Cuando se hace periodismo al margen del Estado, se tiene que estar bien informado y no se puede pretender buscar el "palo periodístico" ni competir con las agencias de noticias
Para un reportero cubano, además de dominar técnicas narrativas del periodismo moderno y tener a mano un libro de la afamada periodista italiana Oriana Fallacci, leer las crónicas de Gay Tallase o Rosa Montero, también parece imprescindible tener al menos una computadora, una grabadora y una cámara digital.
Pero no se puede olvidar que un profesional de la prensa en la isla intenta hacer periodismo dentro un país autocrático, donde según sus leyes, la profesión de espía y reportero sin autorización oficial son casi sinónimo.
Sí, se debe aprender a utilizar las herramientas del siglo XXI, Twitter, Facebook, Linkedin, pero en Cuba es más útil tejer una red de amistades situadas en diferentes estratos que te puedan soplar información de primera mano.
Al no poder confrontar la información o verificarla con otras fuentes, hay que confiar en la intuición. Siempre va a faltar un dato específico o una cifra concreta que podría redondear la nota.
Al no tener acceso a estadísticas oficiales, se imposibilita contrastar la noticia y buscar otros puntos de vista para balancear la historia. Quienes reportan desde la isla a veces tienen que tirar al cesto de la basura ciertas reglas establecidas como cánones del oficio.
Por ejemplo, si se pretende que una "jinetera" te cuente su vida, lo aconsejable es no mostrarle un micrófono o una cámara. De lo contrario, el resultado puede ser que no te revele los detalles de su vida en la prostitución o te narre una fábula.
Al no poder grabar, tomar notas o tirar fotos, una buena memoria es fundamental. Cuando se cita a un entrevistado al margen de la ley, lo que importa es trasladar la esencia de sus opiniones.
Hacer periodismo dentro del mundo marginal habanero conlleva sus riesgos. Una nota periodística puede desencadenar un operativo policial a un tipo que vende drogas o una chica de alquiler. Por tanto, hay que ser muy cuidadoso para camuflar la identidad, lugar de residencia o donde suele operar la persona.
El año pasado, DIARIO LAS AMÉRICAS publicó una crónica sobre la prostitución ejercida por travestis. Todas las noches ellos se sentaban en un portal de la Calzada de 10 de Octubre. Luego de publicado el trabajo, fuerzas policiales desalojaron el lugar discretamente.
Esas historias contadas sin afeites tienen un riesgo en Cuba: cualquier persona mencionada puede ser procesada y terminar tras las rejas.
Un viejo matarife de vacas me contó que un método habitual entre los oficiales del Departamento Técnico de Investigaciones (DTI) cuando detienen a alguien, para azuzar un conflicto, es decirle que llegaron a él gracias a un artículo de un periodista independiente.
Aunque a veces la publicación de una historia ayuda al afectado. En diciembre, a raíz de los fuertes aguaceros que asolaron La Habana, un vecino, residente en una habitación derruida de un solar, contó que llevaba 20 años solicitando una vivienda decorosa para su familia.
“Después se mencionó mi caso, las autoridades conversaron conmigo. Me dijeron que si dejaba de ofrecer declaraciones, podían resolverme el problema”, señaló el vecino.
El viernes 10 de enero, el periodista independiente León Padrón Azcuy publicó en Cubanet un reportaje sobre la paladar Starbien, propiedad de José Raúl Colomé, hijo de Abelardo Colomé Ibarra, general de cuerpo de ejército y ministro del Interior.
El lunes 13, Colomé Jr. se le apareció al periodista en su casa. Le dijo que estaba muy molesto con lo reflejado en el artículo y prometió encargarse personalmente del asunto. El 15 de enero, Cubanet reveló que la paladar del hijo del ministro había sido asentada en el Registro Mercantil de España como Starbien Investment SL.
Cuando se hace periodismo al margen del Estado, se tiene que estar bien informado y no se puede pretender buscar el "palo periodístico" ni competir con las agencias internacionales de noticias radicadas en el país.
