LA HABANA, Cuba.- Este lunes se inició en Cuba un nuevo curso escolar. La víspera, el periódico comunista Juventud Rebelde dedicó al asunto toda su primera plana. Su título es escandaloso: “La Isla encendida de escuelas”. En el texto, breve y cursi, se mencionaba “la ilusión de seguir descubriendo las leyes que mueven el mundo” y la aspiración a que “la virtud sepa cómo defenderse”.
Para el régimen castrista, el objetivo está claro, y es el mismo de todos los períodos lectivos anteriores: inocular, en los cerebros vírgenes de los niños, el sometimiento al sistema impuesto y la adoración de los jefes que lo encabezan. Necesitan que las jóvenes generaciones se conviertan en personas habituadas a obedecer y no protestar.
Los castristas son extraños seres especializados en huir hacia adelante. Cualquiera diría que la caótica situación en la que han sumido a la pobre Cuba serviría para que moderaran sus pretensiones de control total de la sociedad, pero sucede exactamente lo contrario.
Es lo que hace unos días puso de manifiesto la señora Martha del Carmen Mesa Valenciano, flamante viceministra de Educación Superior. Se trata de los desaforados planteamientos que ella hizo al demandar, con total desparpajo, que cada profesor universitario cubano sea “un defensor de nuestra ideología”.
Un descoco tan grande como ése dio lugar a una vibrante carta de un grupo de pedagogos de la Isla en “rechazo a que el derecho universal a la educación, al trabajo y la protección contra toda forma de discriminación consagradas en la Constitución cubana, se continúen violando en las universidades del país con cada persona expulsada de las mismas por razones políticas”. A ello se han sumado otros rechazos diversos.
Del mismo modo que esta gente aspira a reforzar su control sobre los claustros de la educación superior, todo indica que también pretenden intensificar la inoculación de las tiernas mentes de los parvulitos cubanos con el veneno del adoctrinamiento marxista-leninista y la plena materialización de un invento comunista que quienes se les oponen han bautizado con un término inobjetable y exacto: lavado de cerebros.
La generalidad de los ciudadanos, amansados por más de medio siglo de agitación, adoctrinamiento y manipulación ideológica, transige con ese empeño y envía a sus hijos a las escuelas regenteadas por el régimen. Lo que sí no pueden impedir los comisarios castristas es que, en la intimidad de los hogares, los mayores les abran los ojos a sus niños.
Los maestros podrán hablarles a los menores que adoctrinan sobre el “futuro luminoso de la Patria”, pero los padres les aclararán que eso mismo les prometieron a ellos, y todo resultó ser una gran mentira. Los mismos pedagogos tramitados pintarán de color negro el pasado de Cuba o la realidad del “mundo del capital”, pero nunca falta un abuelo que les diga la verdad, u otro ser querido que, con el solo hecho de llegar de visita desde el extranjero, cargado de regalos como un nuevo Rey Mago, ponga en ridículo toda la mentirosa retórica comunista.
En esto del adoctrinamiento hay excepciones honrosas, como el matrimonio guantanamero de los Rigal-Expósito, que se negaron a entregar a sus niños para que fueran inoculados con las ideas ateístas que proclaman los maestros al servicio del régimen. Una actitud vertical que les ha valido ser enviados a prisión. Pero ese matrimonio representa sólo eso: una rara excepción que confirma la triste regla.
El grueso de los cubanitos —pues— tendrá que seguir expresando cada mañana su aspiración a ser no como Martí, sino como el rosarino alias Che, el mismo que anhelaba convertirlos —a ellos y a todos los que se prestaran a obedecer y servir al sistema— en una “fría máquina de matar”.
En las clases de Historia también tendrán que escuchar, durante todos los años que dure su proceso de instrucción, las historias edulcoradas en las que esa entelequia a la que ellos llaman “Revolución” será pintarrajeada con los colores más atractivos. Al propio tiempo, todo lo que represente las ideas contrarias será denostado y ninguneado de todos los modos posibles.
¿Quiere eso decir que está asegurado el éxito del régimen cubano y los educadores que lo sirven? En modo alguno. Ahí está, para demostrarlo, la vehemencia con que los jóvenes cubanos, después de haber sido adoctrinados durante un decenio, están dispuestos a huir del “paraíso comunista” a como dé lugar. (Un cálculo conservador revela que, en zonas urbanas su proporción rebasa el 90%).
Para esos “hombres nuevos” no importa hacia dónde viajar. Las condiciones reales que existan en el país hacia el cual puedan escapar tampoco despiertan mayor interés en ellos. Lo que sí tienen absolutamente claro es que no quieren seguir viviendo en esta tierra de comunismo tropical. El adoctrinamiento castrista —pues— no es tan efectivo como ellos creen. Gracias a Dios.
Una frase hecha nacida en tierras bolcheviques refleja la realidad del desastre económico entronizado por el socialismo estatista: “Ellos harán como que nos pagan y nosotros haremos como que trabajamos”. Pudiéramos parafrasear ese dicho, para reflejar las realidades de la enseñanza general cubana: “Ellos harán como que nos adoctrinan y nosotros haremos como que nos dejamos adoctrinar”.
Por esa razón, ese sistema de enseñanza enfermo sólo servirá para desarrollar la simulación y la doble moral. Pese a ello, los castristas se explayan hablando de los “logros de su educación”. Y va y hasta se lo creen.
[Publicado originalmente en Cubanet]