa paz solo de una parte, que se reclame solo para un bando en declaraciones y propaganda, mientras que se realizan alianzas militares y geoestratégicas con el otro bando por intereses ideológicos o económicos. Para vivir de “ayudas-limosnas” no es digno, ni lícito, ni ético, ponerse del lado equivocado de la historia. Lo lamentaremos.

    Cuba necesita paz para centrarse en lo que es, y debería ser, una exigencia de sobrevivencia: los cambios pacíficos, estructurales y verdaderos que le permita reconstruir el país en libertad, justicia y prosperidad.

    “Jugar con candela”, en provocaciones geoestratégicas, no solo es éticamente impresentable, sino que niega los más profundos y espirituales cimientos de la nación cubana.

    Paz y cambio. Patria y Vida. Dios y Libertad.

    Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

*Tomado de la revista Convivencia, dirigida por el autor y donde publica la columna Lunes de Dagoberto.