La mayoría de los cubanos, debido a sus salarios miserables, siguen viendo las novedades gastronómicas particulares desde la acera de enfrente.
Sábado, 11 de la mañana. La dulcería y panadería estilo francés del barrio habanero de La Víbora está desierta. Para ahorrar electricidad, apagan el aire acondicionado. El baño es un asco. Y dos empleadas aburridas se abanican con un trozo de cartón, mientras hablan de la novela brasileña.
“Los clientes se van a otros sitios. Además del alto costo, los panes, dulces y cakes no tienen la calidad de antaño. Muchos usuarios prefieren tomar cerveza o adquirir dulces y refrigerios en negocios particulares”, cuenta un dependiente.
“Las ventas han decaído de manera alarmante. Si hace diez años estábamos abiertos las 24 horas y teníamos un promedio de ventas de 3 mil pesos convertibles, ahora cerramos a las 11 de la noche y rara vez sobrepasamos los 600 cuc”, señala la económica.
Por falta de mantenimiento, el aire acondicionado no enfría lo suficiente. El gerente suele encargar un número reducido de productos. “Todos los días se quedan muchos dulces y panes sin vender. Para tener menos pérdidas, encargo poca cantidad”.
A fines de los años 90, en La Habana se abrieron cinco panaderías, dulcerías y cafeterías llamadas Pain de París. En sus inicios, fue un negocio a dos bandas entre Danielle Miterrand, viuda de François Miterrand, y el régimen cubano.
En un centro de elaboración situado en el municipio Playa, al oeste de la capital, panaderos y reposteros franceses confeccionaban los productos. Con el tiempo, los Pain de París fueron perdiendo calidad, algo típico en Cuba.
Ahora mismo, las más de 400 paladares, el millar de cafeterías y decenas de dulcerías y bares de tapas diseminados por toda la ciudad, han ido arrinconando a la gastronomía estatal. Si usted visita la pastelería Fontanella, en el reparto Nuevo Vedado, comprenderá por qué los negocios del Estado van perdiendo terreno en su competencia con los particulares.
El buen trato, la decoración del lugar y la alta calidad en la elaboración de dulces y cakes, provoca que siempre haya una fila de personas y autos esperando por los encargos, a pesar de que no son baratos y de que abren todos los días de la semana, de 9 de la mañana a 9 de la noche.
La especialidad de la casa es el "Cake de las Tres Leches", una panetela de vainilla bañada con una crema de leche condensada, evaporada y leche entera. El más pequeño cuesta 3 cuc o 75 pesos, el mediano 5 cuc o 125 pesos y el más grande, 8 cuc o 200 pesos. No olvidar que el salario promedio en Cuba es de 19-20 dólares.
"No damos abasto. A veces tenemos que trabajar toda la madrugada, para garantizar las ventas de la mañana siguiente", señala el dueño.
La creatividad, calidad y buen trato brindado por los particulares dista años luz del ofrecido por los los estatales. En los establecimientos del Estado, el cliente es sinómino de botín. Los dependientes intentan ordeñarte como si fueses una vaca.
"Si no andas fino te cobran de más. Cuando compras un sandwich o una pizza, te lo venden con queso, jamón y puré de tomate adulterado, además de robarte unos cuantos gramos", se queja un cliente que era asiduo al restaurante estatal Castillo de Jagua, en 23 y G, Vedado.
En estos momentos, en La Habana encuentras restaurantes particulares especializados en comida hindú, japonesa, china, rusa, francesa o de diferentes regiones de España, entre otras. Si prefieres la comida rápida, existen innumerables pizzerías, hamburgueserías y cafeterías que debido a la fuerte competencia entre los propios negocios privados, elaboran platos de 12 y 15 pesos cubanos (1.50 y 2.20 dólares), con una calidad muy superior a los estatales.
Olvídese de Coppelia, otrora orgullo de Fidel Castro, que cuando se inauguró ofrecía 26 sabores de helados. En este falso invierno habanero, la céntrica heladería solo oferta dos o tres sabores de un insípido helado.
Los emprendedores privados han tomado nota de la decadencia de Coppelia. En el barrio de Buena Vista, en Playa, de lunes a sábado funciona El Barquillón, que está causando furor debido a la excelente confección de helados y dulces.
A dos cuadras de la intersección de las calles 23 y 12, donde en abril de 1961 un iracundo Castro proclamó el carácter comunista de su gobierno, un italiano casado con una cubana ha abierto una pizzería-heladería al mejor estilo Mediterráneo.
