Es de esperar que para los opositores cubanos el encuentro Cumbre de Panamá signifique un antes y un después en lo que respecta a su capacidad de trabajar a favor del proyecto de cambio que representan para su país.
Sus posibilidades de influenciar a diferentes sectores políticos del hemisferio se incrementarán. Tendrán contacto con políticos, intelectuales, dirigentes sindicales y representantes de la sociedad civil, lo que redundará satisfactoriamente en las futuras actividades que cumplan en la esfera internacional a favor de la democracia para Cuba.
El reto para los activistas cubanos pro democracia no tiene precedentes. Es la primera vez en más de seis décadas que expondrán ideas y proyectos ante funcionarios de la dictadura sin que éstos puedan recurrir a la fuerza para silenciarlos.
Cierto es que en los últimos meses intelectuales cubanos contrarios al Gobierno y dirigentes de la oposición residentes en la isla han viajado con frecuencia al exterior para participar en eventos y encuentros de importancia, pero la reunión en la ciudad del istmo es mucho más trascendental para el propósito de cambio que ellos sintetizan.
Los que representan en Panamá la Cuba plural y democrática habrán de vencer la enemistad de los partidarios de la dictadura insular, gobiernos y sectores políticos, pero también su sola presencia será un testimonio vívido para aquellos que, por décadas, han afirmado que la absoluta mayoría de la población de la isla respalda la dictadura.
Los Castro siempre han contado con una fuerte y comprometida clientela política en todos los países del continente y Panamá no es la excepción. La embajada de Cuba en el istmo es importante y cuenta con cuantiosos recursos. No se debe obviar que en la zona franca panameña la dictadura castrista ha realizado numerosos negocios, incluidas transacciones vinculadas al narcotráfico.
Muchos de los grupos que defienden el totalitarismo caribeño son financiados desde La Habana, otros son receptores de diferentes tipos de ayuda para la promoción de planes institucionales o personales, y todos cumplirán a pie juntilla lo que demande la dictadura.
El castrismo cuenta con el apoyo irrestricto de los gobiernos de los países del ALBA. Esta alianza antidemocrática es otra enemiga, no rival, de los demócratas cubanos. Las actividades que organicen en el marco de la Cumbre serán explícitas en apoyar a los Castro y las que organicen al margen del evento tendrán el mismo objetivo.
Muchos exiliados cubanos han padecido a través de los años, y en eventos similares, la discriminación de numerosos políticos, organizaciones y hasta de medios de información.
En más de una ocasión fueron atacados por funcionarios y periodistas del régimen, situación que puede repetirse, aunque esta vez es muy probable que los agresores sean panameños o de otras nacionalidades. Los funcionarios cubanos en el encuentro están disfrazados de sociedad civil por lo que no deben recurrir a la violencia.
Durante años, agrupaciones de exiliados organizaron cumbres paralelas en las sesiones de la desaparecida Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas en Ginebra y en otras citas similares, pero esta es la primera vez que cubanos demócratas de una y otra orilla estarán presentes en un cónclave de estas características.
Los opositores cubanos en Panamá, tanto los de la isla como los exiliados, serán vilipendiados y atacados. Sus esfuerzos por divulgar la realidad cubana serán torpedeados. En más de una ocasión serán provocados y las más de las veces ignorados por aquellos que defienden una tiranía que rechazan para su país, pero su sola presencia mostrará el compromiso de continuar un proceso de redención que ninguna voluntad nacional o extranjera, sin importar su poderío o influencia, podrá detener.
Por otra parte, la experiencia y los conocimientos que adquieran los sectores de la oposición presentes en este evento incrementarán su capacidad para instrumentar proyectos sociales y políticos que logren motivar a la mayoría ciudadana a asumir compromisos que posibiliten el cambio que el país demanda.
Será la oposición interna la única con posibilidades de instrumentar tales estrategias y la competente para sembrar y hacer germinar en el ciudadano la esperanza de que el cambio de régimen es posible.
La oposición en el exterior podrá contribuir en el desarrollo e instrumentación de las maniobras que se consideren eficaces, pero serán los activistas de intramuros los artífices de una tarea compleja y peligrosa que puede ser brutalmente reprimida por la dictadura.
El régimen ha generado en la mente colectiva de la nación por medio de su instrumento más eficaz, la represión, y su derivación el miedo, una especie de pandemia en la que los síntomas son la apatía, la desconfianza y una profunda y amplia desesperanza, condiciones que al ser erradicadas, harán que el ciudadano concientice que es el único dueño de su destino.