En el Museo de Historia de la ciudad de Miami conviven las "balsas" de los cubano y "cayucos" de los haitiano, las frágiles embarcaciones utilizadas por miles de personas para hacer la travesía hacia el EE.UU.
El director del Museo de Historia, Jorge Zamanillo, afirma que el mar es fundamental para Miami (Florida) y que en la colección de objetos marítimos, con más de 40 piezas de todo tipo, no podía faltar un homenaje a los balseros.
"El agua es parte de la cultura del sur de la Florida, pero en esta cultura se entrecruza el dolor de los inmigrantes que han llegado aquí arriesgando sus vidas", reflexiona Zamanillo en una entrevista con Efe que transcurre delante de una balsa de 1994 llegada a estas costas con toda una familia a bordo.
La embarcación es rústica, única. Fue hecha a mano para cruzar un mar repleto de tiburones. Los vecinos de Lincoln Road (Miami Beach) la tuvieron unos meses expuesta en la calle hasta que el Museo se encargó de conservarla, agregándola a sus fondos.
"Llegó con cinco personas, toda una familia. La armaron con maderas y tres neumáticos de camión. Uno de los neumáticos todavía tiene aire, después de más de veinte años. Increíble", se asombra el director del Museo.
Según Jorge Zamanillo, uno de los ocupantes le contó que se hirió una pierna con un trozo de metal y comenzó a sangrar. Los tiburones rondaban la balsa. Era de noche, sin agua apenas para tomar. "Es una historia típica de los balseros", apunta.
Él cree que, al haber sido derogada de repente, en enero, por parte del mandatario demócrata Barack Obama la política de "pies secos/pies mojados", no llegan tantas balsas como antes y puede que lleguen a desaparecer, de ahí la importancia de preservarlas.
"Los botes cubanos y haitianos son importantes para el museo porque nos narran la historia de la inmigración reciente de este país", dice este hombre nacido aquí de padres cubanos exiliados.
Según Zamanillo, desde los años 60 han llegado más de 73.000 balsas. La que tiene detrás forma parte de una colección transitoria ubicada en el primer piso. Solo estará seis meses a la vista.
Dos pisos más arriba conviven un "cayuco" haitiano y una balsa cubana. Están allí desde 1984, una encima de otra. La cubana, más pequeña y colgada del techo, está recubierta interiormente con "poliespuma" y su armazón es de madera barata.
El "cayuco", que trajo hasta Miami a siete haitianos, tiene aspecto de canoa pero más sofisticada.
Dice Zamanillo que en el almacén del museo tienen más embarcaciones de este tipo. En una de ellas llegó Yuri Cardentey, un cubano de Pinar del Río que se lanzó al mar en 1991 con cinco amigos.
"Dieciocho horas en esa balsa. Luego un (barco) mercante nos recogió y nos trajo a Estados Unidos", recuerda Cardentey en una entrevista con Efe.
Cardentey tiene dos hijas, una nacida en Cuba y otra en Miami. Para terminar la balsa que lo trajo, él y sus amigos necesitaron seis meses, "uniendo planchas con tornillos, planchas de carros (autos) reutilizadas", dice.
"Luego le pusimos un motor de turbina agrícola y una hélice. Y a la mar", sonríe en el taller de chapa y pintura de automóviles donde trabaja.
Ante la llamada "crisis de los balseros", en 1994, se estableció la hoy extinta política de "pies secos/pies mojados" en virtud de la cual todo cubano que llegaba a territorio estadounidense podía quedarse legalmente en el país, mientras que los hallados en el mar eran devueltos a la isla. Esta ley, del también demócrata Bill Clinton es ya una limitante a la Ley de Ajuste Cubano que daba cobijo legal a los isleños no importa por dónde arribaran a EE.UU, aún si eran encontrados en aguas internacionales por los guardacostas estadounidenses eran rescatados y traídos a tierra firme.
Los haitianos, que no padecen un régimen comunista, no han tenido por otra ladotanta suerte. El convenio migratorio entre Estados Unidos y Haití, firmado en 1981, establece que todo inmigrante haitiano interceptado por las autoridades estadounidenses debe ser repatriado.
(Con información de la agencia EFE)