Es cierto que una cerveza en un bar privado cuesta más cara o que un tentempié puede rondar los 6 cuc. Y que la mayoría de los cubanos, debido a sus salarios miserables, siguen viendo las novedades gastronómicas particulares desde la acera de enfrente.
“Los clientes se van a otros sitios. Además del alto costo, los panes, dulces y cakes no tienen la calidad de antaño. Muchos usuarios prefieren tomar cerveza o adquirir dulces y refrigerios en negocios particulares”, cuenta un dependiente.
“Las ventas han decaído de manera alarmante. Si hace diez años estábamos abiertos las 24 horas y teníamos un promedio de ventas de 3 mil pesos convertibles, ahora cerramos a las 11 de la noche y rara vez sobrepasamos los 600 cuc”, señala la económica.
Por falta de mantenimiento, el aire acondicionado no enfría lo suficiente. El gerente suele encargar un número reducido de productos. “Todos los días se quedan muchos dulces y panes sin vender. Para tener menos pérdidas, encargo poca cantidad”.
A fines de los años 90, en La Habana se abrieron cinco panaderías, dulcerías y cafeterías llamadas Pain de París. En sus inicios, fue un negocio a dos bandas entre Danielle Miterrand, viuda de François Miterrand, y el régimen cubano.
En un centro de elaboración situado en el municipio Playa, al oeste de la capital, panaderos y reposteros franceses confeccionaban los productos. Con el tiempo, los Pain de París fueron perdiendo calidad, algo típico en Cuba.
Ahora mismo, las más de 400 paladares, el millar de cafeterías y decenas de dulcerías y bares de tapas diseminados por toda la ciudad, han ido arrinconando a la gastronomía estatal. Si usted visita la pastelería Fontanella, en el reparto Nuevo Vedado, comprenderá por qué los negocios del Estado van perdiendo terreno en su competencia con los particulares.
El buen trato, la decoración del lugar y la alta calidad en la elaboración de dulces y cakes, provoca que siempre haya una fila de personas y autos esperando por los encargos, a pesar de que no son baratos y de que abren todos los días de la semana, de 9 de la mañana a 9 de la noche.
La especialidad de la casa es el "Cake de las Tres Leches", una panetela de vainilla bañada con una crema de leche condensada, evaporada y leche entera. El más pequeño cuesta 3 cuc o 75 pesos, el mediano 5 cuc o 125 pesos y el más grande, 8 cuc o 200 pesos. No olvidar que el salario promedio en Cuba es de 19-20 dólares.
"No damos abasto. A veces tenemos que trabajar toda la madrugada, para garantizar las ventas de la mañana siguiente", señala el dueño.
La creatividad, calidad y buen trato brindado por los particulares dista años luz del ofrecido por los los estatales. En los establecimientos del Estado, el cliente es sinómino de botín. Los dependientes intentan ordeñarte como si fueses una vaca.
"Si no andas fino te cobran de más. Cuando compras un sandwich o una pizza, te lo venden con queso, jamón y puré de tomate adulterado, además de robarte unos cuantos gramos", se queja un cliente que era asiduo al restaurante estatal Castillo de Jagua, en 23 y G, Vedado.
En estos momentos, en La Habana encuentras restaurantes particulares especializados en comida hindú, japonesa, china, rusa, francesa o de diferentes regiones de España, entre otras. Si prefieres la comida rápida, existen innumerables pizzerías, hamburgueserías y cafeterías que debido a la fuerte competencia entre los propios negocios privados, elaboran platos de 12 y 15 pesos cubanos (1.50 y 2.20 dólares), con una calidad muy superior a los estatales.
Olvídese de Coppelia, otrora orgullo de Fidel Castro, que cuando se inauguró ofrecía 26 sabores de helados. En este falso invierno habanero, la céntrica heladería solo oferta dos o tres sabores de un insípido helado.
Los emprendedores privados han tomado nota de la decadencia de Coppelia. En el barrio de Buena Vista, en Playa, de lunes a sábado funciona El Barquillón, que está causando furor debido a la excelente confección de helados y dulces.
A dos cuadras de la intersección de las calles 23 y 12, donde en abril de 1961 un iracundo Castro proclamó el carácter comunista de su gobierno, un italiano casado con una cubana ha abierto una pizzería-heladería al mejor estilo Mediterráneo.
Es cierto que una cerveza en un bar privado cuesta más cara o que un tentempié puede rondar los 6 cuc. Y que la mayoría de los cubanos, debido a sus salarios miserables, siguen viendo las novedades gastronómicas particulares desde la acera de enfrente.