Para la gran mayoría de los hispanos en los Estados Unidos, los republicanos son el villano de la película. Los demócratas no pueden equivocarse. Todo lo que dicen es palabra bendita.
Para muchos grupos de republicanos el hablar de una ley de inmigración que contemple darle la ciudadanía a 11 millones de indocumentados es como hablar del mismísimo diablo.
Ellos mismos se encargan de manejar mal su imagen. Dicen cosas equivocadas en los peores momentos. No hay más que recordar que el ex candidato presidencial del partido, Mitt Romney, dijo durante la campaña que a los indocumentados había que dejarlos para que ellos mismos se deportaran. Y aún ahora, muchos republicanos en la Cámara de Representantes y en el Senado se oponen a todo tipo de reforma migratoria que permita a los indocumentados hacerse ciudadanos de este país.
Para la gran mayoría de los hispanos en los Estados Unidos, los republicanos son el villano de la película. Los demócratas no pueden equivocarse. Todo lo que dicen es palabra bendita.
El debate sobre que hacer con el uso de armas químicas en Siria le ha quitado impulso al debate migratorio. Es difícil hablar de otro tema mientras Bashar Al-Assad usa armas químicas en contra de sus enemigos.
Lo de la reforma migratoria lo tendremos que discutir en un futuro y mientras los indocumentados siguen viviendo en las sombras huyéndoles a la ¨migra”.
Tampoco podrá discutirse el tema el año entrante. Acuérdense que en el 2014 hay elecciones para los 435 miembros de la Cámara de Representantes y para 34 senadores. En año de elecciones no se discuten problemas temas difíciles. Los representantes juegan con mucha cautela en años electorales. No les gusta poner su pellejo en juego.
La demora no viene mal, ya que ahora las cosas no están del todo claras. No todos los republicanos están en contra de la reforma migratoria. Y no debemos olvidar que el Presidente Barack Obama ha deportado a más de dos millones de indocumentados. Más que ningún otro presidente en la historia de los Estados Unidos.
En un editorial The New York Times trajo a colación muchos temas importantes al respecto.
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La Senadora Dianne (D-Calif.) le escribió recientemente a la Secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, pidiéndole que cesara de buscar en las granjas en California a los indocumentados. Ella dijo que los granjeros de estado necesitaban esa mano de obra y que no era justo que el gobierno les exigiera que despidiera a los que no tenían sus papeles en regla.
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Nadie duda que las palabras de los demócratas y del Presidente Obama suenan bonito al hablar de inmigración. Dicen que están conscientes de los problemas que tienen los indocumentados y que los apoyan. Eso sí, a la hora de deportarlos no son cortos ni perezosos.
Hay que reconocerle al presidente su decisión de detener las deportaciones de los menores de edad que vinieron a este país de chiquillos y no conocen otro idioma que el inglés. Ha quedado bien con los llamados ¨soñadores¨
La verdad es que ambos partidos comparten la culpa. Los granjeros en este país necesitan trabajadores agrícolas para recoger sus cosechas. Y la mayor parte de los ciudadanos estadounidenses no quieren estos trabajos.
Por los menos el Senado de Estados Unidos ha aprobado un proyecto de ley que ayudaría a muchos de los 11 millones de indocumentados a vivir legalmente en el país sin tener que preocuparse que una noche cualquiera alguien le toque a la puerta para detenerlo y deportarlo.
Pero la Cámara de Representantes no quiere ir por ese camino. Ellos quieren leyes precisas para cada grupo de inmigrantes; quieren más seguridad en la frontera. En fin, lo que de verdad quieren es eliminar cualquier posibilidad de aprobar una ley de inmigración que abarque a la mayoría de los que ya vivien en este país.
Los representantes insisten en que a los indocumentados hay que tratarlos con mano dura. Ellos hasta han considerado darle a los estados la potestad de aprobar sus propias leyes de inmigración.
Hoy día, estar en el país sin papeles es un delito menor. La Cámara de Representantes quiere convertirlo en un crimen serio.