Un periodista que se precie, según Kapuscinski, ante todo debe ser una buena persona. Hacer bien su trabajo de informar y, en el caso de Cuba, describir con objetividad esa realidad que el régimen oculta.
Publicado en Diario Las Américas el 21 de Enero del 2014
Pero no se puede olvidar que un profesional de la prensa en la isla intenta hacer periodismo dentro un país autocrático, donde según sus leyes, la profesión de espía y reportero sin autorización oficial son casi sinónimo.
Sí, se debe aprender a utilizar las herramientas del siglo XXI, Twitter, Facebook, Linkedin, pero en Cuba es más útil tejer una red de amistades situadas en diferentes estratos que te puedan soplar información de primera mano.
Al no poder confrontar la información o verificarla con otras fuentes, hay que confiar en la intuición. Siempre va a faltar un dato específico o una cifra concreta que podría redondear la nota.
Al no tener acceso a estadísticas oficiales, se imposibilita contrastar la noticia y buscar otros puntos de vista para balancear la historia. Quienes reportan desde la isla a veces tienen que tirar al cesto de la basura ciertas reglas establecidas como cánones del oficio.
Por ejemplo, si se pretende que una "jinetera" te cuente su vida, lo aconsejable es no mostrarle un micrófono o una cámara. De lo contrario, el resultado puede ser que no te revele los detalles de su vida en la prostitución o te narre una fábula.
Al no poder grabar, tomar notas o tirar fotos, una buena memoria es fundamental. Cuando se cita a un entrevistado al margen de la ley, lo que importa es trasladar la esencia de sus opiniones.
Hacer periodismo dentro del mundo marginal habanero conlleva sus riesgos. Una nota periodística puede desencadenar un operativo policial a un tipo que vende drogas o una chica de alquiler. Por tanto, hay que ser muy cuidadoso para camuflar la identidad, lugar de residencia o donde suele operar la persona.
El año pasado, DIARIO LAS AMÉRICAS publicó una crónica sobre la prostitución ejercida por travestis. Todas las noches ellos se sentaban en un portal de la Calzada de 10 de Octubre. Luego de publicado el trabajo, fuerzas policiales desalojaron el lugar discretamente.
Esas historias contadas sin afeites tienen un riesgo en Cuba: cualquier persona mencionada puede ser procesada y terminar tras las rejas.
Un viejo matarife de vacas me contó que un método habitual entre los oficiales del Departamento Técnico de Investigaciones (DTI) cuando detienen a alguien, para azuzar un conflicto, es decirle que llegaron a él gracias a un artículo de un periodista independiente.
Aunque a veces la publicación de una historia ayuda al afectado. En diciembre, a raíz de los fuertes aguaceros que asolaron La Habana, un vecino, residente en una habitación derruida de un solar, contó que llevaba 20 años solicitando una vivienda decorosa para su familia.
“Después se mencionó mi caso, las autoridades conversaron conmigo. Me dijeron que si dejaba de ofrecer declaraciones, podían resolverme el problema”, señaló el vecino.
El viernes 10 de enero, el periodista independiente León Padrón Azcuy publicó en Cubanet un reportaje sobre la paladar Starbien, propiedad de José Raúl Colomé, hijo de Abelardo Colomé Ibarra, general de cuerpo de ejército y ministro del Interior.
El lunes 13, Colomé Jr. se le apareció al periodista en su casa. Le dijo que estaba muy molesto con lo reflejado en el artículo y prometió encargarse personalmente del asunto. El 15 de enero, Cubanet reveló que la paladar del hijo del ministro había sido asentada en el Registro Mercantil de España como Starbien Investment SL.
Cuando se hace periodismo al margen del Estado, se tiene que estar bien informado y no se puede pretender buscar el "palo periodístico" ni competir con las agencias internacionales de noticias radicadas en el país.
Un periodista que se precie, según Kapuscinski, ante todo debe ser una buena persona. Hacer bien su trabajo de informar y, en el caso de Cuba, describir con objetividad esa realidad que el régimen oculta.
Publicado en Diario Las Américas el 21 de Enero del 2014