Las portadas de periódicos españoles hoy reservaron espacios bien visibles para dos acontecimientos de la realidad nacional: uno, el avance de plataformas ciudadanas hasta alcanzar las alcaldías de Madrid y Barcelona, que cristaliza con la visita del expresidente uruguayo José Mujica, el paladín de los humildes; y otro aspecto no menos importante, aunque enraizado en el folclor, es la salida –de pase, por cuatro días– de la tonadillera más querida y famosa, Isabel Pantoja, quien cumple dos años de cárcel por blanqueo de capitales provenientes del ayuntamiento de Marbella.
Casi nada para la fama y el cariño con que goza entre el pueblo. El pueblo mismo llegó a dudar que una mujer seria y elegante, que abrazó con su voz el álbum familiar de cientos de miles de familias españolas, pudiera ir a la cárcel. Si la Infanta Cristina, o el marido de ésta, no van, ¿por qué iría la Pantoja? Pero el amor de esta morena típica andaluza con el chulo exalcalde Julián Muñoz terminó entre rejas. Tapar esa letra era demasiado difícil.
La bella Isabel, de porte impecablemente triste, debe pagar una multa de 1.4 millones de euros, cuya imposición se ha tenido a bien fraccionar en cómodos plazos. En España no es tan importante el desfalco, el blanqueo de capitales públicos si se tiene el cariño más humilde ganado. Ha pasado el tiempo y hoy, al cumplir un cuarto de la condena, le han dado cuatro días de gracia –vigilada telemáticamente– para que "esa pedazo de artista" visite su finca de Cantora, en la provincia de Cádiz.
La prensa no encontraba espacio para reportar ese momento histórico en que una persona tan ilustre salía de pase. El público apostado en la verja de la prisión de mujeres de Alcalá de Guadaíra (Sevilla), sencillamente gritó: "¡Guapa!".
Los españoles son los mejores enlazando ficción con realidad. No por casualidad, cuando entrevistan a un actor o actriz éstos hablan desde el punto de vista de su personaje, con nombre y todo. La serie carcelaria Vis a Vis, de Antena 3, la más exitosa de la primavera, ha hecho un guiño a la cantante. Una reclusa dice: "¡Ahí viene la Pantoja!", y se ve en un plano general cómo llega un grupo de nuevas prisioneras.
Lo curioso es que en estos momentos el pueblo debe estar dividido entre los que siguen los cuatro días de permiso de la intérprete y los que continúan en su lucha por cercar la corrupción y escuchan el discurso de un José Mujica que, siendo presidente de Uruguay, vivía en una modesta casita de campo y conducía un Volswagen antiguo, y llevaba o lleva sandalias en actos oficiales.
El anciano exmandatario y su mujer que le acompaña siempre, Lucía Topolanski, abarrotaron una sala de conferencias en la provincia de Barcelona, con un aforo concebido para 400 personas pero, debido a la presión de interesados, metieron el doble en la sala. Afuera, según reporta El País, quedaron miles sin escucharle.
El titular de este importante medio de prensa fue elegantísimo: "Mujica llena más estadios que AC/DC".
El exmandatario que toma parte de la llamada "izquierda del siglo XXI" en Latinoamérica no quiso dejar un mensaje pesimista, comenta El País, al recordar que "nunca hubo una época tan revolucionaria para la humanidad como esta", mientras hacía un llamamiento al compromiso político. Sobre todo de los ciudadanos, porque estos "se dividen entre los que se comprometen y los que no".