Ellos también quieren que el gobierno se gaste miles de millones en asegurarse que la frontera con México no pueda ser violada con impunidad por los que vienen del país azteca y de América Central.
Ellos mismos se encargan de manejar mal su imagen. Dicen cosas equivocadas en los peores momentos. No hay más que recordar que el ex candidato presidencial del partido, Mitt Romney, dijo durante la campaña que a los indocumentados había que dejarlos para que ellos mismos se deportaran. Y aún ahora, muchos republicanos en la Cámara de Representantes y en el Senado se oponen a todo tipo de reforma migratoria que permita a los indocumentados hacerse ciudadanos de este país.
Para la gran mayoría de los hispanos en los Estados Unidos, los republicanos son el villano de la película. Los demócratas no pueden equivocarse. Todo lo que dicen es palabra bendita.
El debate sobre que hacer con el uso de armas químicas en Siria le ha quitado impulso al debate migratorio. Es difícil hablar de otro tema mientras Bashar Al-Assad usa armas químicas en contra de sus enemigos.
Lo de la reforma migratoria lo tendremos que discutir en un futuro y mientras los indocumentados siguen viviendo en las sombras huyéndoles a la ¨migra”.
Tampoco podrá discutirse el tema el año entrante. Acuérdense que en el 2014 hay elecciones para los 435 miembros de la Cámara de Representantes y para 34 senadores. En año de elecciones no se discuten problemas temas difíciles. Los representantes juegan con mucha cautela en años electorales. No les gusta poner su pellejo en juego.
La demora no viene mal, ya que ahora las cosas no están del todo claras. No todos los republicanos están en contra de la reforma migratoria. Y no debemos olvidar que el Presidente Barack Obama ha deportado a más de dos millones de indocumentados. Más que ningún otro presidente en la historia de los Estados Unidos.
En un editorial The New York Times trajo a colación muchos temas importantes al respecto.
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La Senadora Dianne (D-Calif.) le escribió recientemente a la Secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, pidiéndole que cesara de buscar en las granjas en California a los indocumentados. Ella dijo que los granjeros de estado necesitaban esa mano de obra y que no era justo que el gobierno les exigiera que despidiera a los que no tenían sus papeles en regla.
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Nadie duda que las palabras de los demócratas y del Presidente Obama suenan bonito al hablar de inmigración. Dicen que están conscientes de los problemas que tienen los indocumentados y que los apoyan. Eso sí, a la hora de deportarlos no son cortos ni perezosos.
Hay que reconocerle al presidente su decisión de detener las deportaciones de los menores de edad que vinieron a este país de chiquillos y no conocen otro idioma que el inglés. Ha quedado bien con los llamados ¨soñadores¨
La verdad es que ambos partidos comparten la culpa. Los granjeros en este país necesitan trabajadores agrícolas para recoger sus cosechas. Y la mayor parte de los ciudadanos estadounidenses no quieren estos trabajos.
Por los menos el Senado de Estados Unidos ha aprobado un proyecto de ley que ayudaría a muchos de los 11 millones de indocumentados a vivir legalmente en el país sin tener que preocuparse que una noche cualquiera alguien le toque a la puerta para detenerlo y deportarlo.
Pero la Cámara de Representantes no quiere ir por ese camino. Ellos quieren leyes precisas para cada grupo de inmigrantes; quieren más seguridad en la frontera. En fin, lo que de verdad quieren es eliminar cualquier posibilidad de aprobar una ley de inmigración que abarque a la mayoría de los que ya vivien en este país.
Los representantes insisten en que a los indocumentados hay que tratarlos con mano dura. Ellos hasta han considerado darle a los estados la potestad de aprobar sus propias leyes de inmigración.
Hoy día, estar en el país sin papeles es un delito menor. La Cámara de Representantes quiere convertirlo en un crimen serio.
Ellos también quieren que el gobierno se gaste miles de millones en asegurarse que la frontera con México no pueda ser violada con impunidad por los que vienen del país azteca y de América Central.