Los nuevos ricos en Cuba

Un auto clásico pasa frente a la sede del capitolio cubano.

En la isla, donde el salario promedio ronda los 25 dólares, no hay grandes préstamos bancarios, ni comercio electrónico y el Estado prohíbe la acumulación de capital, el surgimiento de una nueva clase media alta (incluso de algunos millonarios silenciosos) se va expandiendo.

La negociación fue rápida. Pagó al contado alrededor de 70.000 dólares por una casa y un bar privado y el negocio cambió de dueño. El comprador contrató a una agencia particular de diseño y pidió a su antiguo propietario que desmantelara la barra, estantes y puertas que con las nuevas reformas no necesitaría.

El céntrico bar se abrió hace un par de años y la inversión inicial fue de unos 20.000 dólares. A los diez meses, ya la taberna reportaba ganancias. El nuevo dueño se da un aire a Gordon Gekko, el personaje que Michael Douglas encarnaba en el filme "El dinero nunca duerme".

Es agresivo y culto -y cosa rara en Cuba-, ha viajado por Europa y Sudamérica. Compra obras de arte y muebles antiguos. Es propietario de un Mercedes Benz y cuando entra a una tienda no repara en los precios.

La Paladar de Santiago en Jaimanitas, una de las más caras de Cuba, se especializa en sushi y es frecuentada por los Castro (T. Díaz C)

No son muchos en la Isla, pero desde 2010 a la fecha, se viene gestando un sector discreto de personas que mueven o poseen bastante dinero. Las cantidades son irrisorias en Estados Unidos y otras naciones del Primer Mundo. Pero en Cuba, donde el salario promedio ronda los 25 dólares, no hay grandes préstamos bancarios, ni comercio electrónico, el Estado prohíbe la acumulación de capital y sospecha que un emprendedor privado es un presunto delincuente, el surgimiento de una nueva clase media alta (incluso de algunos millonarios silenciosos) se va expandiendo, sobre todo en La Habana.

Dentro de un sector del exilio en Miami, existe la percepción de que la prosperidad dentro de Cuba viene de la mano de los giros de remesas. Es cierto que muchos pequeños negocios se fundaron con capital de los emigrados. Otros son una especie de sociedades mixtas, con dinero de parientes o amigos al otro lado del charco, y cuyas ganancias se repatrian a través de las 'mulas'.

Llamémosle Figueredo, dueño de una flota de siete autos de carrocería antigua más conocidos como almendrones y dos camiones que alquila para cargar mercancías o transportar pasajeros. Sus ganancias netas mensuales superan los 90.000 pesos, algo más de 4.000 dólares, una pequeña fortuna en Cuba.

“Comencé con una plata que le pedí prestada a un hermano residente en
Estados Unidos. Después que pagué la deuda, el bisne lo manejo yo solo. Calculo que treinta o cuarenta tipos, quizás más, poseen millones en pesos cubanos. Y, no te asombres, conozco personas que en la sombra, han amasado más de un millón de pesos convertibles. Créeme, no son uno o dos”, confiesa Figueredo.

Los nuevos ricos saldrían del sector privado, aún incipiente en Cuba.

En esa piñata, donde altos militares y funcionarios han empoderado a sus parientes, se puede pensar que la mayoría de los nuevos ricos proceden de la elitista burguesía verde olivo. Que los hay. El dueño real del paladar Star Bien, en el Vedado, es un hijo de Abelardo Colomé Ibarra, ex ministro del Interior y allegado cercano de Raúl Castro. Un segmento de dueños de negocios boyantes son familiares o están muy bien conectados con mandarines del status quo.

Pero esos ricos de doble moral, que hablan con la boca apretada de las injusticias del mundo, condenan la pobreza, pero beben Chivas Regal y se compran relojes de 5.000 dólares, siempre existieron en Cuba. Al sector que me refiero es al de una nueva clase que no tiene nexos con el gobierno. Sí, es cierto, han acumulado dinero haciendo trampas financieras, violando las rígidas leyes del trabajo privado y utilizando doble contabilidad en sus negocios, pues en Cuba no hay una manera legal de hacer dinero.

Todavía no adquieren yates o autos de lujo, pero discretamente, por debajo de la mesa, compran casas y negocios en quiebra, aprenden a jugar golf en el campo de 18 hoyos al sur de La Habana, tres veces al año alquilan 10 días en hoteles cinco estrellas y más de uno ya se ha ido de vacaciones a Roma o Moscú.

Este selecto grupo cena menús gourmet y hace ejercicios en gimnasios o spa de hoteles habaneros que cobran 50 CUC por cada sesión de masajes. Aunque no son visibles, los dependientes de cabarets, discotecas de calibre y bares de moda en la capital, les brindan un trato exquisito gracias a las suculentas propinas.

“Conozco al dueño de varios negocios privados que deja de propina 40 pesos convertibles. No son pocos los cubanos con bisnes que a la hora de dejar propinas son más espléndidos que los extranjeros”, dice un cantinero del Floridita.

Estos nuevos ricos se posicionan sin estridencias. No suelen llamar la atención y les gusta volar por debajo del radar. Tienen buen gusto, formación académica y piensan en grande. Como el nuevo dueño de un bar al sureste de ciudad.