LA HABANA, Cuba.- Las comparaciones con tiempos pasados están presentes en el bregar diario de los cubanos. Durante los meses de vacaciones, muchos padres se han quejado de las pocas posibilidades que tienen para propiciar la recreación de sus hijos.
El Estado, a través de instituciones como la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), promueve una serie de actividades para el verano como cursos, espectáculos políticos y artísticos, recorridos históricos, además de algunas ferias en los barrios, que, según la opinión de muchos, no incentivan la recreación de niños y jóvenes.
“Por suerte, ya se acabaron las vacaciones”. “¡Qué bueno que ya empezaron las clases!” Así comentan algunos, preocupados por el peligro de las constantes carreras de chivichanas (una tabla con cuatro cajas de bolas a manera de ruedas, sobre la cual se deslizan los niños cuesta abajo por calles y aceras), o atemorizados ante la posibilidad de recibir un pelotazo de los que juegan béisbol o fútbol en la calle.
Hace dos semanas, a la cola de la carnicería llegó mi vecina María Josefa, muy molesta porque los muchachos jugando pelota frente a su casa le tocaban el timbre cada vez que esta se les caía en su jardín. A la anciana se le ocurrió “confiscar” el juguete para entregárselo a algún adulto, y esto provocó que los niños comenzaran a ofenderla y a tocar el timbre sin cesar. Casi al oscurecer se le apareció una mamá con cara de pocos amigos que sin dejarla hablar, le espetó: “La calle es pública, además, no tienen dónde jugar”.
“En eso llevaba razón”, agregó María Josefa al terminar el cuento. “Antes (de 1959) los niños tenían más maneras de divertirse. Iban al cine, que costaba 10 centavos, había muchos más que ahora y ponían programación infantil. Para jugar pelota iban al terreno o al estadio. No es que no jugaran en la calle, pero sin faltar el respeto a los adultos. Y si era necesario llamarles la atención, uno les daba las quejas a los padres y estos los regañaban o los castigaban. No como ahora, que vienen a comérselo a uno”.
Han transcurrido ya dos años desde que Raúl Castro planteó (Palacio de las Convenciones, 7 de julio de 2013): “El acrecentado deterioro de los valores morales como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás, puede revertirse mediante la acción concertada de todos los factores sociales, empezando por la familia y la escuela, desde las edades tempranas, y la promoción de la cultura vista en su concepto más abarcador y perdurable (…)”.
Sin embargo, mientras que en hoteles como el Rancho Luna, de Cienfuegos, se inauguran parques infantiles para los niños extranjeros, son casi totales el abandono y la pérdida de parques de diversiones, cines, teatros infantiles y áreas deportivas para el disfrute de nuestros niños y jóvenes. Los que quedan, como el Centro Deportivo Rafael Conte, en la calzada de Dolores entre 13 y 14, en Lawton, Diez de Octubre, no cumplen ninguna función social durante los meses de vacaciones. Por ejemplo, a pesar de que fue reparado en el 2011, la piscina sigue sin agua.
Al respecto, un vecino de esa manzana (que me pidió identificarlo solo como Machito), recuerda: “Cuando yo era chiquito, iba al Conte a practicar deportes. ¡Si hasta nos enseñaban a nadar!”
Hoy, por el contrario, los muchachos entran a escondidas por el hueco de una reja lateral que siguió rota tras la reparación de 2011, y donde no hay custodio. El 30 de julio de este año, en la instalación murió electrocutado uno de esos niños. Se llamaba Jairo.
Este post fue publicado originalmente en Cubanet